Capítulo 1 - Trabajar es arrasar

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Estoy acostumbrada a las continuas quejas que recibe mi hermano de mí por parte de Jules, el jefe de mi equipo.

Pero eso no significa que esté de acuerdo con ellas. Él parece tenerme entre ceja y ceja, y siempre está observándome en busca de algún fallo. Incluso llega a mandar gente a vigilarme mientras estoy fuera de casa.

Y eso es algo que mi hermano William y yo no aceptamos.

Me trata como si fuese peligrosa, cuando el único peligro para la sociedad aquí es el subnormal de Jules.

—¡Me tienes harta! —grito. No voy a permitir que se salga con la suya.

—Relájate, solo voy a informar a tu hermano de tu comportamiento. Hay muchas cosas que deben cambiar en ti —sonríe mostrando los dientes—. Voy a contarle lo que haces en tu tiempo libre y sobretodo tus escapadas nocturnas.

¿Escapadas nocturnas? Este tipo se piensa que soy tonta, jamás me escaparía por la noche que es precisamente la hora en la que más vigiladas nos tienen.

—¿Estás seguro que la que debe cambiar soy yo? —cierro los ojos con fuerza, intentando controlar mi enfado— ¡El que debe cambiar aquí eres tú, tienes 32 años y aún no has madurado!

Estoy muy enfadada. Jules se comporta como si fuese un quinceañero, y pretende ir con mentiras a mi hermano, primer fallo de principiante.

—Eres el más patético de este lugar. A todos nos das pena, no eres más que una imitación barata de los demás. No sabes actuar por ti mismo —digo todas estas cosas para provocarle.

No me doy cuenta cuando una de sus manos va a parar a mi cuello, haciendo presión sobre este.

—Repítelo si te atreves —sisea. Cada vez ejerce más fuerza sobre mi cuello. Llevo mis manos a las suyas para tratar de apartarlas, pero éstas ni siquiera se mueven— Ni lo intentes, Cassandra.

Con todas las fuerzas que puedo le doy una patada en la espinilla, pero él ni siquiera se inmuta. Vuelvo a hacer lo mismo pero esta vez con la rodilla, dándole en el estómago.

Una amarga carcajada sale de su garganta.

—A estas alturas ya debes saber que los golpes no me afectan.

Tiene razón. Ya lo sabía, pero debía intentarlo de todos modos.

—Maldito —digo entre dientes.

Sus manos ejercen más presión sobre mi cuello y yo comienzo a toser mientras me revuelvo entre sus manos, en busca de un poco de aire.

—Ya vale, Jules. ¿No crees? —aquella voz hace que él rápidamente deje libre mi cuello, soltándome bruscamente. Caigo al suelo de manera torpe y froto mis manos sobre mi cuello, intentando aliviar el dolor.

—Will... ¿Qué tal? —balbucea Jules. Intento reprimir una carcajada, el pobre se ha metido en un gran problema.

—Perfectamente, hasta que he visto como ahorcabas a mi hermana —William se acerca a mi y me ayuda a levantarme del suelo, una vez en pie posa su mano en mi barbilla y la eleva para observar detenidamente mi cuello—. Ponte hielo antes de que empeore. Y tú —señala a Jules— ven conmigo.

Ambos continúan caminando por el pasillo de la casa hasta adentrarse en la habitación de William pero antes Jules me mira y pasa el dedo indice por su cuello indicando que me va a matar. Yo levanto las cejas fingiendo horror por lo que hace y después de sacarle el dedo de en medio me doy la vuelta para dejar de mirar su cara. 

Vuelvo a pensar en William y en lo que me ha dicho, si no fuese por el tono frío que está empleando diría que se preocupa por mi, pero eso es algo imposible. En este lugar no se permiten las compasiones.

Hate Me!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora