—¡Mamá, Papá, he vuelto y ya no estoy enfermo! —Oliver se abalanzó contento sobre el regazo de sus padres.
—¡Hijo, creí que nunca volveríamos a verte! —dijo su madre entre lágrimas.
Era primavera y su antigua casa que se hallaba a las afuera de la ciudad, estaba rodeada de miles de flores de colores vivos y fulgurantes que impregnaban el ambiente con agradable aroma.
—He venido por ustedes. Los necesito a mi lado —Una sonrisa se dibujó en sus sonrojadas mejillas y los apretujó de nuevo—, también quiero que conozcan a unos niños a los que les encantaría que ustedes fueran sus padres.
Incrédulos, de ver de nuevo a Oliver y con vida, sintieron que se hallaban dentro de un sueño y decidieron que sí en verdad lo era, no harían nada que los hiciera despertar a la cruel realidad de una vida sin su hijo al que tanto amaban. Así que sin pensarlo dos veces, corrieron hacia su habitación y empacaron lo necesario.
Un globo aerostático rojo y amarillo esperaba anclado en la pradera de las flores. Los tres subieron entre risas y abrazos y se perdieron en la inmensidad del cielo azul.
—¡Oliver! —gritó Nieve y corrió a avisarle a los demás niños que había vuelto junto a sus padres.
Tundrala estaba reconstruida y más verde que nunca. Las casitas de los niños construidas con caramelos, contrastaban con el follaje multicolor de los árboles fantasía. La Torre Nubila ahora tenía flores en lugar de esferas.
Los pingüilopis habían organizado una fiesta de bienvenida para los padres de Oliver. En cuanto los divisaron, corrieron a recibirlos y les pusieron collares de flores fabricados por los graciosos escárchlas, que desde que había llegado la primavera eterna en el polo norte, se habían convertido en pequeñas flores de distintas tonalidades.
Los padres de Oliver agradecieron por todas sus atenciones y la fiesta dio inicio. Oliver, travieso cómo lo había sido desde siempre, corría por todas partes junto a Cristi y Crispi; Nieve por su parte, trataba de esquivarlos, no quería que tropezaran con ella y tiraran los deliciosos pasteles que acababa de hornear.
El sol de primavera hizo brillar el colgante de Oliver, lo tomó entre sus manos y se sintió agradecido por no haber dejado de ser un niño.
FIN
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Los niños de hielo
Short StoryA Oliver no le queda mucho tiempo de vida. Una noche mientras observa los primeros copos de nieve de diciembre, ve a una misteriosa niña desde la luna, guiando a un grupo de pingüinos y rodeada de luces multicolores. La vida de Oliver da un giro cua...