Capítulo 6.

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                                                                                   (***)

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La visita de Antonie Pittsburg no pasó desapercibida por mis compañeros de la compañía, mucho menos por la señorita Pete y el señor Hall, quienes me interceptaron después del ensayo y me hicieron toda clase de preguntas. Yo contesté lo mejor que pude, aún no superaba del todo que uno de mis más grandes ídolos hubiese hablado conmigo y le hubiese gustado mi trabajo.

Sin embargo, pese a que ser el foco de atención siempre había sido mi fuerte, fue inevitable que cada que me preguntaban algo relacionado al programa o mi cita con Antonie, yo me pusiese sumamente nerviosa. Esto era importante —probablemente la decisión más importante de mi vida, — y no quería echarlo a perder.

Mis padres también fungieron como un eterno recordatorio de cuán presionada me sentía, insistían tanto con el tema que, a veces, me daba miedo volver a casa y enfrentarlos. No fue casualidad que en más de una ocasión me detuviese una o dos horas en mi café favorito y disfrutase de mi soledad.

Con Sasha y Babi apenas y compartí unas cuantas palabras, desde la muerte de la madre de Babi ellas se habían vuelto completamente ajenas a mí y, pese a que una parte de mí entendía, me dolía muchísimo. Había perdido a las únicas dos amigas que tenía de repente, que era imposible no sentirse miserable.

El martes por la mañana salí a correr con mi madre como cualquier otro día, no hablamos mucho y estuvimos concentradas casi todo el tiempo en nuestro trote constante y la música en nuestros audífonos inalámbricos. Posterior a ello, pasamos a un Starbucks a desayunar y, tras hacer una parada en casa para acicalarnos un poco, nos fuimos de compras. Mi madre hizo mucho hincapié en cuán importante era que diese una buena impresión — aún cuando Antonie me había visto, muy probablemente, con el maquillaje corrido —, por lo que no fue una sorpresa que saliéramos de las tiendas con un montón de bolsas... no quise ni pensar en cómo reaccionaría mi padre al ver la factura de la tarjeta de crédito.

Recibí muchas llamadas ese día, incluida una de mi abuela, la imperiosa Andrea Blandler: una mujer chapada a la antigua y con un carácter tan rancio, que era inevitable sentirse atacado cada que salía una palabra de su boca; y también varios arreglos de flores por parte de la compañía, algunos periodistas y amigos de mis padres. Disimulé muy bien mi decepción cuando no vi nada por parte de Ezra.

A medio día, la visita de Tyler tomó por sorpresa a todos los miembros de la casa. Mi madre se puso como loca a ofrecer cientos de bebidas diferentes y se fue derechita a la cocina a preparar un tentempié, mientras que yo no hice más que tratar de no avergonzarme por los comentarios tan fuera de lugar de Tina. Ella amaba a Tyler y carecía de filtro — o vergüenza — para expresar cuánto deseaba que fuésemos pareja.

—¡Cuán feliz estoy de que hayas venido hasta acá, Tyler! — dijo mi madre, entusiasmadisima, mientras ponía sobre la mesita de centro de la sala una bandeja con pequeños sándwiches sin orillas —. ¿No es asombroso que haya venido, Audri? Tyler es maravilloso, ¿no lo crees, Audri?

Emily [LIBRO 1: SAGA E] || ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora