Capítulo 35: Me muero si te pierdo.

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Ella soltó un suspiro y miró a Matt.

A Jimin lo picó una serpiente.

Oh my God —dijo sin poder creerlo —Eso es horrible.

Me muero si le pasa algo, Matt, me muero —aseguró ella.

Él volvió a abrazarla y le acarició la espalda.

Nada va a pasarle a tu galán, darling —le aseguró Él es fuerte.

Ella solo asintió y se quedó junto a él. No iba a irse de esa puerta hasta que el doctor saliera. Luego de unos interminables minutos al fin salió. Todos se acercaron a él.

—¿Cómo está mi hijo? —le preguntó Nami.

Él esta bien —sonrió el doctor —Solo tiene mareos, pero es normal... tiene un poco de veneno, pero la gran parte ha sido extraída a tiempo. La persona que lo hizo, lo hizo muy bien.

Todos miraron a Hari. Ella no supo que decir y solo pudo sonreír nerviosamente.

—¿Puedo pasar a verlo? —preguntó ella.

En este momento está sedado y le dejé un par de medicamentos que tiene que tomar por una semana. Lo más probable es que levante fiebre en estas primeras 48 horas. Pero si quieres puedes entrar a verlo.

Hari iba a entrar pero se giró a mirar a Namin.

¿No quieres entrar tú, Namin? —le preguntó. La mujer le sonrió dulcemente.

No, cielo, ve tú.

—¿Segura? —inquirió.

No hay nada mejor para Jimin, que su dulce Hari —le dijo.

Namin entró al cuarto de su hijo y encontró a Saerin sentada en una de las sillas, mirando una revista de moda que seguramente Matt había dejado tirada por allí. La castaña la miró al instante y se puso de pie para acercarse a Jimin y fingir preocupación. Namin resopló, ella ya conocía aquel teatro. Lo peor de todo era que se había quedado todo el día en la casa, no dejando a su hijo descansar realmente. Por suerte ya habían venido por ella.

Tu padre está esperándote en la puerta —le dijo. Saerin la volvió a mirar.

Dile que voy a quedarme a dormir aquí.

—Desde que él llegó que estas con el—dijo Nami —Vas a irte ahora, Saerin.

—¿Qué te pasa, Nami? —le preguntó —¿Por qué me tratas así?

Niña, estoy cansada. Ha sido un largo día y quiero ser yo la que cuide de mi hijo. Ve a tu casa, descansa, ya mañana puedes volver a verlo.

—Pero...

—Sin peros, Saerin. Vamos.

Saerin se puso de pie y salió de allí sin siquiera despedirse de Jimin. Namin negó con la cabeza y miró a su hijo una vez más antes de cerrar la puerta y dejarlo solo.

Hari —murmuró el moreno entre medio despierto y medio dormido.

Levemente abrió los ojos, pero los volvió a cerrar al sentirse tan cansado. Comenzaba a despertarse y la sensación de que un millón de caballos le pasaron por encima lo invadió. Le dolía todo el cuerpo, principalmente el hombro derecho.

Respiró profundamente y se destapó un poco. Estaba sudado, pero sentía un molesto frío calándose hasta los huesos. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en su cuarto.

Pero ¿dónde estaba Hari? ¿Por qué no estaba allí con él? Él la quería a su lado, quería ver su bello rostro. Verla sonreír, escucharla hablar, sentirla respirar. Simplemente la quería frente a él. Si, necesitaba verla, necesitaba buscarla y tenerla cerca.

¿Qué podía pasar? Absolutamente nada. Desde que ella había llegado solo había hecho estragos con él, y ahora él tenía que cobrarse aquello. Si, claro que si.

Se puso lentamente de pie. Todo dio vueltas a su alrededor. Sonrió estúpidamente, se sentía como un borracho. En ese momento se sentía perfectamente bien como para ir hasta el cuarto de Lee Hari y cantarle las 40 de una vez...    

salvaje » 박 지민. ๑︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora