Gabrielle miraba al techo fijamente mientras se encontraba recostada sobre una de las angostas camas de la enfermería. Sus ojos no podían despegarse de aquel punto fijo que, al parecer, la protegía evitando así que las lágrimas que había estado almacenando en su alma, salieran. Pero toda su fortaleza se derrumbó al recordar una vez más donde estaba y una lágrima salada se resbalo por su mejilla para después perderse en su cuello.
Ella no sabía con exactitud qué era lo que extrañaba de su hogar. Sin duda no extrañaba las opresiones, las ordenes y la faceta que día con día tenía que mantener en su lugar para lograr ser aceptada sin ningún problema.
Ahí, en el barco, no se sentía sola. Pero después de todo se encontraba bajo un secuestro y la sola de idea de estarlo la hacía sentirse más oprimida de lo que había estado toda su vida. Y es que ahora no sabía que rumbo tomaría, todo cambiaría y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
Gabrielle miró su dedo. La línea en donde se había hecho el corte aún se mantenía rojiza y el ardor se volvió difícil de ignorar para ella.
Se levantó de la cama con movimientos lentos y camino hacia el escritorio con la esperanza de encontrar algo útil para mantener la herida neutralizada hasta que esta sanara. Cuando, de pronto escuchó el rechinido de la puerta al abrirse y una tenue luz iluminó la habitación, permitiéndole ver quien había entrado.
— Oh, lo lamento— Exclamó Gautier. La luz que se proyectaba al fondo lo hacía lucir más pálido de lo que realmente era. — Debí haber tocado antes la puerta.
Gabrielle se levantó de la silla.
— Solamente vengo por mi libro, creí haberlo dejado aquí— El doctor tomó un pequeño libro de bolsillo que reposaba sobre el escritorio de madera y sonrió, dejando ver sus dos dientes separados. — ¿Te gusta leer?
— En realidad, nunca antes había tenido un libro en mis manos— Gabrielle se encogió de hombros— Mi mamá decía que eran solamente para hombres.
Gautier la miró con expresión extrañada.
— Que interesante pensamiento— Dijo el delgado hombre y segundos después su mirada se desvió hacia el cajón abierto del escritorio. — ¿Buscabas algo?
— Ah, sí, es una tontería— La chica le mostró el corte de su dedo— Buscaba algo para vendarlo o algo así.
Gautier asintió con la cabeza.
— Ven, toma asiento— Dijo el doctor y después de prender una de las lámparas colgantes, saco una pequeña venda y la cortó en una tira aún más delgada. — Sí, es un corte profundo pero nada del otro mundo.
Una vez que terminó, Gabrielle le agradeció y el doctor salió de la enfermería dándole las buenas noches antes.
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Muy temprano, por la mañana, Gabrielle salió de la enfermería cerrando la puerta tras de sí. Baltashar le había recalcado varias veces que si quería desayunar tendría que levantarse más temprano ya que no les gustaban los holgazanes. Así que ahí estaba ella con unas grandes ojeras bajo sus grandes ojos marrones ojos debido a que la noche anterior ni si quiera pudo cerrarlos sin que un sinfín de pensamientos inundaran su mente.
— ¡Princesita! — Exclamó Baltashar apenas la vió entrar al comedor y toda la tripulación desvió su atención hacia ella. — Ven, siéntate.
— ¿Estás lista para desembarcar, niña Lewis? — Le preguntó el capitán una vez que se sentó a un lado de Swan y Cyril.
— Claro que sí— Respondió ella tomando un trozo de pan— Algo de tierra firme me vendría bien.
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Alta Mar
RomanceCuando Gabrielle, la hija de uno de los hombres más ricos del pueblo fue secuestrada hábilmente por piratas, todos perdieron la cabeza. Pero nadie la perdió en mayor proporción que ella misma. Mientras las semanas pasaban, todos olvidaron el tema y...