Capítulo 24

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La Casa de los Gritos era, como menos, agonizante.

"La casa más embrujada de Gran Bretaña" la llamaban, pero la verdad escondida era mucho peor que lo que pensaban los habitantes cercanos a ella.

Ser consciente de la realidad les resultaba a todos una carga más pesada de la que habían pensado en un principio; ver e impedir que Remus se hiciera daño en su forma más peligrosa era una ardua tarea y les destrozaba a todos. Tenían cicatrices donde nadie de su edad debería tener esas marcas y recuerdos que borrarían a cambio de lo mínimo.

"Así es la vida" pensó Sirius resignado acercándose con sigilo a una de las habitaciones.

Lo que vio le extrañó, pues Maaika no tenía ataduras que impidiesen su movimiento y, además, parecía extrañamente feliz sentada en una polvorienta butaca con un enorme trozo de chocolate entre las manos.

No quiso hacer ruido porque tenía la impresión de que Louise no andaba muy lejos y prefería ser él quien tuviera la situación controlada, por lo que chistó con toda la suavidad que pudo y, sin dejarse ver por completo, se asomó en dirección a Maaika y le hizo los gestos mas exagerados y llamativos que se le pudo ocurrir.

La chica le vio de inmediato, lo que solucionó muchas cosas. Se le quedó observando con cierta inocencia y le enseñó el trozo de chocolate con alegría.

"Quizás le ha inmovilizado las piernas" pensó él a la desesperada.

Fingió una sonrisa para aprobar el dulce que su amiga le enseñaba y le hizo gestos para que se acercara a él, pero Ma no se movió. Señaló un punto a su derecha, un punto que Sirius era incapaz de ver dada su posición.

-¿Louise? -vocalizó sin hacer ruido.

Maaika asintió y volvió a comer con alegría, lo que le llevó a confundirse aún más.

Si lo que escuchó el día del partido no era una treta, la que debería estar con Maaika, quizás hasta maltratándola, era Kerry-Anne Woods; o en el caso extremo, White, el enemigo de James.

¿Sabrían que él estaba allí y por eso habían inventado un plan falso? ¿Cuánto tiempo llevaban compinchadas?

No quería que le viese; al menos no aún.

Volvió a hacerle gestos a su amiga y, cuando hubo conseguido su atención, cerró sus labios como si fueran una cremallera y procedió a transformarse en Padfoot. Mientras lo hacía, vio cómo Maaika abría los ojos y la boca con pura sorpresa, el chocolate balanceándose entre sus dedos, amenazando con caer. No pudo evitar reír; sabía que ella no contaría nada, por eso estaba tan tranquilo.

Pero la risa salió como un gruñido demasiado alto que en seguida hizo que Louise se acercara.

Se veía nerviosa. Se manoseaba mucho el pelo enredado y tenía la camisa mal abotonada, por lo que veía su sujetador de encaje rosa, demasiado pequeño para sus pechos. También estaba sudando ligeramente y miraba de reojo a la secuestrada, quien aún no se había movido de su expresión de sorpresa.

-Por... Helga -exclamó la pelirroja dudosa-. Eres un perro gigante. ¿Cómo has entrado?

-No creo que te responda -murmuró Maaika acariciándole las orejas.

Ante esa afirmación tan obvia, Sirius esperó alguna contestación sarcástica e hiriente, propia de cualquiera de las Marsh. Sin embargo, Louise sonrió y la miró con cierta ternura que le dejó medio atontado.

-Hablar con los animales es bueno para ellos -se encogió de hombros y le acarició el hocico con el dedo índice, realizando un suave camino sobre su pelaje.

Sirius Black, alcahuete en ratos libres (en proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora