PRÓLOGO

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Año 2071

Hace aproximadamente diecinueve años, Estados Unidos se quedó sin energía. Se quedó a si sin más a ciegas, haciendo que el mundo se sumiera en el caos. Los medios de transporte dejaron de funcionar y los medios de comunicación quedaron en silencio. Los coches se pararon automáticamente, los aviones cayeron del cielo y los trenes chocaron unos con otros. Todo el mundo estaba sumido en la confusión y la gente no sabía qué hacer. Yo era demasiado pequeña como para entender que era lo que estaba sucediendo, y la verdad es que no recuerdo muy bien como reaccioné al apagón, pero lo que sí sé, es que al final me acostumbré; me acostumbré a ver a gente corriendo sin saber dónde ir. A las enormes manifestaciones que no se acababan nunca. A ver diariamente la desesperación de gente.

No sé si solo Estados Unidos se quedó sin electricidad o fue en todo el mundo. De hecho, no sabemos ni si el apagón fue en todo el país o parcialmente a una parte de este. Las noticias tardaron un par de años en llegar a nuestro pueblo y cuando lo hicieron, descubrimos que no solo era en los alrededores y que era más grave de lo que parecía. Nosotros creemos que el apagón (que es como lo llamamos nosotros) se ha extendido a todo el mundo. Es imposible que haya ocurrido solo en Estados Unidos y que no lo hayan solucionado en los casi veinte años que han pasado.

Ahora solo vivo con mi abuelo y mi hermano, en un pequeño pueblo llamado Killen, Alabama. Aunque mis primeros cinco años los pasé en el mismísimo centro de Illinois.

Actualmente mi familia solo la componen ellos dos, pero hasta que cumplí los seis años también tuve una madre y un padre, incluso una hermana pequeña. En verdad no recuerdo mucho y la mayoría de veces que lo intento solo oigo los gritos y la negrura de la ciudad. Aun así, mi mente piensa en ellos constantemente, casi los siete días de la semana. En como todo ocurrió demasiado deprisa y en cómo no tuve la oportunidad de despedirme de ellos.

Lo que si recuerdo con bastante claridad es lo que pasó el día en que todo dejó de funcionar:

Todos estábamos contando los días en el que al fin pudimos salir una semana de vacaciones, emocionados por salir de la rutina. Mi padre en especial estaba muy ilusionado por estas vacaciones, pues se había pasado meses trabajando sin parar. Decidimos alquilar una cabaña a las afueras de Lexington, a unos cuarenta minutos en coche de la casa de mis abuelos, donde justo esos días se celebraba una fiesta en el pueblo.

Al pasar dos noches, yo cogí un poco de fiebre. Mis padres ya estaban acostumbrados a mis repentinas caídas de salud y no se alertaron mucho. Era sobre el medio día cuando recibimos una llamada. Recuerdo a mis padres muy nerviosos ese día y en cuanto mi hermano preguntó qué era lo que pasaba mi madre le explicó que la abuela estaba un poco enferma y que tenían que ir a verla. Yo me alerté mucho al oír eso; adoraba a mi abuela y quería ir a verla, pero mis padres decidieron dejarnos a mi hermano y a mí en casa para que yo descansara y llevarse a Jenny con ellos. Suponía que debía de ser grave si no me dejaban ir, y recuerdo haber estado llorando prácticamente toda la tarde.

Nos avisaron de que no volverían hasta el día siguiente y mi hermano, que en ese entonces tenía once años, me cuidó durante toda la noche. Al día siguiente me pasé toda la mañana en la cama y cuando de nuevo llegó el atardecer, aún no teníamos noticias de mis padres.

Entonces, como a media noche algo extraño pasó; una luz cegadora ilumino la oscuridad de la habitación y un tremendo estruendo sacudió la casa. Comencé a gritar sin parar. Recuerdo como mi hermano vino corriendo a mi cama y me abrazó muy fuerte, pidiéndome que me calmara. Lo siguiente que recuerdo es que los dos mirábamos embobados por la ventana, hacia el cielo, a unas luces de colores que me tenían totalmente hipnotizada. Eran realmente preciosas, brillantes y de absolutamente todos los colores. Durante ese rato, las luces hicieron que me calmara un poco, pero esa tranquilidad no duró mucho, porque al poco rato, los colores desaparecieron, sustituidos por una oscuridad total. Las farolas ya no emitían luz, y tampoco se oía la música proveniente de la feria. Lo único que se escuchaba eran las exclamaciones y los abucheos de la gente.

Empezamos a contar las horas para que nuestros padres regresaran. Esperamos y esperamos, pero ellos nunca llegaban a la casa. Así pasamos dos días, hasta que nos dimos cuenta de que o bien les había pasado algo, o que la abuela estaba más enferma de lo que nos habían dicho. Los teléfonos no funcionaban, así que al final guardamos todo lo de valor y salimos de la casa. Cogimos la nueva bici de mi hermano y seguimos la carretera durante lo que parecieron días.

En el camino nos encontramos con muchos accidentes de coche. No paramos para mirar ninguno de ellos ni si había supervivientes, mi hermano se encargó de que no bajásemos el ritmo mientras yo lloraba y lloraba. Horas y horas después, al fin llegamos a la casa de campo de mis abuelos. Ellos estaban muy nerviosos y preocupados, e iban diciendo algo de un teléfono y de que no podían llamar.

No recuerdo mucho sobre lo que sucedió durante el siguiente año. Creo que entré en un estado de trance. Al fin y al cavo éramos demasiado pequeños y aunque sé que mi hermano se acuerda de más cosas, él se niega a repasar los acontecimientos de ese día.

Solo sé que en el momento en que ocurrió todo, mis padres volvían a la cabaña.

Nunca más supimos nada de ellos, y aunque no quisiéramos admitirlo en su momento, podemos hacernos una idea de lo que les ocurrió.

Mis abuelos nos adoptaron y nos criaron, incluso después de fallecer mi abuela un año después, mi abuelo se encargó de nosotros. Lo considero un pilar fundamental en mi vida y sin él no sé qué hubiésemos hecho. La muerte de mi abuela nos afectó mucho a todos, sobre todo a él y aún a día de hoy los seguimos echando a todos mucho de menos.

Desde entonces hemos estado sobreviviendo de lo que plantábamos. Al principio se hacía duro y extraño vivir sin electricidad, pero por suerte nos adaptamos rápido gracias al huerto y a los animales que tenían mis abuelos. Cerca hay un bosque donde cazar y ríos cristalinos de los que podemos beber.

Supongo que hemos tenido mucha suerte.

Así que seguimos viviendo día a día, con la incertidumbre de no saber qué es lo que pasó realmente.

El secreto de las auroras borealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora