Dos

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Los pies de Hakan se movían a toda prisa esquivando ramas y troncos caídos. Tenía que apurarse si quería salir del bosque y regresar al pueblo antes del amanecer. El jovencito saltó por encima de uno de los causes del río y sin tambalearse siquiera continuo su marcha.

Estaba cansado pero la adrenalina por haber cumplido su objetivo lo mantenía enérgico e híper alerta de su alrededor. Todos sabían que desde niño tenía la costumbre era escabullirse en la noche, nunca se había perdido pero en más de una oportunidad había regresado herido por calcular mal las distancias y caer de los árboles o por confiarse demasiado de las criaturas del bosque. Hakan sabía con cada fibra de su ser que ésta no sería una de esas veces, ésta sería su noche y nada podía salir mal.

Apuro su paso sonriéndole ampliamente a uno de los guerreros que montaba guardia. El hombre no lo regaño, por el contrario guiño un ojo en su dirección antes de volver su mirada al horizonte. Hakan no se demoró y evitó a las mujeres que despertaban; pronto amanecería y tenía que encontrar a su hermano antes de eso.

Muraco seguía en la misma posición en la que lo había dejado. Dormía boca arriba con uno de sus brazos extendido hacia donde él debería estar acostado. Tenía los labios entreabiertos y respiraba profundamente. Hakan se dejó caer de rodillas a su lado sin cuidado alguno de despertarlo. Era algo inútil de intentar puesto que Muraco abrió uno de sus ojos en el preciso momento en que el cuerpo de Hakan tocaba el suelo. Su ojo amarillo recorrió el cuerpo de su hermano comprobando que estuviese sano. Cuando estuvo a gusto con su evaluación lo cerró nuevamente y exhalo con tranquilidad.

—Se suponía que no saldrías esta noche —le dijo sin levantarse mientras Hakan se movía inquieto en su sitio—. Naan Pallaton te lo pidió y tú prometiste que lo harías.

—Ella dijo que durmiera y eso fue lo que hice —replicó aunque se apresuró a continuar ante la desaprobación de su hermano—. ¡Lo hice! Por unas horas al menos.

Muraco estiro sus brazos por encima de su cabeza y bostezo. Odiaba despertarse cuando aún no había salido el sol.

—Y qué es tan importante como para mentirle a Naan. Ella nos quiere y se preocupa por nosotros. ¿Te parece que es esto lo que merece?

Hakan se mordió el labio y bajo la cabeza escondiendo su mirada. Su ojo izquierdo, el siempre de radiante amarillo se fue opacando hasta tomar un tono enfermizo. Muraco tenía razón, sabía que no debía salir pero se le había ocurrido una maravillosa idea y no la podía dejar escapar.

—Un regalo —murmuró Hakan—. Un regalo para ti.

Muraco se incorporó y observó a su hermano verse inundado por la culpa. No tenía fuerzas suficientes como para enojarse demasiado tiempo, así que extendió una de sus manos.

—¿Y bien? Quiero mi regalo.

Hakan levantó la cabeza rápidamente y su pupila izquierda brilló como un trozo de leña al fuego mientras buscaba en la bolsa que tenía atada a la cintura. Sacó el regalo sonriendo y se lo entregó a su hermano.

Era una uña de oso. Muraco la observó sorprendido notando las hendiduras a los costados la misma, estaba cubierta de tierra. Acarició la curva para comprobar su filo y una gota de sangre brotó de la yema de uno de sus dedos.

—¿Te gusta?

—Me encanta, ¿cómo la conseguiste? —le preguntó sin dejar de admirar su regalo. Ante el silencio de Hakan, arqueó una ceja en su dirección.

—Eh... No te va a gustar mucho la respuesta —repuso apretando los puños y bajando un poco la cabeza antes de murmurar: —La encontré en la cueva.

Muraco abrió los ojos en sorpresa, su pupila derecha chispeó por un instante tornándose casi dorado.

Eso significaba que había entrado en la osera, el lugar donde hibernaban los osos y tenían a sus crías. Si bien era invierno y la mayoría del tiempo ellos estarían durmiendo, eso no aseguraba que no despertasen ante la presencia de un intruso.

—Fui muy cuidadoso, esperé el momento justo para inmiscuirme y buscar entre la paja —comentó orgulloso de su logro—. Me llevó varias noches pero sabía que ésta vez tendría suerte, después de todo es la noche de mi nombre.

Muraco había asentido diligentemente al escuchar la historia prestando atención a sus palabras pero hubo algo que no pudo no aclarar. —¿Varias noches?

—Sí, no fue tan sencillo encontrarla como parece. Tuve adentrarme en la cueva pasando por encima de más de un— Hakan se mordió la lengua antes de continuar. Noto el enojo acumularse en los hombros de su hermano y supo que había hablado de más.

—¡¿Cómo se te ocurre hacer eso?! Podrías haber muerto —Hakan abrió su boca para defenderse pero Muraco levantó una mano silenciándolo—. No quiero oír tus excusas, podrías estar muerto en esa cueva y yo aquí durmiendo plácidamente. ¿Cómo crees que me sentiría cuando me diera cuenta que la mitad de mi vida había desaparecido?

Hakanse arrojó sobre su hermano sin importar que ya no fuera un niño pequeño enbusca de consuelo y lo abrazo con fuerza. Éstos eran los momentos en los querecordaba que no sólo era responsable de sí mismo. Habían aprendido todojuntos, era el apoyo, el empuje y la razón de su hermano. Sus vidas estaban enlazadasde tal manera que no podía existir uno sin el otro.

Gemelos de Sol y LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora