Epílogo

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—¿Te gustaría un poco de guiso?

Viktor había destapado la olla, revolviendo el contenido que yacía sobre la fogata. Un aroma a carne de cerdo, frejoles y vegetales despertaron el apetito de su acompañante. Yuri asintió, brindándole el plato descartable que habían traido.

Bajo la luz de las estrellas, ambos acampaban en medio del bosque, no muy lejos de aquella roca en donde Yuri había encontrado un gatito blanco. Viktor le sirvió una gran ración y se dispusieron a comer en silencio.

Mucho tiempo después, se acurrucaron bajo una manta, apoyándose sobre un viejo tronco. Las vacaciones de invierno habían comenzado y era el tiempo ideal para poder visitar el monte. No había lluvias, ni poderosas ventiscas. Solo frías brisas que los mandaba a tiritar. Con una taza de chocolate caliente en manos, Yuri se recostó sobre su hombro.

—Viktor —llamó de un susurró—. Todavía no me puedo sacar de la cabeza ese sueño. Se veía tan real... Quiero decir, lo tenía todo y era feliz. En realidad, no lo era del todo. Lo que más quería en esa vida era tenerte y fuiste arrebatado de mi lado. Y ahora, no creo que podría vivir sin ti. —Hizo una pausa y prosiguió en un tono casi inaudible—. Te necesito.

Su brazo pasó sobre sus hombros, abrazando a Yuri en respuesta.

—Me alegro de que ese sueño haya representado lo que haría por ti, con tal de verte feliz, Yuri —replicó calmado—. Pero no deberías preocuparte tanto. Solo fue un sueño. Yo estoy aquí y no me pienso ir de tu lado. Jamás.

La taza cayó sobre el terral, volcando todo su contenido. Viktor había cogido a Yuri del cuello de su chaqueta, impactando sus labios con los de él, profundizando el beso. Sus bocas no se separaron, por más que necesiten aire. No les importaba asfixiarse con tal de permanecer unidos. Viktor cedió primero, dejándolo respirar. Y mientras un rosado pintaba los parches de piel de Yuri, Viktor besó su frente y lo enrolló en otro fuerte abrazo.

A medianoche, ambos descansaban. Las llamas seguían danzando; la madera chamuscada crujía, consumiéndose. Viktor dejó escapar un ronroneo, despertándose adormilado. Una distinguida a fragancia a flores pasó por su lado, picándole la nariz. Se sintió como una delicada caricia, un rápido besito que lo hizo sobresaltarse.

Al despertar, miró a su alrededor. Ella había estado aquí. El espíritu de la madre naturaleza. Viktor sonrió al recordar a su vieja amiga, agradeciéndole eternamente el sacrificio de su propia vida para brindarle la felicidad que él siempre quiso. La vida de la ninfa había traído de vuelta a Yuri, permitiéndole adaptar al mismo Viktor a su realidad del mundo de aquí, a cambio de ésta. No muy complacido con la oferta, el príncipe celestial devolvió el ojo a su dueño y realizo el pedido de la mujer.

—Muchas gracias... —murmuró Viktor, volviendo a cerrar sus ojos.

Yuri no se iría a ningún lado y podría protegerlo hasta el final de sus tiempos; como Viktor, como el jaguar blanco, como el príncipe del inframundo, y como su esposo. Viktor ronroneó una última vez, recostándose sobre su amado caballero.

FIN.

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