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El jaguar lo despertó de su sueño

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El jaguar lo despertó de su sueño. Había retornado.

Con una bandeja en mano, Viktor ingresó a la habitación, y al ver aquellos preciosos irises café, una preciosa sonrisa se amplió en sus labios. Dejó caer la jarra junto con los vasos a sus pies, sin importarle el eco que hizo al quebrantarse en cientos de fragmentos, ni se inmuto al sentir la humedad entre sus dedos. Viktor, embelesado, casi perdiendo la cordura, avanzó a trancar sobre el vidrio y se aferró a los bordes del catre.

—Mi caballero —musitó con suma adoración—. Mi adorado Yuri.

Sus ojos parpadearon una infinidad de veces, y examinó a la hermosa figura que tenía al frente. No sólo era su singular cabellera plateada, sus orbes zafiro, y sus delicados labios que formaban un pequeño corazoncito de melocotón. Yuri notó que vestía con telas exquisitas, fuera del mundo terrenal.

—Soy yo —insistió—. Viktor. ¿Te acuerdas de mí? Te traje al palacio conmigo.

Yuri lo miró fijamente, sin vacilar. Viktor tenía la esperanza que este día recibiría una respuesta. El cuerpo de Yuri se había mantenido recostado sobre su cama todo este tiempo. Jamás, en los meses que lo tuvo en brazos, se había movido por sí solo. Prácticamente, era un maniquí que le hacía compañía. ¡Oh! ¡Pero que bendición sería si tan sólo le dijese una palabra! Viktor no pedía nada más que una sola.

—¿V-viktor? —Su voz salió en un carraspeo; había forzando su garganta a entonar su nombre sin esa ligera torpeza.

Yuri.

Viktor no pudo contener esa gama de alegría que sintió estallar desde lo más profundo de su ser. Abrió sus brazos, se abalanzó contra él, y lo estrujó como un citrón. Yuri se tensó levemente, permitiéndole acariciarlo. Y entre todos los suaves, amorosos gestos que Viktor le profería, Yuri lo observaba detenidamente, pretendiendo entender qué había sucedido. Pero aquellas interrogantes que se comenzaban a trepar en su mente, fueron disuadidas cuando se percató de un tibio líquido deslizándose por su pecho. Viktor se separó y lo contempló con un amor incondicional, una pureza absoluta.

—Viktor —susurró Yuri.

Y por primera vez, después de incontables lunas suplicándoles a los dioses, añorando su reencuentro, Yuri estiró sus dedos y los colocó suavemente sobre la mejilla del jaguar, y limpió el camino de lágrimas. Viktor pareció sobrecogido, ahogando un gritillo, y acunó su mano con la suya. Luego besó la palma de su dulce caballero y resbaló sus labios por cada dedo. Lo mismo hizo con el dorso, y sobre sus nudillos, sin dejar de sollozar. Sus mejillas se habían teñido de un rosado para ese entonces, y Yuri sólo pudo pensar, Eres tú, mi Señor Gatito.

Tal vez, en esta dimensión, en esta vida, Yuri había esperado por esta oportunidad. Junto a aquel jaguar blanco que tanto había extrañado. Aquella voz en su cabeza que le pedía no olvidarlo. De aquel príncipe del inframundo, del que se había enamorado. Yuri se inclinó, y le dio un dócil beso. Viktor lloró, dejando que la felicidad lo inunde.

Sólo deseaba compartir el mundo alterno, donde Yuri despertaba en el palacio, y ambos terminaban juntos en el mundo terrenal sin la necesidad del sacrificio

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Sólo deseaba compartir el mundo alterno, donde Yuri despertaba en el palacio, y ambos terminaban juntos en el mundo terrenal sin la necesidad del sacrificio. Es una versión que había guardado en mi baúl.

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