• Julio, 16, 2017. •
Eran las 06:00 AM y no había dormido absolutamente nada. Me sentía muy cansada, abatida.
Él estaba aquí. Otra vez.
Esa seguridad que había sentido hasta ahora se esfumó por arte de magia, ahora estaba con miedo. No quería salir de casa, ¿si estaba afuera? ¿Si está al frente? ¿Si lo vuelve a intentar?.
No quería pensar en eso, pero me era inevitable.
~ «- Hola, ¿me extrañaste? - me dio una sonrisa burlona -.
Estaba en shock y no podía responder, me sentía tiesa, me sentía indefensa.
- ¿Qué... Qué ha-ces aquí? - no pude evitar tartamudear -.
- Volví, Rae. Esta vez para quedarme.
Sentí frío por todo el cuerpo y lo único que hice fue cerrar la puerta de un solo golpe. Sorprendiéndolo y sorprendiéndome.» ~
Agradezco haber tomado cursos de informática y poder entrar a la seguridad del edificio y ver por las cámaras de seguridad que se fue. Pero, aún así, el miedo no se iba.
¿Por qué volvía?
Me levanté y fui al baño. Al ver mi reflejo en el espejo me estremecí. No era la Rae de ahora, era la Rae de hace cuatro años. Aquella adolescente asustadiza. Tenía miedo ahora, mucho.
Me bañé y cuando salí decidí sonreír y olvidarme de todo lo que pasó ayer por la noche. Aunque sabía que era casi imposible.
La hora se pasó rápido y pronto eran las 3:00PM, hora de ver a Ron.
Tenía puesto unos jeans negros de tiro algo y un sweater un poco grande y grueso, hacía frío, los combiné con unos botines negros y una mochila pequeña donde llevaba mi cartera (de bolsillo) con mis documentos, dije y todo lo que una mujer pueda guardar en un espacio reducido (hasta comida). El cabello lo llevé en una coleta.
Salí del apartamento cerrando con llave. Esta vez no corrí ni camine sino que tomé un taxi, tenía miedo ir por la calle caminando sola. Cuando llegue lo vi sentando en el lugar habitual.
- Hola - dije cuando llegué -.
Alzó la mirada ya que estaba en su móvil.
- Hola - me sonrió -.
Solo bastó una sonrisa de él para olvidarme de mi pánico y todo lo que había pasado las dieciséis horas pasadas.
Hoy llevaba un sweater negro con una camisa blanca por dentro. Sus ojos verdes me transmitían tanta paz y tranquilidad. Cómo de costumbre tenía una manta en las piernas. Me senté a su lado e intenté hablar, pero no pude. La agonía aún me consumía.
- ¿Cómo estás, Rae? Te veo un poco... ¿triste? - las palabras la decía en casi un susurro -.
Sin darme cuenta su mano agarró la mía y me acaricio con el pulgar.
- Estoy bien, solo una mala noche - dije sonriendo débilmente, ese pequeño gesto me hacía sentir algo que no podía explicar -.
- ¿Segura? - me miraba directo a los ojos, creo que intentando saber si mentía o no -.
- Segura. Tranquilo - suspiré y le sonreí -.
- Bien... ¿Qué me cuentas?
- Pues, hoy no podré quedarme mucho porque mi tía llega de viaje a las cuatro y se quedará en mi casa (cortesía de mamá), o sea, tengo que recogerla en el aeropuerto - hice una sonrisa torcida -.
- Uysh, eso suena al fin del mundo - fingió dramatizar y reí, era una sonrisa sincera -.
- Es algo así - sonreí -, no soy la favorita de mi familia, menos de la tía Rosi. Los únicos que me soportan son mis padres...
- Uhmm - me interrumpió -, yo creo que ellos no te soportan - sacudió mi mano, aún no la sacaba de la mía, me sentía bien - sino que ellos te quieren - me sonrió y una vez más, me olvidé de todo -.
- Gracias - dije sonriendo también -.
- No tienes porqué agradecer...
Lo que quedaba de tiempo con él nos la pasamos hablando de trivialidades y en ningún momento soltó su mano de la mía. Recoger a la tía Rosi pudo haber sido de lo peor si no fuera porque aún no me sacaba de la cabeza los recuerdos de lo que pasó hoy con Ron. Esta vez se había comportado diferente. Y me gustaba. Su comportamiento, digo.
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El chico en silla de ruedas.©
RomanceElla era Rae, tenía 22 años y no tenía la mejor suerte que digamos. Tal vez encontró al amor de su vida, o tal vez no. Aún no lo sabía. Ella era todo y a la vez nada. Su pasado, su presente y su fruto pendían de un hilo, de su carrera. Como siempre...