Capítulo 4

132 9 3
                                    

Molesto, encorvado, con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido, Sirius salió por el hueco de la Dama Gorda y se apresuró a alejarse lo más posible de la torre de Gryffindor, aún si quedaba poco para la ronda de los prefectos y con ello se cruzaba con el estúpido de James.
Le quería, más de lo que admitiría jamás, como amigo, hermano, confidente y compinche, pero no le soportaba cuando Evans estaba cerca.
Antes era mejor, cuando ella cortaba las conversaciones o le ignoraba; pero ese año le toleraba. ¡Reía incluso sus gracias! A veces, mantenía conversaciones triviales con él o se sentaban juntos en el sofá, frente a la chimenea, sin lanzarse pullas o poemas de amor -por parte de la fémina y del Gryffindor, respectivamente-.
¿Qué estaba pasando con ellos?
Eso no tenía que ser así; Evans debía continuar ignorándole, quizás hacerse novia de algún empollón aburrido que comprendiera sus delirios de pelirroja. James, entonces, se enamoraría de otra chica que le quisiera de verdad, que le aceptara tal y como era y que no fuera mejor amiga de Snivellus; que no le hiciera daño; que no tuviese la gigantesca capacidad de formalizar una relación duradera con James y que, por eso, ellos dos dejaran de ser amigos y Sirius, entonces, se quedaría solo.
Sin ningún hogar donde quedarse.
Sin nadie con quien estar.
Frustrado, aguantó un grito lleno de rabia y le pegó un puñetazo a la pared, provocando quejas en los cuadros y sangre en sus nudillos.
No sabía qué hacer.
Antes de llegar a reír por histeria, una voz suave y meliflua a sus oídos, interrumpió el silencio y se acercó al círculo de preocupación invisible que acababa de crear a su alrededor.
-Marsh -murmuró al ver los rizos rojizos apoyarse sobre su pecho al abrazarle-. Te prometo que no estoy de humor para tus...
Antes de poder decir algo de lo que seguramente se arrepentiría más tarde, la chica colocó un dedo sobre sus labios, mirándole bajo largas pestañas.
-Sea lo que sea, estoy contigo -prometió seriamente-. Vente conmigo y ayudaré a que te tranquilices.
Al instante, Sirius notó un golpe ardiente, intenso y algo desagradable en su pecho; la sensación se propagó al resto de su organismo y el impulso le hizo querer arrastrar a la Hufflepuf hasta su cuarto; había pillado la indirecta. Lo haría para distraerse y se sentiría despreciable por ello, pero la chica se veía dispuesta y él lo necesitaba.
"Godric" se dijo casi obligado, con un extraño peso ralentizando sus pensamientos. "Si no debo hacer esto, mándame una señal".
-Desmaius -canturreó entonces una voz femenina.
Los ojos color caramelo de Louise se cerraron y esta cayó rendida sobre él, totalmente inconsciente. Escandalizado, Sirius la sujetó antes de que cayera al suelo y levantó la mirada, topándose con unos iris tan grises como los suyos.
-¿Estás loca? -le gritó a Maaika.
-Si no la soportas -reprochó ella confusa.
-Esta noche iba a soportarla, créeme -contestó sin importarle que no entendiera el doble sentido de lo que decía.
-Oh -la Ravenclaw miró a Louise y se acercó, varita en mano- ¿La despierto?
-No, iba a cometer un error -confesó rascándose la nuca.
-No entiendo -contestó su amiga.
-Ni falta que hace.
Maaika le observó en silencio, pronunció un 'Lumos' en voz baja y apuntó al suelo para no molestar a los cuadros. Aunque parecía estar tranquila, zapateaba el suelo con insistencia y sacudía la cabeza cuando su voz no acertaba la nota al tararear lo que parecía ser una canción de cuna.
-¿Estás bien, Sirius? -preguntó de repente.
Cogió uno de los brazos de Louise y se lo colocó sobre sus hombros. Imitándola, el Gryffindor le devolvió la mirada pensativo, no ignorándola, pero tampoco sabiendo qué responder. Si empezaba a hablar no sabría cuando parar, como siempre, solo que en esa ocasión no sabría cuándo exageraba ni cuándo actuaba como un egoísta, criticando a James y a Evans por hacer nada.
Solo gustarse.
Reprimiendo un escalofrío, intentó apartar ese pensamiento de su mente, aún guardando silencio. Maaika iluminaba el camino, volviendo a cantar en susurros; parecía cansada y algo triste, incluso molesta.
-¿Qué te pasa? -preguntó él finalmente.
-Echo de menos a mis padres -explicó sorprendiéndole- ¿Tú no?
-No.
-¿No?
-No.
Ella no sabía su situación familiar, pero tampoco parecía dolida ante el tono cortante que había utilizado para contestar. Seguía con la canción de cuna, alzando la varita mientras inspeccionaba su alrededor, como si fuera nuevo y no llevase cinco años viéndolo cada día.
-¿Sabías que las mantícoras canturrean mientras devoran a sus presas? -intervino la Ravenclaw de pronto.
-Algo leí -asintió sin estar muy atento a su compañera; creía haber escuchado pasos cerca suya- ¿Crees que podrías caminar un poco más deprisa?
-Yo creo muchas cosas -rió haciendo caso.
-¿Por ejemplo?
-Creo que estás asustado -dijo con una enorme sonrisa.
A su lado, Marsh se removió y ambos intentaron aumentar su velocidad.
-¿Asustado? -repitió con mofa- Soy un Gryffindor.
-Yo soy Ravenclaw y no sabía que las mantícoras canturrean mientras devoran a sus presas hasta esta mañana, cuando lo leí -contestó haciendo que parara de golpe.
Se olvidó de los pasos que los seguían y de la necesidad de llevar a Marsh a su Sala Común. Solo miró a su amiga, rendido y agotado, antes de dejar a la Hufflepuf en el suelo y sentarse junto a la figura dormida. Ignorando las quejas de los cuadros por la luz, Maaika se posicionó a su lado y lo miró con compasión.
-Creo que llevar un león en el escudo no te impide tener algo de miedo a veces -se explicó hablando con suavidad-. Yo llevo un águila y por ello no lo sé todo; soy lista, pero ignoro infinidad de cosas. Tú eres valiente, pero también eres humano.
-¿Y las dos al mismo tiempo? -respondió sin mirarla a la cara- Ni siquiera sé a qué tengo miedo.
-Lo dudo -replicó con retintín.
-¿Cómo vas a saber tú lo que sé o no sé yo? -gruñó cruzándose de brazos.
-He tenido un accidente, Sirius, pero no he perdido la memoria -recordó pinchándole con un dedo entre las costillas-. Te conozco lo suficiente como para tener en cuenta que hay una sola persona en este castillo por la que te comportarías como un crío.
-No soy un crío... -dijo entre dientes evitando su mirada.
-Claro que no. Entonces, ¿por qué no hablas con Potter? -preguntó confusa.
-Debe de estar con Evans... -masculló taciturno.
-Pues desahógate con Lupin.
-No, Remus me dirá que me porto como los de primero -desechó con rapidez.
-Si es así, somos dos contra uno -aplaudió victoriosa, ganándose reproches de las pinturas- ¿Crees que Potter se pondría también de nuestra parte?
-James no se andaría con tonterías -negó antes de intentar esconder una mueca de terror, sin éxito-. Él me cortaría el pelo como castigo.
-¿Te da más miedo cortarte el pelo que discutir con tu mejor amigo? -dijo sorprendida.
-No hemos discutido -admitió avergonzado. Ante su silencio, siguió hablando, más para sí mismo que para la chica-. Él no ha hecho nada.
Maaika siguió sin decir nada, observándole como si fuera algo procedente de otro planeta. Fue un ruido cercano y un gemido asociado al dolor lo que les llamó la atención y les obligó a levantarse.
-Llevemos a Marsh a la Sala Común de Hufflepuf -propuso Sirius, mucho más calmado que antes.
-¿Podemos pasarnos después por las cocinas? -preguntó ayudando a cargar a la chica.
-¿Para qué?
-Para ahogar nuestras penas en alcohol -bromeó imitando de mala manera una voz masculina.
-¿Alcohol? -repitió el merodeador riendo a carcajada limpia.
-O zumo de calabaza -se encogió de hombros-. Lo que encontremos antes.

Sirius Black, alcahuete en ratos libres (en proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora