Capítulo 2

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Un terrible dolor de cabeza y molestias en el cuello fue lo primero que sintió Gabrielle al despertar la mañana siguiente.

Su mejilla se encontraba recargada en el cálido suelo de madera y poco a poco los recuerdos de la noche anterior llegaron a su mente rápidos y fugaces. Cerro los ojos de nuevo con fuerza, como si así pudiera desaparecer de ahí, pero fueron en vano todos sus intentos por convencerse de que solo se trataba de un sueño. El dolor de cabeza era demasiado real.

Con dificultad se incorporó y los mechones de su cabello, ahora completamente suelto, cayeron sobe sus ojos. Sus manos estaban atadas detrás de su espalda con una soga que comenzaba a irritarle la piel, Y un innecesario pedazo de tela rodeaba su boca.

¿Y ahora qué?

Apenas pudo distinguir a alguien la noche anterior, pudo haber sido cualquier persona y en ese momento podría estar en cualquier lugar.

Miro a todos lados. Era un espacio bastante amplio. El suelo era de madera y varias cajas se encontraban apiladas unas a otras reduciendo considerablemente el espacio. Nada más.

— Pero miren quien despertó. — Una ronca voz de hombre la distrajo de sus pensamientos y dirigió toda su atención a la persona que venía descendiendo por las escaleras— ya era hora.

Gabrielle lo reconoció al instante. Era el hombre con dientes de plata de la noche anterior. A plena luz del día pudo distinguirlo mejor.

Su no tan larga pero descuidada barba lo hacía parecer más viejo de lo que sus facciones rebelaban y sus ojos azules denotaban diversión. Una diversión que ella no pudo comprender. Su mirada se desvió a sus brazos, cubiertos con tatuajes cuyos significados eran imposibles de entender para ella. Fue entonces cuando se dio cuenta de que se trataba de un pirata. Y los suaves movimientos de las olas le indicaron que se encontraba dentro de un barco, probablemente a miles de kilómetros de distancia de su hogar.

— ¿Cómo pasaste la noche princesita? — pregunto el pirata sin dejar de sonreír. Era de baja estatura, muy baja a decir verdad. — oh, cierto, no puedes hablar.

Con un movimiento rápido retiro el pedazo de tela de su boca.

— Del asco— Respondió Gabrielle con el ceño fruncido— voy a vomitar.

— No seas tan grosera— dijo el hombre con el semblante ligeramente más serio.

— Es literal— Gabrielle hizo una mueca de desagrado— tengo un estomago sensible.

Baltashar negó con la cabeza con expresión divertida.

— Me lo imagino. Pero no has comido nada ¿Qué pretendes vomitar?

Y justo como si hubiera aceptado su reto, Gabrielle soltó todo su malestar en el suelo.

— ¡Qué asqueroso! — exclamo Baltashar con una mueca en su rostro.

Gabrielle se encogió de hombros.

— Te lo dije, estomago sensible.

— Bien, bien, eres una niñita ¿Qué podría pasar si te llevo arriba un momento? — Reflexiono el hombre poniéndola de pie para llevarla arriba.

Hassan salió de la cocina elegantemente vestido con pasos lentos y los ojos encandilados debido al intenso sol que alumbraba aquel día. Fue por eso que no estuvo seguro de que si lo que había visto hace un momento era realmente una chica con la cabeza fuera de la borda. Después de analizarlo y darse cuenta de que era real, frunció el ceño y camino sin prisa hasta donde se encontraba Baltashar, recargado sobre un poste con los brazos cruzados junto con Cyril y Swan.

Alta MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora