Nuestras Vidas No Nos Pertenecen

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Lo prometido es deuda, publicaré la historia aquí en wattpad, si antes nos habíamos leído, sería un placer que disfrutaran del mismo viaje de hace años, y si es su primera vez leyendo este fanfic, espero que lo disfruten. 

Lo estaré actualizando semanalmente, todos los jueves. 

Espero que les guste.

~~

El viento le hacía difícil ver y la adrenalina era lo que lo empujaba a seguir. Se preguntaba dónde estaban los otros, llevaba un par de horas sin verlos. Estaba cansado y esperaba poder regresar a casa pronto. Parecía estar solo, lo único que oía era su forzada respiración y el crujir de las hojas. Estaba helado, no sentía sus dedos; no sabía si era por la baja temperatura o por el miedo. Su nariz le ardía y su cabeza le daba vueltas.

¿Dónde estaban todos?

Paró en seco. ¿Todos? ¿Quiénes eran todos?

No recordaba cómo había llegado ahí, ni con quien. Un quejido se oyó desde las sombras.

~~

La alarma de su despertador se sentía como golpes en su cabeza. Levantarse de su cálido cobertor era lo que menos quería hacer. El primer día de la semana siempre era una perra. Se sentó sobre la cama, llevando una perezosa mano a su cabeza, intentando calmar el dolor.

Apagó el ofensivo sonido proveniente del reloj, bostezando. Iba ser un largo día.

Caminó hacia la puerta de su habitación y la abrió sólo para echar un vistazo; por el pasillo olía exquisito, Mikasa seguramente estaba preparando el desayuno. Eren no sabía si admirar o envidiar la facilidad de su hermana para hacer... bueno ¡cualquier cosa! Entró al baño, esperando con ansias el desayuno, ella siempre lo consentía preparando sus favoritos.

Su cabello goteaba todavía cuando ya estaba sentado en la mesa esperando que su hermana le sirviera.

—¿Viste a Grisha? —le preguntó.

—No, se fue antes que despertara, seguramente tenía una emergencia en el hospital —Respondió la chica de cabello negro.

—Sí —murmuró Eren bajo su aliento—, seguramente.

La verdad, ver a Grisha tenía que considerarse como un evento especial del cosmos, más extraño que una lluvia de estrellas o un eclipse, ver a su padre tenía que ser algo que pasaba una vez en toda la vida. Eren había prácticamente criado a su hermana, después de la muerte de Carla, su madre.

—Te haría bien llamarlo padre, Eren —regañó Mikasa, pero simpatía se podía oír en su voz.

—Sí, bueno, lo llamaré padre cuando empiece actuar como uno.

Su hermana dejó el tema.

~~

Estaban en la parada de buses cuando oyeron una familiar voz:

—¡Eren! ¡Mikasa! —gritó un chico rubio, corriendo torpemente, con mejillas rojizas y jadeando por el cansancio.

—¡Armin! —Saludó a su amigo, Mikasa sólo asintió.

El pequeño de ojos azules no recuperaba su aliento cuando el transporte llegó.

—No puedo creerlo —respiraba con fuerza—, pensé que no llegaría a tiempo.

—¿Te pasó algo? —preguntó Eren, preocupado; subiendo al autobús.

Armin movió la cabeza de lado a lado, su cabello llegaba hasta sus mejillas y se agitaba con cada movimiento.

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