¡No dejaré que te vayas!

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Ya es de noche y aunque ya no hemos hablado de lo de hace algunas horas, parece que mis amigos han entendido que mi decisión no cambiará. Se siente el entorno tenso y melancólico. Lizie no me ha vuelto a ver a la cara, me duele mucho su  actitud, pero no la cuestiono, simplemente la dejo vivir su duelo. 

A la hora de la cena (aunque para mi realmente contaría como un almuerzo, tomando en cuenta que desayune apenas hace unas horas) todos nos sentamos con un inusual orden, todos al mismo tiempo, sin que nos tenga que llamar algún otro, parece que queremos compartir está última ocasión juntos, y se siente bien. Lizie hoy se ha lucido y aunque no es un gran menú guormet es bastante agradable en aroma y en sabor, es un arroz con tomate servido al lado de una pechuga de pollo en crema de champiñones de-li-cio-sa. Me pasa por el pensamiento un burlón y doloroso pensamiento, que aunque se haya lucido con la comida de hoy, yo no me quedaré. Está noche me iré, no sé bien aún a donde, o como, pero me iré. Me hace sentir un poco mal, pero de inmediato me reincorporo y degusto con felicidad lo que ha preparado Lizie.

Más tarde, mientras se va haciendo hora de ir a dormir todos toman sus lugares y Lizie se desaparece del lugar, la veo que sube ansiosa a su habitación, pero no presto atención, supongo que no se quiere despedir, pero yo me tengo que ir y no la esperaré.

Tras un rato, después de lavar los trastos y de escuchar una gran charla padre e hijo con una duración de 10 minutos me dispongo a despedirme. Abrazo fuerte al pequeño Simón, el cula sé que tiene un camino largo y será bienaventurado siempre, a pesar de que pienso volver no sé cuando será ni si podré hacerlo. Aún así, de lograrlo y no poder volver, me los llevaré, no me importa nada más. Son mi pequeña familia y siempre los cuidaré allá donde esté. 

Lo suelto y me dirijo a su padre que tiene lagrimas en los ojos, lo miro y sin decir palabra lo abrazo, me corresponde el abrazo y me dice:

-Nos veremos pronto amigo.- Logrando hacer que se me haga un nudo en la garganta y comience a dudar de mi decisión pero es algo tarde para eso.

-Si hermano, pronto.- Le digo con un hilo de voz y nos quedamos un momento así. Nos soltamos y subo a despedirme de Lizie, que ella no lo quiera hacer no significa que yo tampoco quiera. Subo con lentitud las escaleras, como si me costara subir y saber que luego las bajaré para marcharme. Llego a su habitación, pero tiene la puerta entreabierta. Golpeo la puerta esperando su respuesta y suena un tímido "Pasa". Entro y me encuentro con Lizie semidesnuda y mi corazón se detiene repentinamente, arregló la habitación con velas y media luz, una colcha preciosa y me mira con timidez y calidez. Yo la miro con cierto temor a no controlar mis impulsos mientras ella se levanta de la cama. 

-Creí que por ser la última noche que pasaríamos juntos sería bueno que me llevaras bien grabada en tu recuerdo.- Dice con voz cálida que acaricia y quema de a poco mis oídos.

-Creí que me detendrías.- Digo y mi cuerpo comienza a flaquear, tiemblo intranquilo e intento perder la mirada.

-Sé que no podría aunque quisiera y de verdad, es lo que más quiero. Pero sé que tú ya tomaste tu decisión, sólo quería regalarte un pequeño detalle. Y ya que no tengo más que lo que ves, aquí tienes: a mi.- Dice mientras me abraza seductora, no puedo evitar que mis impulsos me hagan temblar y que mi mandíbula se mueva sin control. No sé si estoy aterrado o muy atraído por la seducción de Lizie.

-No... No tienes nada que agradecer Lizie, todo lo hice por que te amo.- Digo con torpeza intentando salir de esa escena.

-Estas intranquilo Oliver, sabes que me quieres, anda....- Me mira a los ojos y arde mi deseo de ella pero no sé si dejarme llevar o no.

-¿Yo?... No... Es sólo... Que... - Intento inútilmente salir de esa situación, todos los músculos de mi cuerpo se tensan.

-Oliver, tengo miedo, no hagas que me dé más y me arrepienta de lo que haremos.- Dice algo irritada y me encuentro entre la espada y la pared. Me sudan las manos, pero como puedo me armo de valor y la tomo por la cintura, la beso inseguro de lo que pasará a continuación y ella corresponde sin rodeos. Me separo de sus labios para besarle un poco el cuello mientras subo las manos por su espalda haciendo que sienta un pequeño escalofrío con el que tiembla mi pequeña Lizie entre mis brazos, la cargo y me besa con una mezcla de amor, esperanza, melancolía y con sed de mí. A pesar del extraño sentimiento, yo le correspondo sin dudas. Me quita la camisa y me besa el cuello con dulzura. Siento sus manos y aunque están tibias siento su roce como si me quemara. Recorre con tranquilidad a mi pecho y me acaricia los brazos. Sudo frío, o al menos eso siento y su aroma me impregna cada centímetro de mi ser, se siente tan bien su presencia y estar aquí juntos los dos. Me toca mi nuca y me pasa las manos por el cabello. Le retiro su blusa mientras poso mis labios sobre sus clavículas y muevo el compás de mis besos a todo lo largo de sus hombros hasta encontrarme de nuevo en su cuello y probar la delicia de su ser. Su respiración suena agitada y me detengo un momento, me mira a los ojos, le devuelvo la mirada y se sonroja, tan hermosa, tan dulce, tan bella. Amo a Lizie, será la muerte estar sin ella tanto tiempo, pero ahora ya no pienso en eso, ahora pienso en ella, en este momento, en este preciso momento donde ella y yo dejamos de ser dos, para fundirnos en unos mismo. Medí a besos cada una de sus extremidades, me aprendí de memoria cada uno de sus lunares y acaricié hasta su alma, alimentándome de la luz de su ser.


Pasada la media noche yo no podía conciliar el sueño, pero ella estaba perdidamente en los suyos. La miré tan hermosa, tan única y tan mía que estuve a punto de llorar. Recordé que me tenía que ir pero ahora no la quería dejar, ya nunca más la quería dejar... Me levanté de la cama y me escabullí hasta el estudio, donde tomé un papel y un bolígrafo, redacté unas palabras de amor específicamente para Lizie, la firme con el alma y dejé la promesa de que volvería. Después de dejarla donde la pudiera ver, me tapé bien, pues afuera hacía frío y me fui sin dejar rastro de mi...

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