Capítulo 3

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Hacía algo de frío el día en el que, al salir de su Sala Común dispuesto a ir a la biblioteca, a Sirius casi le dio un infarto. Si levantarse a las nueve de la mañana un sábado ya era doloroso de por sí, encontrarse con el rostro de su acosadora número uno a dos centímetros, era peor.

Louise Marsh era una chica Hufflepuf de su curso, alguien a quién intentó seducir un par de años atrás; tenía curvas voluminosas, una nube de rizos caoba, enormes ojos castaños y diminutas pecas sobre su nariz chata. ¿El problema? Estaba loca.

-¡Sirius! -exclamó al instante abrazándose a él- No es tu hora de levantarte, ¿te ha pasado algo? ¿Estás enfermo? ¿Tienes secuelas de la semana pasada? Intenté ir a enfermería para verte, pero McGonagall no me dejó y luego Peeves me distrajo y para cuando llegué, ya no estabas. ¡Me dijeron que abrazaste a una chica! ¿Quién era? No, no me lo digas, lo averiguaré. También sé que Katherine West intentó asesinarte, por eso estoy aquí, he venido a interrogarla. ¿Me dejas pasar a tu Sala Común, por favor? Será sólo un momento, subiré, hablaré con ella y después me marcharé, te lo juro. ¿Cuál es la contraseña?

-En realidad, Louise, tengo algo de hambre... -dejó caer.

-¡No digas más! -le cortó, separándose con ojos brillantes- Sé dónde están las cocinas, pero no se lo digas a nadie.

La chica, sin darle tiempo a decir nada más, salió corriendo, sin tropezarse por fortuna en las escaleras. Sirius, quien ya se veía libre para soltarse el pecho gracias al susto, fue por el mismo camino poco después.

Si aún no se había desecho de ella, era porque a veces resultaba útil. Honraba a su casa de la manera más radical guardándole lealtad, le defendía frente a los que hablaban a sus espaldas y en ocasiones ayudaba a los merodeadores en investigaciones varias para travesuras. Era algo así como su secretaria, pero locamente enamorada de él.

-¡Black! -gritó una voz femenina tras él.

-Buenos días, pequeño lobo disfrazado de cordero -saludó con sarcasmo cuando Katie llegó a su lado-. Te recomendaría tener algo de cuidado a partir de ahora.

-¿Por qué? 

-¿Conoces a Louise Marsh? 

-Oh, el Diricawl número uno (*). No preguntes -ordenó Katie con mirada amenazadora- ¿Qué pasa con ella?

-Sabe que intentaste matarme la semana pasada y quiere arreglar cuentas contigo -explicó con serenidad.

-¿Matarte? Fue sólo un placaje -se burló- ¡No! ¡Fue el intento de un placaje! Me lanzasteis un hechizo y estuve dormida dos horas.

-Pobre Remus... -asintió él suspirando- Aún le duele la espalda.

-Bueno, no me entretengas, que eso me da igual -interrumpió de nuevo pegándole un puñetazo para nada suave en el brazo- ¿A dónde vas?

- A la biblioteca -contestó sobándose el brazo; seguía sin entender cómo sus golpes era tan dolorosos siendo ella tan larguirucha. 

-¿Tú? -espetó riéndose, ignorando la expresión ofendida de Sirius antes de seguir hablando- Sé que vas a por Maaika. 

-Sí, pero no con el objetivo que tú crees -aseguró.

-¿No querrás casarte con ella, verdad, perturbado? -intentó adivinar horrorizada.

-No, eso es lo que quieres hacer tú con Lupin -sonrió con suficiencia, dejando estupefacta a la chica, y se marchó antes de poder recibir respuesta.

Si los viajes a la biblioteca iban a ser así siempre, prefería morir antes de volver a quedar en ese sitio para otra cosa que no fuera una cita.

-Madame Pince -saludó en un susurro a la bibliotecaria.

Sirius Black, alcahuete en ratos libres (en proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora