Enzo despertó justo a la misma hora de siempre.
Sin pensarlo dos veces, se levantó de la cama procurando no perder el tiempo ni un segundo. Enzo nunca había sido una persona que desperdiciara los recursos importantes, y para él, el tiempo era de las cosas más importantes que le quedaban en la vida. Por eso no lograba comprender por qué tenía que invertir parte de él para entrenar a una niña rica que estaba en su tripulación solo por simple capricho del capitán. Porque eso era; un capricho. No era que sirviera de mucho tenerla ahí, ocupando una de las camas de la enfermería.
Y para su mala (o buena) fortuna, ese día había amanecido de un peculiar mal humor.
Recogió una camisa blanca suya que se encontraba tirada en el suelo, la sacudió y acto seguido se la puso. Esta se había encogido, o eso fue lo que pensó, ya que le apretaba en los brazos, justo donde comenzaba el tatuaje que se había hecho años atrás. Lo mismo hizo con los pantalones que había usado la noche anterior. Y una vez que estuvo listo, se miró en el espejo de su camarote privado para colocarse la usual bandana que solía llevar en su cabello color caramelo, la cual solía realzar la hilera de perforaciones perfectamente alineadas que tenía en la oreja izquierda.
Salió de su camarote y con pasos largos y decididos camino hacia el comedor, en donde seguramente todavía se encontrarían preparando el desayuno ya que era demasiado temprano y usualmente él siempre era el primero en llegar.
— Hey, miren quién llego— dijo Baltashar a modo de saludo, como siempre. — deberías dormir más tiempo tu que puedes Enzo, yo daría lo que fuera por no tener que despertar tan temprano.
— Sabes por qué lo hago— se limitó a responder Enzo y paseo toda su mirada por la cocina, solo para encontrarse con Gabrielle y que su mal humor regresara. La chica lo atrapo mirándola fijamente, con expresión sería, y en lugar de retirar la mirada la mantuvo en los ojos del pirata mientras batía algo dentro de un recipiente que tenía entre su brazo.
— ¡Doc! De usted sí que me sorprende su puntualidad— dijo Baltashar a Abadie, quien estaba entrando a la cocina, ignorando por completo el anterior comentario de Enzo.
Una vez que estuvieron todos sentados en el comedor desayunando, Enzo no podía dejar de mirar con un infinito fastidio a Gabrielle, quien al darse cuenta de lo que hacía lo desafiaba con la mirada y le hacía mala cara al pirata, al cual no le importaba la actitud de Gabrielle, le importaba que en unos minutos tendría que pasar tiempo con ella, enseñándole todo lo que sabía aun cuando había decidido evitarla lo más que pudiera el día que entro a la tripulación del SourWood.
Una vez en la cubierta, se encontraban finalmente ellos dos solos; Gabrielle y Enzo. El chico, que por cierto le sacaba casi una cabeza completa, miraba a Gabrielle con expresión seria y brazos cruzados. Analizándola, hasta que ella comenzó a sentirse incomoda ante la imponente mirada de él.
— Bueno ¿Y por dónde empezamos? — preguntó Gabrielle.
De un momento a otro, Enzo hizo un rápido movimiento y una daga salió volando, pasando justo a un costado de la oreja de Gabrielle y clavándose en la pared de madera que se encontraba detrás de ella.
— ¿Qué es lo que pasa contigo? — Exclamó Gabrielle, con el corazón aun agitado por el susto que había pasado— estuviste a nada de clavármela en la frente.
— El primer paso— dijo Enzo acercándose a ella con pasos lentos y despegando la daga de la pared— es nunca bajar la guardia, bajo ninguna circunstancia, estés limpiando, cocinando, comiendo. ¿Entiendes?
— Lanzarme una daga hizo parecer como si quisieras matarme, no como si quisieras enseñarme una lección— comento Gabrielle molesta, ya que desde que llegó, Enzo había tenido esa mala actitud con ella.
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Alta Mar
RomanceCuando Gabrielle, la hija de uno de los hombres más ricos del pueblo fue secuestrada hábilmente por piratas, todos perdieron la cabeza. Pero nadie la perdió en mayor proporción que ella misma. Mientras las semanas pasaban, todos olvidaron el tema y...