Capítulo 49.

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Me levanté de la silla tambaleándome debido a las múltiples vueltas que había dado en la silla giratoria de cuero negro, y sonreí sin poder creerlo aún. 

-¡Jason! –grité, con las lágrimas manando de mis ojos. Él se lanzó a mí y me cogió entre sus brazos, levantándome del suelo y dándome vueltas con él, apretándome tan fuerte que sentía que me aplastaba los pulmones. Pero no me importaba. Me concentré únicamente en aceptar su abrazo cálido y protector, sintiendo que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Se sentía hermoso y extraño a la vez el experimentar el primer abrazo que se da a alguien que no has visto durante mucho tiempo.

-Ven. Tengo que aprovechar a mi hermana al máximo –me dijo, bajándome, y mirándome con sus grandes ojos verdes. –Vamos a mi cuarto, ¿vale? –me dijo, tomándome de la mano con sus grandes dedos pálidos, y asentí frenéticamente. 

Ambos echamos a correr por el pasillo, ignorando los gritos histéricos del decano. Durante el trayecto de trote, observé a mi hermano saludar alegremente a casi toda la población estudiantil del lugar, y sentí una punzada de orgullo. Si una cosa positiva tenía que decir de mí, era que mi hermano era todo un sol.

Su habitación era de paredes azules con cuadros y pósters de chicas medio desnudas. Y cuándo no. 

Las camas estaban desacomodadas y había ropa tirada por todos lados. Jason se separó de mi lado para recoger algunas camisas y sostenerlas entre los brazos.

-Disculpa el desastre. No sabía que venías –dijo, sonriendo. Decidí tomarle el pelo.

-Ya veo de dónde lo saqué –me burlé, y él tiró la pila de ropa a un lado para despeinarme amistosamente. Seguidamente, me tumbé en la primera cama que vi, y olisqueé las sábanas. Una de las pocas cosas buenas que yo tenía era memorizar el olor de las personas, así que supe que esta cama era de Jason. Lo observé tumbarse a mi lado, y aún así me vi pequeñísima. 

Lo observé fijamente a la cara y suspiré. –Has crecido tanto –le dije, y él sonrió.

-Eso debería estártelo diciendo yo –me dijo, rodeando uno de sus brazos alrededor de mis hombros. 

Jason había crecido tanto desde que fue el adolescente del que me despedí por última vez hacía años. Su cara ya no era ovalada y casi regordeta, ahora su mentón era el de un tío que cruza los veinticuatro, su cabello había crecido y se lo dejaba en un despeinado casual, y estaba, por lo menos, tres cabezas más alto que yo. Pero, sin embargo, su sonrisa seguía siendo la misma.

-Tengo tantas cosas que contarte –le dije, y él acarició mi mejilla con el dorso de su mano, acomodándose sobre su costado para poder mirarme mejor.

-Yo también, pero mejor cierro la boca y dejo que empieces tú. Ya casi ni me llamas, zorra.

-Tú también puedes llamarme de vez en cuando, so cabrón –repliqué, y él me dio un golpecito juguetón.

-Como sea –rodó los ojos. -¿Qué es lo que tienes que contarme? 

Entonces, sentí que mi humor se desvanecía como si se hubiese tratado del pinchazo de un globo. Así de instantáneo. De nuevo sentí ese frío en la panza y una fina capa de sudor en la nuca. 

-Pues –suspiré, mirando al techo. -¿Por dónde empiezo?

-Por el comienzo sería una fantástica idea, genio –se burló, y yo le di un golpecito.

-No molestes –le dije, utilizando la frase de siempre, tal y como cuando éramos niños. Luego, tragué saliva, y me quedé en silencio, preparándome psicológicamente para cualquier reacción que Jason pudiera tener luego de que se enterara. Yo sabía que era mi hermano, que sería el único que jamás me traicionaría, pero aún así…

-Venga, ¿te ha comido la lengua el gato? –me dijo, juguetón. 

-Es que… No sé si pueda decírtelo sin que te molestes –le dije.

-¿Cómo crees que voy a enojarme contigo, tontita? –dijo, dándome un jalón de pelo. –Anda, suéltalo. 

Entonces, desde que solté la primera palabra, no pude parar hasta decir todo lo que tenía guardado por dentro. Por una parte se sentía bien, porque era como si hubiese estado cargando toneladas encima, y que de pronto éstas se estuvieran desvaneciendo. Pero por otra parte, tenía mucho, mucho miedo. Miedo porque Jason estaba ahí con rostro neutro. Su sonrisa se había borrado, y miraba el techo sin decir palabra. 

No estuve segura de cuánto tiempo me llevó decir todas esas cosas. Ni siquiera sentí la necesidad de detenerme a analizar si algo me había faltado por contar, porque era como si las palabras salieran de mi boca como una grabadora. Estaba resumiendo años y años de mi vida en simples palabras que ni siquiera sabía que tuviera almacenadas en mi cerebro. Supongo que nunca terminas de conocerte a ti mismo.

Cuando terminé, apenas pasaron algunos minutos de silencio por parte de Jason, y comencé a preocuparme. Finalmente, suspiró y me miró con sus grandes ojos verdes, y me abrazó, acariciando mis cabellos castaños como los de él.

-Está bien –me dijo, con voz mesurada. –Lo que no comprendo es… es por qué diablos no me llamaste, Lily.

-No quería preocuparte –admití, con voz trémula. –Pensé que te molestarías conmigo.

-¿Qué? ¿Por qué haría eso?

-Porque… bueno, mírate. Estudias en una universidad increíble, tienes amigos increíbles, apuesto a que tus calificaciones son increíbles también, y luego estoy yo, que ni siquiera… -me corté, porque las lágrimas amenazaron con salirse de mis ojos, y parpadeé.

Intentó negar con la cabeza, como si hubiese recibido alguna noticia de muerte, y suspiró, estrechándome aún más entre sus brazos, como si quisiera protegerme. -¿Cómo diablos viniste hasta aquí?

Tragué saliva. –Di una sesión de fotos para Elle de prueba. Pero en realidad sólo he venido para verte.

Me soltó para ponerme frente a él, y sentí un vacío en la panza. -¿Quieres decir que dejaste Londres para venir con desconocidos? ¿Tienes idea de lo que pueden hacerte? –casi gritó, y yo deseé llorar.

-Es que en realidad no estoy del todo sola –le dije, y él frunció el ceño. 

-¿Qué?

Tomé aire. -…Hay algo que me faltó contarte.

Wild. ||A Harry Styles Fanfiction||. -BarbiieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora