Roger Taylor #2

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There’s No Age For Love…

Muchas veces, el amor que estaba contenido dentro de mí me estaba llevando al borde de una locura inmensa, ese amor jamás sería correspondido por el hecho de que él era casado, muchísimo mayor que yo y que yo era sólo una insignificante fanática más de aquella grandiosa banda setentera. Sólo ver esos hermosos zafiros brillantes me hacían sentir viva, plena y feliz… Ningún otro hombre sería digno de ese amor tan sincero que le profesaba al rubio de 67 años. Ninguno.

—¡Miranda, hija, baja o perderás tu vuelo!— dijo la dulce voz de mi madre desde la planta baja, di un pesado suspiro y miré por última vez mi cuarto, la universidad londinense me esperaba y con ello una nueva vida.

—Ya voy.—

Recorrí mi habitación con la vista, sí que la extrañaría, era mi escondite donde me sumía en la creatividad de Stephen King, dejaría mi cómoda vida en New York para estudiar Literatura Inglesa en la vieja universidad de Cambridge. ¿Nerviosa? Ni dudarlo, pero tenía la diminuta posibilidad de verlo en persona pero unos segundos no me bastarían para decirle lo mucho que lo amo, que por él, literalmente, vivo.

—Roger…— suspiré pesadamente y tomé mi mochila, dispuesta a bajar a la sala donde mi nostálgica madre me esperaba al borde del llanto.

Mucha gente decía que una chica con mi aspecto jamás llegaría a ser algo, me causaba gracia y rabia al mismo tiempo pues las palabras de los demás me tenían sin cuidado.

<<Una chica con tatuajes y perforaciones no es más que una delincuente.>>

¡Ja! Sí pero esta delincuente logrará lo que muchos no, así que podrían besar mi bello culo e irse al infierno.

Como había predicho, mi madre estaba llorosa sentada en el gran sillón color cereza, sorbía los mocos de su nariz y limpiaba las traviesas lágrimas que caían sobre sus mejillas. El camino al aeropuerto fue en silencio, un triste silencio que logré romper con algo de música, estaba Led Zeppelin en la radio, sonaba Whole Lotta Love y tanto mi madre y yo comenzamos a canturrear, al final reímos y nos miramos en complicidad, era tanto que le agradecía a esta mujer… Cuando mis estudios acaben, llevaré a mi madre a vivir a Londres conmigo.

(*)

Después de una dolorosa despedida y un largo vuelo, llegué a la capital inglesa, estaba cansada, hambrienta y para colmo, casi no había taxis debido a las altas horas de la noche. Mierda. Me detuve en un hotelucho y me registré para pasar la noche, mañana me iría a la universidad, era demasiado tarde y quizá el edificio estaría cerrado. Vaya buena suerte la mía.

A la mañana siguiente, me apresuré a salir de ahí para ir a registrarme en la universidad, no pude evitar pasar por Kensington, como toda fanática de Queen, Garden Lodge era una visita obligatoria. Había una rendija que me dejaba ver el hermoso y floreado patio donde muchas veces mi amado Freddie paseaba y vivía. Habían una ventanas en las que las cortinas estaban abiertas como si alguien estuviera ahí, una delgada silueta masculina pasó por la ventana del segundo piso y del susto, alejé mi cara de la rendija. ¡¿Freddie se aparecía en su casa?! ¿Era realmente su espíritu o era mi imaginación emocionada que me hacía ver cosas? Sacudí mi cabeza y me encaminé a la parada del metro Earls Court. Llegué al instituto en cuestión de minutos, siempre he amado los castillos y Cambridge era precioso, me recordaba al colegio de Harry Potter, Hogwarts, o a los castillos donde las princesas de Disney solían vivir con sus príncipes azules… De nuevo ese color, azul, tan bello como sus ojos, dejé ese pensamiento de lado y entré a una oficina.

~One Shots~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora