El viento nocturno movía el cabello de Enzo, tapando su visión.
A pesar de eso su concentración era completamente imperturbable, mirando fijamente con ojos entrecerrados a todas las personas con vestimentas caras y refinadas llegar y ocupar sus respectivos lugares frente al enorme escenario decorado con flores blancas.— No hay autoridades— Comento Enzo con voz fría, captando al instante la atención de todos sus compañeros— Y no creo que sus brillantes zapatos les permitan pelear, a ninguno de ellos.
Baltashar soltó una risa de satisfacción.
— Si somos los suficientemente rápidos, nadie tendría porque darse cuenta de nada— continúo diciendo aquel chico que lideraba a todos los demás.
Hacía mucho tiempo que no hacían algo así. Pero últimamente el SourWood se había visto en aprietos económicos debido a su falta de suerte a la hora de encontrar los tesoros, y, además, si sumaban los problemas de apuestas del capitán, se podía ver venir con facilidad las siguientes deudas que tendrían con otros barcos meses después.
— ¿ya la viste? — preguntó impaciente Baltashar, quien miraba junto con Enzo y todos los demás fijamente al frente, Escondidos detrás de unos arbustos.
—no— respondió Swan concentrándose como nunca en su vida, intentando distinguir a la chica entre la tenue luz del alumbrado.
—idiota— resopló Baltashar— te recuerdo que eres el único que la ha visto, si no la reconoces venderemos tu trasero para recuperar el dinero perdido.— No creo que consigan mucha ganancia de él— comento Cyril, quien había estado callado hasta ese momento— es un completo inservible.
El viento se sentía pegajoso y húmedo. Sin embargo, a los invitados no parecía importarles en lo más mínimo. Swan miro con desagrado como todas las chicas cargaban con aquellos enormes vestidos de telas caras como si no fueran la gran cosa con ese calor infernal.
Gabrielle Lewis estaba por completo de acuerdo con los pensamientos del joven.
Mientras caminaba automáticamente por el sendero de piedras, no podía pensar en otra cosa más que en quitarse se enorme vestido de encima. El corsé que la habían obligado a usar ya comenzaba a molestarle y su elegante peinado yacía demasiado estático para su gusto sobre su cabeza.
— Francis estará ahí— le había dicho su madre mientras se vestían— si no consigues un esposo pronto, me temo que no sé qué haré contigo, Gabrielle.
La chica estaba segura de que en ese momento la expresión de su rostro no serviría para conquistar a nadie. Pero no podía evitarlo. La estaban obligando a casarse con alguien a quien nunca había visto en su vida y pretendían que se conformara con la idea por el único hecho de que aquel chico, Francis, era el único heredero de su padre.
Saliendo de sus pensamientos, Gabrielle miró a su alrededor, con la pequeña esperanza de encontrar alguna salida viable para ella de aquel mundo.
— ¡Es ella! — exclamo Swan, mirándola discretamente desde la distancia e indicándoles a los demás para que también pudieran verla.
Los cuatro piratas observaron a una chica de exótico peinado caminando en la lejanía.
— ¿Ella? — cuestiono Baltashar señalándola con el dedo— ¿pero que es ese enorme pedazo de tela inmunda que lleva puesto?
— será mejor que llamemos su atención desde aquí— comento Enzo con la misma expresión seria de siempre— si aparecemos los cuatro ahí de la nada tendremos problemas, dejemos esa opción para un caso de emergencia.
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Alta Mar
RomanceCuando Gabrielle, la hija de uno de los hombres más ricos del pueblo fue secuestrada hábilmente por piratas, todos perdieron la cabeza. Pero nadie la perdió en mayor proporción que ella misma. Mientras las semanas pasaban, todos olvidaron el tema y...