Capítulo 5.

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El velorio de la señora Jessica McLander se celebró al atardecer del último día de agosto. A este acudieron un total de treinta y cinco personas, entre las que se encontraban Sasha, unos cuántos conocidos de la escuela y familiares. Fue una despedida silenciosa, donde apenas y llegaron a decir unas cuantas palabras de respeto y se tiraron más de una lágrima.

Babi estuvo toda la reunión junto al ataúd de su madre, mirándola con el corazón entre las manos y llorando en voz baja. Muchos apenas y se atrevieron a irle a dar el pésame. Debo reconocer que tardé más de lo que hubiese querido en acercármele, me sentía como una invasora o como si mi simple presencia representase una grosería; ella sonrió a medias cuando me vio y me dio un largo abrazo que no rompí hasta que Babi lo hizo.

Permanecí en el sitio hasta que hubo como máximo cinco personas. En ningún momento pude estarme quieta y me vi envuelta en un conjunto de tareas auto-asignadas: preparé una merienda para los invitados junto a la tía de Babi, ayudé a la organización de los rezos pese a que no supiese genuinamente de qué iba aquello y me dediqué a fregar la cocina hasta que ésta estuvo rechinante de limpio. Sentí que era lo mínimo que podía hacer.

Cuando tuve que irme mis amigas y yo nos reunimos en la sala de estar, apenas e intercambiamos unas cuantas miradas y muy pocas palabras que resultaron irrelevantes en ese preciso momento. Nos abrazamos con efusión, con un sentimiento implícito que provocó que se humedecieran nuestros ojos.

Fue extraño en ese momento, pero supongo una parte de mí supo que esa sería de las últimas veces que volvería a ver a Sasha y a Babi.

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Los días se pasaron volando. Mi rutina apenas cambió tras lo ocurrido en Highland Park y toda la atención de los medios que duró a los mucho una semana; mis padres terminaron asustándose por obvias razones y se volvieron aún más sobreprotectores conmigo: me llevaban y traían todo el tiempo y cada que quería salir — así fuese al Starbucks más cercano — ellos siempre iban conmigo, pisándome los talones. Si bien entendía su postura, no impedía que me sintiera asfixiada por ello.

No volví a recibir una tarjeta o algún detalle de Ezra tras el enorme arreglo floral que, para entonces, ya estaba marchito. Una parte de mí estaba triste al respecto, cual romántica empedernida ansiosa de palabras cuidadosamente seleccionadas para convertirlas en poesía; y otra, a la vez, estaba rotundamente aliviada. Era sumamente confuso.

Si bien estaba segura que amaba a Ezra Dambers, con cada uno de sus defectos incluidos, aquello no quitaba la espinita que me había dejado la conversación con Babi y la repentina muerte de Jessica.

Ezra, sin duda, era alguien fuera del arquetipo de príncipe de Disney y con un posible historial cuestionable detrás de su faceta de amante; y el hecho de que no supiera mucho de su vida más allá de lo que había decidido contarme, además de que nos hubiésemos conocido en el Tártaro... bueno, me dejaba mucho en qué pensar.

Emily [LIBRO 1: SAGA E] || ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora