Soft |À demain #2|

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Los rayos de sol primaverales se filtraron por la ventana de la habitación de la joven, que abrió los ojos con cierta reticencia.

Su vista se acostumbró rápidamente a la claridad del día y se levantó de su cama, preparada para empezar su rutina diaria.

Entonces, evocó el recuerdo de la noche anterior, y su mano tocó sus labios inconscientemente, queriendo volver a sentir aquel contacto con el joven de ojos verdes.

Sonrió, sonrojada levemente por aquel atrevimiento que aún no creía real. No entendía de dónde había sacado tal fuerza de voluntad para hacerlo.

Bueno, eso no era lo importante. Ahora tenía que pensar en como iba a mirarle a la cara aquel día sin ruborizarse como un tomate.

Era inevitable encontrárselo. Justamente ese día tenían que entrenar por equipos, y con la suerte que tenía, seguramente le tocaría con él.

Suspiró mientras recogía su cabello violáceo en su habitual lazo, y salió de su habitación.

-Buenos días, Shinoa -dio un respingo al oír el inmediato saludo a sus espaldas, pensando por un instante que era el mismo que ocupaba sus pensamientos.

Para su fortuna, sólo era Yoichi.

-Bu-buenos días -dio media vuelta y saludó, aún algo nerviosa.

-¿Pasa algo? -el castaño la miró con intriga, seguramente se había dado cuenta de lo nerviosa que estaba.

No era para nada normal en ella, y lo sabía. Incluso el inocente Yoichi se daba cuenta de ello. ¿Cómo pensaba entonces ocultárselo a Yuu?

-Nada, estoy bien -trató de que su voz pareciera normal y que su sonrisa no se notase forzada.

Funcionó, o eso pensaba, pues el chico no hizo más preguntas al respecto.

-¿Vamos a buscar a los demás? -propuso él, con su habitual sonrisa sincera.

Shinoa asintió, conforme. Sin embargo, el mero pensamiento de ver al joven Hyakuya le provocaba nerviosismo y ansiedad.

Hizo todo lo que estuvo en su mano para aplazar su inevitable encuentro, pasando primero por las habitaciones de Mitsuba y Kimizuki.

-¿Y Yuu? ¿No habéis ido a por él? -preguntó la rubia.

-No, conociendole, seguramente siga durmiendo -respondió la muchacha de orbes castaños, con falsa indiferencia-. Asi que lo dejamos para el final.

-Pues vamos -comentó el chico de gafas-. Si sigue dormido, me encargaré de que se despierte.

-Creo que no hará falta -intentó apaciguar Yoichi-. Seguramente ya se haya despertado con toda la luz que hay.

Razón no le faltaba. Aquel día era especialmente luminoso, y aquel brillo despertaba a cualquiera.

-Con ese chico nunca se sabe -replicó Kimizuki.

Ya visualizaban la habitación del joven de orbes verdes, y Shinoa sintió que su corazón se desbordaba. Las escenas de la noche anterior volvían a su mente, y sentía arder su rostro como si de fuego se tratase.

-Chicos, acabo de recordar que tengo que hacer una cosa -anunció, dominando su tono para que el nerviosismo no se notara-. Os veré luego.

Sin esperar respuesta, dio media vuelta y se alejó lo más posible de aquel lugar.

Pensaba que podía huir, pero no pudo estar más equivocada...

Al correr por los pasillos sin rumbo fijo y sin mirar hacia adelante, era inevitable que acabara chocandose contra alguien. Sin embargo, la persona la atrapó antes de que se estrellara fuertemente, tomándola por los hombros.

-¡Hey! ¿Qué te pasa? -recriminó una voz, molesta.

Una voz que ella conocía demasiado bien.

Alzó la cabeza lentamente, insegura y temerosa. Suplicando clemencia a quien la escuchara, pues era la última persona que quería ver en aquellos instantes.

«Maldita sea mi suerte»

-¿Shinoa? ¿Qué te ocurre tan pronto? -sus orbes verdes estaban más que preocupados, y aquello no hizo más que aumentar el nerviosismo de ella, que empezaba a sentir su rostro candente.

-Na-nada... -respondió, pero la falta de seguridad en su voz indicaba que no era sincera-. Sólo... tengo que irme...

Trató de deshacer el agarre, deseando escapar de aquel lugar. ¿No se suponía que debía estar durmiendo aún? ¿Qué hacía ahí? ¿Acaso había madrugado justo ese día?

-Tú no vas a ninguna parte -su respuesta burlesca, divertida, hizo que el corazón de la joven Hiragi se parase por un instante.

El chico la arrinconó contra la pared, agarrando los brazos de la de orbes castaños por encima de su propia cabeza y sonriendo con superioridad.

-¿Qué demonios haces? -preguntó ella, tratando de no tartamudear-. Sueltame ahora mismo.

-Aún me debes una por lo de ayer, Shinoa -el muchacho acercó peligrosamente sus rostros, de manera que sólo escasos centímetros separaban sus labios.

-¿A-ayer...? -cuestionó, incrédula.

No se podía referir ese beso... ¿verdad?

-Sí, creo que es mi turno -con aquellas palabras, simplemente eliminó la poca distancia que les separaba y la besó.

Simple. Fácil. Maravilloso.

Podría pasarse horas poniendo nombres a lo que sintió en aquel momento, y jamás acabaría. Era una emoción sublime, llena de dulzura y cariño...

Era un tacto ligero como una pluma. Algo...

Suave.

Sí, era lo que mejor describía aquel sentimiento. Era suave, como si tocara una nube, como si flotara en el aire.

Suave como la brisa primaveral que se llevaba los pétalos de los cerezos en flor.

Y, como las hojas que se dejaban llevar por el viento, ella cerró los ojos y correspondió el beso con gran pasión, dejándose arrastrar por aquel sentimiento.

Porque ese era el comienzo de algo mucho más grande.

Era el comienzo de un nuevo amor.

One-shots de: Owari no SeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora