—Neus debemos irnos, nos descubrirán.
La noche acechaba amenazante, la oscuridad se abría paso de a poquito y no parecía importarme lo que viniera después. El silencio se apoderó del momento y la paz inundó la atmósfera.
—Venga Neus. Está anocheciendo. —Protesta Ean.
—No te hubiese invitado si supiera que te comportarías como un crío.
Me doy vuelta, tratando de ver donde es que termina el perímetro y comienzan las tierras nuevas, pero el sol ya ha desaparecido por completo, y las oscuridad se ha apoderado de todo.
—No me lo agradezcas después.
El silencio entre nosotros está lleno de tensión, y mis pensamientos se aceleran. Otro día sin poder ir más allá de nuestras tierras. Maldito pueblo. Malditos cazadores. Maldito Ean.
Caminamos con pasos apresurados hasta el puente, una extensión de madera que separa un pueblo de tierras inhabilitadas, el cual no tiene más que pedazos de troncos pequeños sin ninguna protección, pierdes el equilibrio y caes al vacío. Sólo los guardianes han podido entrar y salir de aquel puente en busca de comida o leña para el fuego en las noches.
Hemos ido en contra de las reglas, nadie puede salir de la fortaleza sin el permiso del odioso comandante y por desgracia llevamos la misma sangre. Mientras más nos acercamos a la vasta extensión manchada de piedra gris, reforzada por gruesas lianas. Grietas dejan entrever el interior de la fortaleza que llamamos pueblo.
Nadie es tan estúpido como para desafiar al hombre que nos gobierna con ferocidad solo comparable a lo que nos espera afuera.
Echo un vistazo por encima de mi hombro para ver a Ean pasar el último tronco que forma el famoso puente prohibido.
—Más rápido Ean o te patearé las bolas.
Miro hacia otro lado y paso por el hueco en el que salgo cada vez antes del atardecer en busca del cazador que mató a mi ya muerta madre. Un muy agitado Ean aparece detrás de mí cerrando el hueco con una liana suelta.
—¿Porque no estás sudando como un puerco?
Me impulso hacia adelante con sus palabras, pasando a Ean para poder observar el perímetro y caminar con tranquilidad.
—Porque hago esto todos los días.
No me detengo a mirar a Ean porque sé que decidirá caminar la considerable distancia desde la entrada de fortaleza hasta su casa. Imagino que quiere tiempo para poder descansar de este día agotador y inútil como todos los demás. Ningún rastro de cazadores por ningún lado, es como si se hubiesen esfumado de la nada tras la muerte de mi difunta madre y lo peor es que al comandante no le importó, ya que es lo que él quería de todas formas, liderar un pueblo entero y que esté a su libre disposición para aniquilar. Todo un cobarde.
Entré a casa silenciosamente en espera de que nadie haya entrado por intrusión. Estoy de pie en la sala de estar, deseando, desesperadamente salir a la mañana siguiente a por algún rastro de esos hijos de puta y encontrar donde se esconden para así matar a cada uno para saciar mi sed de venganza.
Como es de costumbre, el comandante realiza todos los días al anochecer un combate cuerpo a cuerpo para probar la resistencia de sus seguidores y como todas las noches la pelea no termina hasta que uno de los dos personajes terminen inconscientes en la arena. Algo estúpido creado por un imbécil.
Me cambió lo más rápido que puedo y corro por la arena hasta donde todas las noches se dirige el combate, mientras me voy acercando al lugar puedo ver una multitud de hombres rodeando a otros dos ensangrentados con cuchillas en una de sus manos, esta vez han dejado usar un arma blanca, algo completamente cobarde y poco humano.

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Reunión de fuego
RomanceDentro del pequeño pueblo de Highdell, bajo la sombra del brutal líder de la ciudad, Neus tiene una gran sed de venganza. Mientras otras chicas cosen vestidos, dedican su tiempo a la agricultura y los quehaceres del hogar, Neus sabe como sobrevivir...