Amar y pertenecer

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Granny estaba colocando las llaves de las habitaciones del bed and breakfast cuando una voz la llamó haciéndole girar la cabeza.

«Perdonad, ¿hay alguna habitación libre?» preguntó educadamente

«Sí, claro que hay» se entusiasmó la mujer, contenta como cada vez que un forastero llegaba a la ciudad-cosa, sin embargo, demasiado extraña en aquella ciudad encantada de Storybrooke «¿Prefieres vista al mar o...?»

«Cualquiera, gracias» la interrumpió aquella muchacha misteriosa, que parecía tener un poco de prisa.

Granny asintió y tomó la llave de la habitación 8, pero antes de que lograse entregársela, la Alcaldesa de la ciudad, como una furia, entró en el local y exclamó

«No se atreva a darle esa llave» y después se dirigió a la muchacha «¿Qué te ocurre tesoro? ¿No quieres estar conmigo?»

La anciana frunció el ceño, confusa ante la naturaleza de aquella conversación y de la relación entre la Alcaldesa Mills y la muchacha que tenía en frente.

«¡Claro que quiero estar contigo! Pero tú tienes ahora una familia, y siento que es mejor que me quede en otro sitio. No quiero marcharme, porque te he prometido que no te dejaré...solo quiero una poco de espacio, hasta que esté preparada. ¿Puedes darme eso, Regina?» le preguntó, acercándose a ella hasta que sus respiraciones se mezclaron.

«Esta...está bien...yo...te dejaré tu espacio. Pero, ¿puedo al menos venir a verte?» preguntó, acariciándole una mejilla.

«Aunque te dijese que no, vendrías de todas maneras. Y además, siempre me gusta verte» respondió la morena, besando la mejilla de Regina, para después coger la llave y dirigirse a su habitación.

Un breve minuto de silencio siguió a la última frase, hasta que Granny decidió hablar

«Debería darle vergüenza»

Regina se dio la vuelta, el ceño fruncido en una expresión de perplejidad.

«Engañar a Emma de este modo, es realmente despreciable, ¿sabe? Y pensar que os apoyaba...» balbuceó la mujer, sacudiendo la cabeza.

La morena abrió la boca para hablar, pero ningún sonido salió. Después sacudió ella también la cabeza y atónita-aunque también algo divertida- se marchó conteniéndose para no reírse en la cara de la anciana.

Un leve toque en la puerta la hizo sobresaltarse, sacándola del todo del estado de duermevela en el que había caído hacía algunos minutos. Se levantó sin ganas y, segura de que se trataba de la madre-la única persona que había pasado a verla en aquellos dos días pasados en Storybrooke-gritó

«¡Espera un momento, debo ponerme algo encima!»

No era culpa suya si le gustaba dormir desnuda. Y además no creía a que su madre le fuera a pasar nada por que espera un minuto.

Cuando se hubo puesto lo mínimo indispensable-una sencilla camisa azul que le prestó Emma y unas bragas-abrió la puerta, encontrándose delante a alguien que ciertamente no era su madre.

«Ruby» murmuró inmediatamente, reconociendo a la morena

Estaba muy cambiada desde la última vez que la había visto, pero era fácil reconocerla debido a aquellos enormes ojos verdes. Y, además, ella la había visto a menudo en sus visiones. También con aquellas mechas rojas.

«¿Me conoces?» preguntó la muchacha

«Sí, entra y perdona por la...ehm...» señaló la ropa que llevaba y se sonrojó ligeramente.

Operación familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora