(...) en el momento...

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El vuelo a Rusia para el nuevo campeón se había retrasado un día por las malas condiciones climáticas en su país natal, y algo similar había ocurrido con el del poseedor del cuarto lugar. Eso, les daba a ambos un día más en Barcelona, antes de tomar rumbos diferentes. Y, al acabar de enterarse los dos, a punto de salir del aeropuerto con maletas hechas, el cambio de planes parecía favorecedor, o al menos eso pensaba Altin.

—Entonces, si nos quedaremos un día más, puedo ir a pasear, ¿No Yakov? —cuestionó el hada a su entrenador, torciendo la boca, mientras el equipo ruso regresaba a sus habitaciones, igual que el de Kazajistán.
—Sí, así que ve por ahí y celebra —contestó el de sombrero, reclamando de los aviones, para, quedarse en el lobby solos el kazajo y el ruso.
—¿Te molesta que se queden un día más, Yuri? —preguntó el moreno, desconcertado por lo que parecía ser enojo en el rostro de Plisetsky.
—No, para nada. Por el contrario, quiero pasear por la ciudad.
—¿Me permites acompañarte?
—Claro, no sé por qué me lo preguntas. Vamos —acabó el ruso, jalando a Otabek de la muñeca, y, saliendo del lugar los dos.

Lo cierto era que, tras todo el asunto del Grand Prix, la noche, lo dicho y hecho, ambos se notaban de buen humor, y sonrientes, algo raro con el pésimo carácter de Yuri, y con la seriedad de Otabek... algo que, parecía, el sol que solo el invierno puede mostrar, querer celebrar, con un día espléndido para los dos patinadores.

—No se me ocurre a donde ir —confesó Plisetsky, tras caminar unas calles, y, al notar que sostenía a su amigo, soltarlo, sonrojado, pero, disimulando.
—Ni yo tampoco tengo idea. Quizás solo podríamos caminar por... —decía Altin, cuando notó a su amigo, encantado al haber descubierto una heladería muy bonita, con gatitos en decoración a los helados, lo cual, lo hizo tomarlo de la espalda, y, llevarlo ahí, ante la dicha dulce del pequeño.

—Es como el paraíso —expresó el rubio, destellando dicha y, haciendo feliz con eso a su amigo, sin duda. Tras sentarse en unos pufs en un balcón con vista a la ciudad, ambos disfrutaban sus helados. Otabek, uno de 3 bolas, con gatitos grises, negros y blancos, y Yurio, uno de 16 bolas, con gatitos de todos colores.

—Nadie creería que el campeón mundial del Grand Prix es un fan de los helados y los gatos.
—No, y si le dices a alguien, te mataré —confesó el ruso, comiendo como un loco, lleno de helado en su cara, haciendo reír al kazajo.
—No lo diré, lo prometo. No quiero que nadie más descubra esa cara tan bella y dulce, llena de helado, que resplandece como el sol —acabó Otabek, sonrojando a Yurio, quien, sin mover su rostro, sintió como el héroe le quitó helado de la comisura de sus labios, con la lateral de su dedo derecho, cual si nada para uno, removiendo todo para el otro.

 No quiero que nadie más descubra esa cara tan bella y dulce, llena de helado, que resplandece como el sol —acabó Otabek, sonrojando a Yurio, quien, sin mover su rostro, sintió como el héroe le quitó helado de la comisura de sus labios, con la lat...

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—Va, vamos a seguir paseando —dijo, poniéndose de pie de golpe, el hada, comiéndose todo el helado sobrante de golpe, siguiéndolo el moreno, sin más y pensando de ello a su vez.

El día se les fue yendo a los jóvenes entre aparadores, edificios históricos, fotos aquí y allá, gente, comida, pláticas y risas. Y mientras el sol recorría su bóveda, sintiéndose más cerca el final, saliendo de una tienda de artículos para moto, un grupo de jovencitas, de repente, y de la nada, salieron, empujando a Yuri, para, formar un coro alrededor del kazajo.

La persona correcta en el momento equivocado... Otayuri Yuri on Ice FINALIZADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora