Se fue dejándome refunfuñando sobre lo apestosa que era mi vida. Tanto así que me recriminé a mi sobre el robo de mi tesis. Y sobre el hecho de que por la siguiente semana no me pude sacar de la cabeza al chico de silla de ruedas y ojos verdes.• Junio, 09, 2017. •
Fuí los siguientes siete días a la misma hora y me senté en el mismo lugar a esperar. A esperarlo mejor dicho. Me atraía mucho para mí gusto y deseaba volver a verlo. Pero eso jamás pasó. En los siguientes siete días no volví a ver al chico de la silla de ruedas. Ni los siguientes siete ni los siguientes quince días.
• Julio, 09, 2017. •
Al pasar el mes ya no quise ir, pero algo me decía que sí lo hiciera. Así que fui. Y agradecí a ese 'algo' porque lo encontré al lado del asiento donde lo conocí.
- ¿Y tu tesis? - preguntó en el momento en el que me sentaba en la silla al lado -.
- Siendo presentada a personas importantes por alguien quien no es su dueño - dije con calma -.
- ¿En esos treinta días no has intentado arreglarlo? - preguntó confundido -.
- Uhmm... - me puse nerviosa -.
- Rae... - dijo mirando de reojo como queriendo mirarme y a la vez no -.
- Bien, tú ganas te lo diré, pero no le digas a nadie, eh. Después de que te fuiste rápido aquél día fuí a su casa y decidí tomar la justicia por mis manos - solté un suspiro de resignación -.
- ¿Lo golpeaste? - se asombró -.
¿Qué hay de malo que una mujer sepa defenderse?
- Uh, golpear suena feo, yo diría que le di una cucharada de su propia medicina, de forma diferente y no tan dolorosa - no mentía, sólo le jale la patilla bien fuerte y le di una cachetada, sólo eso -.
- Lo golpeaste - afirmó por fin -.
- Sí, pero en mi defensa me dolió que fingiera ser mi amigo sólo para robarme lo más preciado que tenía en mi vida como escritora. ¡Le conté muchas cosas!
- ¿Cómo sabes que fingía?
¿En serio preguntas eso Ronald?
Quise decir, pero no lo hice.
- Me lo dijo y con más ganas le jalé la patilla - dije con obviedad -.
- Eres rara, ¿sabías? - me miró sonriendo adorable -.
- ¡Gracias!
Exclamé feliz. Más por verlo y sonreír verdaderamente que por el no cumplido que acaba de darme.
- ¿De nada? - preguntó más que afirmó -.
Y reí justo antes de que una lluvia se desatará encima de nosotros.
- Rayos. ¡Sabía que llovería y no traje paraguas! ¡Esto sólo me pasa a mi! - exclamé con furia -.
- Eres muy gruñona - se rió -.
- ¡¿Es que siempre eres así?! - grité enojada porque me mojaría y tal vez coja un resfriado, no con él, aunque un poco sí -.
- Uh, ¿y ahora qué hice? - dijo mirando a otro lado confundido -.
- Siento gritarte, pero siempre me dices lo que soy, es como si tomarás tanta atención en lo que hago - le respondí arrepentida y con sinceridad -.
- No es que tome atención, eres así, eres como un libro medio abierto - dijo un poco nervioso con obviedad -.
- ¿Medio abierto? - frunci el ceño confundida -.
- Dejas que la gente vea tus nubes grises, pero no tu lluvia. O que vean tus frases, pero no el contenido, mejor dicho - sonrió con dulzura en su mira -.Dios, este hombre terminará matándome -.
Me quedé muda. Más que muda parecía que nunca hubiese tenido cabeza ni boca para que se conecten.
- Uh - se notaba incómodo y luego de un rato me extendió un paraguas -... Toma, yo sí traje paraguas.
Luego de eso sin decir nada lo acompañe a su auto donde un chico de unos treinta años lo esperaba en el lado de conductor.
- Ron... - mi voz salió en un hilo muy delgado para mí mala suerte, me aclare la garganta -, eh... Ron, yo... No quiero saludar a nadie y dejé a mi gato a medio bañar. Así que... Me voy, adiós - mentí mientras los nervios me comían -.
Inconscientemente movía la pulsera de cadena que estaba en mi muñeca, regalo de mamá en mi primer cumpleaños. Siempre la movía cuando estaba nerviosa era como un tic nervioso. O era eso o movía mis dedos al rededor de mi muñeca.
- Está bien, adiós - dijo con algo de desilusión en sus ojos -.
Tal vez vi mal.
- Okay.
- ¿Te veré mañana? - preguntó con una sonrisa y esperanza en su tono de voz -.
- Sí, claro, sí.
Otra forma de saber cuándo miento es que repito la misma palabra dos veces en una oración.
No pensaba verlo. Era raro. Las palabras que dijo... Jamás nadie me dijo algo así ni fue tan... Tan directo conmigo. Y es que recién lo conozco dos días. Literal, solo dos días hablé con él.
- No mientas - me miró desde abajo -.
- No lo hago. No, claro que no - ya me estaba poniendo nerviosa -.
- Entonces te espero mañana a la misma hora, ¿okay? - me escrutó con la mirada -.
- Vale. Adiós - moví la mano en forma de despedida -.
Di media vuelta y está vez fuí yo quien se fue sin decir más.
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El chico en silla de ruedas.©
RomanceElla era Rae, tenía 22 años y no tenía la mejor suerte que digamos. Tal vez encontró al amor de su vida, o tal vez no. Aún no lo sabía. Ella era todo y a la vez nada. Su pasado, su presente y su fruto pendían de un hilo, de su carrera. Como siempre...