Capítulo 2 "Una noche interesante"

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¡Eres un bastardo!

Fue lo último que le grite a Erick, para luego salir corriendo por las escaleras empujando a las personas que aún están en la fiesta.
No puedo creer que haya caído, es decir, yo sé muy bien de las cosas que se murmuran de él, que solo utiliza a los demás como juguetes, que todos caen a sus pies y para él es fácil, además, que yo no sería la excepción, pero a pesar de eso, yo seguí, y me sentí seguro y tranquilo.

¡Ahh no me entiendo!

Ese estúpido arruino mi noche. Mi primera fiesta, fue un asco y sobre todo tengo que lidiar con Elliot, quien esta borracho quien sabe haciendo que.

Quiero olvidar esta noche.

Al bajar me encuentro con Elliot, quien mira al vacío y sostiene en sus manos las llaves de su auto.

— ¡Hey, tu! ¿Dónde te metiste, eh?. — Me habla en un tono coqueto, como si supiera lo que me a acaba de pasar. Lo peor de todo es su aliento, huele terrible, tampoco puede mantenerse en pie.
No sé como lo llevaré a su casa sin que la señora Roberts se de cuenta.

— Después te cuento, ahora vamos a casa. — Le respondo, mientras lo cargo sobre mis hombros y salimos hacia la entrada de la casa en busca de su auto, una camioneta negra la cual fue regalada para su cumpleaños de dieciséis.

Se sienta en el asiento del copiloto y yo pongo el auto en marcha. Mientras que estamos en el auto él comienza a poner música a todo volumen y a hablar de manera infantil.

"Y después vuelve por otra, FIESTA" —  Comienza a cantar y a bailar en su asiento, muestras yo hago un intento de paciencia y no dejarlo a la orilla del camino. Salimos de la zona donde fue la fiesta y ahora pasamos por un bosque que es el camino mas lejano para llegar a la ciudad y poder comer en un restaurante, para que se le pase un poco la borrachera a mi amigo.

— Oye... No me siento... Bien. — En ese momento hubiese querido que el seguro para niños no existiera. Paro el auto a la orilla de la carretera, pero por el jodido seguro no le da tiempo para vomitar y lanza todo encima mío, una parte en mis zapatos y la otra en mis piernas, salpicando mi camiseta.

— ¡Diablos! — Grito mientras salgo del auto y le abro la maldita puerta a Elliot, quien corre directo hacia un árbol y comienza a dejar todo ahí. Yo me limpio un poco con las servilletas que encontré, pero al parecer el olor se queda.

Me las pagará, todo es su culpa.

— Uff me siento mucho mejor. — Dice como si nada mientras vuelve hacia el auto y se sienta. Yo solo le sonrío con una sonrisa falsa de medio lado y mis ojos estrangulando su maldito cuello.

— No me mires así, no es para tanto. — Hace su cara de niño bueno y se sube al auto, pero aún tengo que manejar yo, claro, por si la policía practica la prueba de alcoholemia no terminar arrestados.

Eso sería la gota que colmaría mi vaso y mi paciencia.

...

El resto de camino vamos en silencio, él observa la carretera y yo el camino, concentrado para evitar algún accidente, pero de la nada aparecer un chico en la mitad de la calle, mirando el cielo, sin inmutarse por la bocina del auto que hago sonar insistentemente para que se aleje.

— ¡¿Pero qué mierdas le pasa a este chico?! — Grita Elliot ya sobrio y consciente de la situación, agarrado de su asiento con los nudillos blancos, esperando el golpe.

Pero yo no puedo hacerle esto a ese imbécil, tengo que actuar.
En ese momento a pocos metros tomo el volante y lo giro para no golpear al chico, freno todo lo que puedo y salimos directo hacia un gran pastal.

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