Capítulo 30: Perdidos.

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Dime que sabes donde estamos y que vamos a llegar pronto a casa. —le pidió asustada.

Jimin miró a su alrededor. No estaba del todo seguro, pero apostaría su cabeza a que estaban en la vieja estancia de los Choi.

Creo que sé donde estamos —le contó —Pero lo malo es que no estamos cerca de la casa. Y con esta lluvia vamos a tardar más en llegar.

Tengo miedo, Jimin.

Se alejó un poco de ella y la miró fijamente a los ojos.

No tienes que tener miedo, Hari. Yo estoy aquí para cuidarte, ¿si? —ella asintió levemente —Pero va a ser mejor que nos resguardemos en el viejo establo de los Choi.

Hari lo miró aterrada.

¿Estamos en las tierras de los Choi? —Jimin asintió —Por dios, esto es horrible.

Hari, nada va a pasarnos.

—Por si no lo recuerdas estas tierras están... embrujadas.

Él soltó una sonora carcajada y pellizcó la nariz de ella. No podía creer que ella todavía creyera en esas cosas.

Bonita, no puedes estar hablando en serio. ¿Todavía crees en eso?.

Ella pestañeó seguidamente, por el tonto cosquilleo que sintió en la panza al escuchar que él la llamaba bonita.

Yo...claro que las creo.

—Esas historias que nos contaban cuando éramos niños no son verdad, enana.

—Claro que son verdad, ¿Por qué nadie volvió a saber de ellos?.

Él sonrió y levantó la mano para acariciar la mejilla de Hari. Estaba fría por la lluvia y el viento. Las sonrisas, los miedos, la tormenta, todo desapareció alrededor de ellos. Fuerte y extraño era lo que ambos sentían. Raro de explicar, porque había sucedido de repente.

Jimin tenía una novia. Él la quería, claro que si. Pero desde que había vuelvo a posar sus ojos en los ojos de Hari todo había cambiado.

Hari creía estar enamorada de Jin. Pero ¿Por qué Jimin hacía latir su corazón así de fuerte? Había sentido tantos celos cuando lo había visto con aquella muchacha. Y lo peor de todo era que ella no tenía derecho a sentir celos, claro que no.

Va a ser mejor que...comencemos a ir, acabas de salir de un resfriado —dijo él.

Dejó de acariciarla y comenzó a caminar. Hari se quedó quieta en su lugar, con la sensación caliente de su mano contra su piel. Se sentía tan tonta. Cada vez que él tenía un gesto tierno hacia ella todo su mundo giraba.

Seguía lloviendo pero no tan seguido como antes. Hari reaccionó y comenzó a caminar rápido detrás de él. Pronto lo alcanzó y se acercó lo más que pudo. Tenía miedo y frío, necesitaba tenerlo cerca.

Luego de caminar, callados unos cuantos minutos, llegaron al viejo y abandonado establo de los Choi. Jimin abrió la pesada y oxidada puerta, haciendo un gran ruido. Entraron... todo estaba tirado, no habían caballos y si había unas cuantas telas de araña.

Hari puso cara de asco y volvió a acercarse al calor de Jimin.

Él buscó un viejo mechero y logró prenderlo, dándoles luz y un poco de calor. Corrió un poco de las cosas hacia un costado e improvisó una especie de colchón.

Ella solo lo observaba en silencio, temblando levemente del frío. Se acercó un poco más al pequeño fogón que él había hecho.

Cuando Jimin terminó de arreglar todo se giró a verla. Ella también lo miró y le regaló una tímida sonrisa.

salvaje » 박 지민. ๑︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora