Capítulo 1: Renée.

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Estaba corriendo.

Desde que había llegado al campamento -e incluso mucho antes por lo que había escuchado- en varias ocasiones se había celebrado un juego llamado Captura la Bandera, en el cual, como su nombre lo dice, nos separabamos por equipos rojo y azul y comenzabamos a luchar a muerte por obtener la bandera del equipo contrario.

Vale, creo que me pasé un poco con el "luchar a muerte", pero no se me ocurre otra forma de nombrarlo cuando los duelos son, de hecho, con armas reales.

No era tan peligroso como parece. Todos estábamos equipados con armaduras griegas para evitar cualquier daño posible, con un yelmo y todo, y en la cima de éste un conjunto de plumas del color de nuestro grupo, en mi caso, el azul.

¿Que qué clase de campamento organiza este tipo de juegos?

Yo hice la misma pregunta al inicio.

El Campamento Mestizo lleva su nombre por una razón, y es que todos los campistas no son chicos comunes. Somos semidioses, hijos de un dios griego con un mortal. El campamento está pensado para mantener nuestra seguridad, y considerando todos los riesgos con los que vivimos día con día en el mundo, una partida de Captura la Bandera era como estar jugando con muñecas.

Y entonces allí estaba yo, luciendo ridícula en mi armadura de combate que de hecho me quedaba grande, corriendo sin rumbo por el espeso bosque del campamento.

Me detuve en un claro para tratar de regular mi respiración. Podía sentir mis latidos uno tras otro, y cómo no iba a hacerlo después de haber corrido de aquella forma.

Necesitaba agua. Estaba dispuesta a ir a buscar un poco, cuando escuché el crujido de ramitas en una parte cercana.

Saqué mi espada.

Miré a mi alrededor, tratando de distinguir el orígen del crujido, pero eso no importaba, porque poco después él me encontraría a mi.

-¡Renéeita!

Me fui de cara contra el suelo, y sobre mi espalda se encontraba Clara, con un yelmo y penacho idénticos a los míos, sonriendo alegremente.

-¡Clara! -dije, aunque sería difícil comprenderme debido a que bueno, me estaba aplastando. De alguna manera, lo hizo

-Oh, perdón -se movió de encima y yo pude levantarme para verla. Ella seguía teniendo la misma sonrisa en su rostro.

Clara y yo tenemos la misma edad, pero a veces ella se comporta tan infantil que parece ser menor que yo. No recordaba ni una sola ocasión en que la viera triste. Me puse en pie.

-¿Qué haces por aquí?

Ella mostró una enorme sonrisa. -Encontré su bandera.

-¿Qué?

-¡Sígueme! -y sin esperar una respuesta, tiró de mi de nuevo hacia dentro del bosque.

No le dije nada mientras corríamos, porque estaba muy ocupada tratando de que las ramas de los árboles no me golpearan, pero pronto estuvimos frente a una montaña de rocas a la que le llamábamos El Puño de Zeus.

-Allí está -Clara señaló hacia la cima

En ese punto estaba, reluciente a los rayos del sol, una brillante bandera de color rojo con el símbolo de Ares en ella. La cabaña de Ares era la que lideraba el equipo rojo.

Pero algo andaba mal. No había nadie alrededor, y la bandera tampoco estaba tan arriba, sólo bastaba escalar un poco para llegar hasta ella. No sé si estaba hecho a propósito o algo, pero eso se veía como un muy mal intento de trampa.

Pero por otro lado no parecía haber nadie espiando, y si nos quedábamos en el mismo sitio...

-Espera aquí -me acerqué a las rocas. Comencé a escalar una por una, sin mucha dificultad. Nada había pasado hasta ahora.

Escalé un poco más... la bandera sería nuestra dentro de un instante. Otra roca, y otra más... y sentí como si algo me empujara de nuevo hacia el suelo.

Frente a Clara y a mi estaba un chico, no mucho mayor que nosotras, parecía tener 16. Llevaba un yelmo con un penacho de color rojo, y su expresión seria combinada con el escudo y espada que estaba sosteniendo lo hacían ver como todo un guerrero.

Lo reconocí, era de la cabaña de Ares, lo que sólo podía significar una cosa: estábamos en problemas.

Clara y yo retrocedimos, sin hacer otra cosa que mirarlo, y él nos sostenía la mirada.

Nadie estaba dispuesto a moverse. El ambiente se sentía tan tenso en ese momento que incluso podía sentir el peso del aire sobre mis hombros. No se escuchaba ningún ruido, más que el susurro del viento y de cómo desordenaba a su paso las hojas de los árboles del bosque.

Estuvimos asi por varios segundos, hasta que finalmente el chico de Ares bufó.

-Bueno -comenzó a decir. -No me sorprende la ingenuidad de los hijos de Poseidón. Es una verdadera pena que eso no les será de ayuda en ganar.

Pretendí que eso no me ofendiera. Miré a Clara una vez más, seguía observando con la misma intensidad al hijo de Ares. Giré hacia la bandera, hacia el chico y entonces, hacia mi espada. Apreté la empuñadura.

Seguramente lo siguiente que planeaba iba a ser muy estúpido, pero se me habían agotado todas las opciones.

-...¡Ve por la bandera! -le grité a mi hermana al tiempo en que lanzaba una estocada al hijo de Ares, quien rápidamente la desvió colocando su espada en diagonal.

-Mala idea.

Me empujó con la empuñadura de su espada, y yo retrocedí. Sonreí.

-Me lo dicen mucho.

En ese momento se desató la batalla. Los movimientos eran tan rápidos que casi no estuve consciente de lo que hacía, sólo escuchaba los golpes uno tras otro del metal contra el metal y las hojas desgarrando el aire a nuestro alrededor.

Una cosa más, yo no tenía escudo. La verdad era que no me gustaba usarlos, porque por más extraño que suene, me parecen un estorbo al querer moverme, así que en varias ocasiones estuve a punto de que me hicieran en tiras. Afortunadamente, tenía buenos reflejos.

Recuerdo haber evitado por apenas unas fracciones de segundo una estocada, y antes de volver a atacar lancé una breve, rápida mirada hacia Clara. Estaba escalando las rocas.

Necesitaba darle tiempo. Patée al hijo de Ares en el estómago sólo para hacer que retrocediera, sabía que no iba a lastimarlo porque llevaba su armadura. Cuando él estaba dispuesto a contraatacar, escuchamos otro zumbido por arriba de nosotros.

Media docena de flechas atravesaron el claro en dirección a mi hermana, quien había estado a pocos centímetros de tomar la bandera. Tratando de evitarlas, resbaló por las rocas.

Después se escucharon gritos, como de una multitud emocionada. Varios chicos de la cabaña de Apolo corrieron dentro, sosteniendo nada menos que nuestra bandera azul. No esperaron, todos ellos continuaron corriendo hasta que alcanzaron la cima del Puño de Zeus y lograron poner nuestra bandera justo a un lado de la suya, entonces todo el equipo rojo estalló en vítores. El juego había terminado, y nosotros habíamos perdido.

-¡Tomen eso, equipo azul!

-¡La cabaña 7 es la mejor!

-¡Esperen, que tengo que escribir un haiku!

Lo que pasó después fue que vi desaparecer al hijo de Ares con el que había peleado entre toda esa ola de semidioses, que se lo llevaron cargando. Fue algo muy extraño, pero entretenido de ver.

Clara se paró a un lado mío.

-Debí haber tomado la bandera antes. Lo siento.

Yo le sonreí y la abracé de lado.

-Les ganaremos en la próxima partida. Por ahora, ¡vayamos al comedor!

Y comenzamos a correr a través del extenso bosque.

El Despertar de los SemidiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora