prólogo

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18 de febrero, 1994

Las columnas de llamas crepitantes se elevan alrededor del imponente trono. Trono dorado repleto de marcas rojas en forma de diabólicas criaturas que, al ojo humano, podrían llegar a ser traumatizantes. El vivo fuego rodea el trono como si quisiera tragarselo. Sobre el suelo, también ardiendo, se encuentra un hombre de espaldas, frente al trono. Y en el gran sillón, el cual perfectamente podría estar ocupado por un adinerado monarca, una espeluznante criatura se sienta. No se podría definir lo que es exactamente, se podría confundir con fuego, quizás. Fuego con ojos que ven y boca que habla. Fuego con una sonrisa diabólica, como la del mismísimo Diablo. Puede que se deba a porque en realidad, es él.

- Mi siervo - su voz es profunda, grave. Resuena por las invisibles paredes del infinito espacio. Tiene un tono que indica problemas, pero que a la vez te tranquiliza, como si te hiciera olvidar todo lo malo que comunica. Un tono potente, que no da lugar a réplicas- has venido.

- Mi amo- el hombre de pelo oscuro habla. Este también tiene la voz grave, de alguna forma, parecida a la del Diablo. Pero es más débil. Carece de la potencia que su amo posee- por supuesto que lo he hecho. ¿que deseáis comunicarme, señor?

- Sabes que eres yo y yo soy tú- comienza - eres una parte de mi. Un pedazo del alma que no poseo. Y a la vez, el arma más poderosa que tengo. Hace años que planeo, como sabes, una forma de lograr que mis preciadas criaturas destruyan la Tierra. Sabes, que estuve a punto de lograrlo, pero El Cielo encontró la forma de detenerme. Hace miles de años que lo único que hago es enviar más y más fantasmas, pero ninguno vuelve. Todos son destruidos, debilitados o capturados. Esto no puede seguir así, voy a dejar de soltar fantasmas.

El hombre parece alarmado.

- Señor, ¿me estáis diciendo que os rendís? Os debilitaréis hasta morir.

El Diablo rie, una risa profunda y sarcástica, capaz de poner los pelos de punta.

- Nunca he dicho eso. No seas ingenuo. Me acabo de enterar de una acción muy interesante por parte del Cielo- sonrie, y está vez parece, si es eso posible, aun más maléfica- han creado un nuevo Ángel, en la Tierra. Ocurrió hace unos años humanos y ahora me entero. Y no un Ángel caido, no. ¿sabes lo que eso puede llegar a significar?

- No, señor - respode sumiso.

- Si que lo sabes, por supuesto que si. Sabes que tengo el poder de crear a un nuevo siervo en la Tierra, igual que ha hecho el rey y creador de los cinco mundos -rie- un acto muy estúpido, a mi parecer. También has de saber, que te he elegido a ti, el menor de mis 13 hijos, para que vayas a custodiar mi tarea.

- ¿A que os referís con custodiar, Amo? - el hombre parece confundido

- ¿He de explicaros todo?- el Señor de las Tinieblas comienza a ponerse de los nervios - un cacho de mi alma, quedará atrapado en un cuerpo humano, Ankhia para ser exactos. Será como vosotros, pero humano, de forma que podrá infiltrarse para conseguir algo que llevo deseando mucho tiempo. Y tú, serás el encargado de, cuando sea lo suficientemente mayor, guiarle para lograrlo, además, por supuesto de destruir al nuevo ser del creador.

- ¿Y como pensáis que encontraré al Ángel, entre los millones de humanos en el mundo?

- No sé si es humano, o es Ankhia; ni sé si será un bebé o un adulto; o si será mujer u hombre. Pero se una cosa, el Cielo y el Infierno se atraen al igual que dos polos opuestos lo hacen.

Flor de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora