Prólogo

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¿Qué os voy a decir? Siempre he creído que vivir en este edificio sería un plus añadido a mi forma de vida, que habernos mudado de esa casa ya derruida y que se estaba cayendo a trozos sería lo mejor que ha pasado en todo el tiempo que llevo existiendo.

No, no me he mudado de ciudad, siempre he vivido en New York, pero siempre lo digo en español, en inglés me suena raro.

Como iba diciendo, este edificio podía ser lo mejor, con mi homosexualidad totalmente al descubierto, no mal piensen, con buenos amigos, con unos padres divertidos que me aceptaron al momento, aunque ellos dijeron que ya lo sabían, que no les importaba. Los amo por eso.

Pero no, siempre viene alguien y me jode la tranquilidad. Esta vez no será por tan solo un momento, sino todos los días. ¿En qué me baso para estar tan seguro? Pues lo que está ocurriendo ahora.

Estoy tan tranquilo limpiando la casa con la música en voz baja para no molestar a los vecinos cuando aporrean la puerta con un grito que me hace suspirar.

Y antes de que os diga lo que grita, os voy a decir que sí limpio yo sólo la casa. Mis padres trabajan todo el día, menos a la hora de comer, que vienen para estar conmigo. No me importa que no estén, sé que trabajan para mantener todo lo que tenemos a raya, aunque siempre podemos permitirnos los caprichos. Aun así, los quiero, no dejaré de amarlos por ningún momento.

Ahora, volviendo a lo que grita el gilipollas este...

—¡Baja el volumen, maricón de mierda! —la frase de todos los días.

Ruedo mis ojos, cansado de que este tío no pare de hacer el estúpido, y camino hasta la puerta con la escoba en mano aún, esa era la tarea que estaba haciendo, barrer el suelo, pero ahora voy a barrer los gilipollas de la puerta.

Abro la puerta y me vuelvo a cruzar con esa mirada azulada llena de odio, su cabello castaño que yo noto un poco rubio junto con esa barba muy poco poblada es lo que le hace parecer guapo, pero como siga así le voy a romper la cara, así no podrá ligar en su vida.

—Vaya, vaya, pero si es el mismísimo Drake —digo con un tonto burlón, haciendo una pequeña reverencia que llega a hacerle enojar un poco más—. ¿En qué le puedo ayudar?

—¡Deja las tonterías conmigo, chaval! Baja el volumen, no puedo trabajar bien con todo ese ruido.

—¡Deja las tonterías conmigo, chaval! Baja el volumen, no puedo trabajar bien con todo ese ruido

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Como no, este tío me saca las castañas.

—El volumen está muy bajo, señor —no va a ganar nunca en la vida, aunque mis padres me hayan enseñado bien, este tío me saca de quicio—. Además —miro el pasillo del piso—, no veo que algún otro vecino se queje de mi música. Y tengamos en cuenta que tú vives tres pisos más arriba, ¿cómo lo puedes escuchar si ni siquiera llega dos pisos de distancia?

Le he dejado alucinado, pero retoma el control y responde.

—No lo sé, pero yo lo oigo.

—Solo vienes para joder. Desde que me mudé y te enteraste, no sé como, de mi homosexualidad, solo has venido a joder los días. ¿Qué quieres? ¿Que me vaya?

—Eso estaría genial —responde con un tono brusco.

—Si fuera mayor de edad y tuviera mi propio trabajo, ten en cuenta que me hubiera ido al momento que supe cómo eras.

—Yo soy un cielo, pero con gente como tú no lo soy.

—Todo ese odio y rencor se debe a algo de la infancia o que tus padres te han enseñado a ser así.

—¡No te metas en mi vida!

—¡Pues tú tampoco jodas la mía! Puede que tenga diecisiete años, pero soy todo un demonio cuando me provocan, y no digo de la forma buena. Ahora mismo, si pudiera, te metería el palo de la escoba para que te fueras andando como un pingüino, pero por respeto a la escoba, no lo voy a hacer.

—¿Me estás amenazando? —acerca su rostro peligrosamente, enseñando los dientes en señal de amenaza no verbal.

—¿Y tú por qué te acercas tanto? ¿Acaso quieres un beso?

Se aleja con una velocidad de vértigo, al final yo voy ganando. Escupe al suelo y me lo vuelve a repetir antes de irse.

—Baja el puto volumen, maricón —se va alejando, enseñando ese trasero que tiene.

Maldito cabrón...

—En tus sueños —le digo antes de que desaparezca por las escaleras.

Cierro la puerta, sonriendo por la victoria que acabo de archivar junto a las otras. Este, hasta que no gane, no se cansa. De eso estoy seguro.

Bueno, ya sabéis con lo que tengo que lidiar todos los días. Al final me duelen mis ojos grises de tanto aguantar la mirada, incluso mi cabello negro se ha alborotado. ¿Cómo puede ser que una persona así no esté muerta?

En serio, necesito que se vaya de mi vida, no lo quiero cerca, solo me amarga los días de vida que tengo.

Ojalá me lo encuentre menos seguido, porque no lo soporto.

Homofóbico Idiota (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora