🌼Capítulo 13🌼

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Esta vez, sin hacer mucho escándalo, me levanté de la cama y desayuné a las apuradas con Mildred que hace bastante no la veía y con su hijita Magdalena que prácticamente estaba dormida en sus brazos. Acostumbraban a levantarse demasiado temprano para que la niña no tardara en dormirse a la noche, son las reglas que imponía su madre.

Subí a mi cuarto para buscar mi mochila y encontré a mi madre llorando sobre la cama de Jay.

-¿Mamá q-qué...sucede?

Pensé que ella y papá se habían ido a trabajar. Sin embargo, ahora entra él.

-Lo sabías...¿No Emma?

-¿Saber qué?

-Jamie está desaparecido- balbucea mamá- ¿Cuándo pensabas decirlo?

-Yo...no lo sé. Ayer estaban muy felices, no quise, no quise...- me largué a llorar-angustiarlos.

Mamá, sin decir palabra, me abrazó y luego papá. No quería admitirlo, no podía procesar que mi hermano haya desaparecido así de la nada, o lo hayan raptado, matado, fugado...o lo que sea. ¡No Jamie, No!

Aunque mis padres me permitieron faltar al colegio. Decidí ir y despejar mi mente.

Tomé el autobus.

Keiel me esperaba parada en la puerta del gran edificio. No pude contener las ganas de correr y abrazarla.

Le conté todo lo que se había perdido...algo tan insignificante como poder llegar a obtener el papel en Romeo y Julieta hasta la fuga o desaparición de mi hermano.

-Oh, Em- me nombró con un suspiro- Lamento tanto no haber estado para...

-Keiel, no lamentes nada...yo...yyo- me quebré.

Rompí a llorar es sus brazos y nos sentamos en los escalones.

-¡Mi hermano no está! Él...él se ha ido...yo no puedo vivir con esto.

Los minutos pasaron. Yo pensé que el día que Keiel terminara su reposo no iba a parar de contarle todo lo que tenía. Pero en este momento no me da la cabeza ni la voz.

Las puertas se abrieron y entré allí cuanto antes para que nadie me vea llena de lágrimas ni tenga que dar explicaciones. No es como si alguien me fuese a preguntar qué me pasaba.

-No sé para qué vine. Debí hacer caso a mis padres y quedarme en casa. No puedo ir a clases en este estado.

-¿Qué harás?

-Tranquila, me encontrarás en el recreo.

Ella me sonrió y se fue hacia su salón. Yo corrí a donde me llevaban los pasillos y las escaleras. Subí y subí hasta dar con el cuarto. Luego subí la escalera escondida en el techo del conserje y entré desesperadamente a mi santuario.

Me largué a llorar y me tiré al suelo.

-¿Por fin sacas malas notas? ¿Por qué tanta depreción?- esa voz me hizo volver a nacer.

-¡JAMIE!

Él estaba sentado detrás de la mesita cuando decidió hacer su aparición.

-¡Aquí estás!

Lo abracé tan fuerte como pude. Su cara estaba pálida, sus ojos rojos, su fuerza era casi como la de una hormiguita. ¿Qué hace aquí?

-Mamá y Papá han estado más que preocupados, yo ni te imaginas. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no llamaste?

Caímos al piso y nos quedamos en cuclillas.

-Estaba espiándote, cuando entré para ver tus cosas. Sin darte cuenta me encerraste aquí. Mi celular no tiene señal. Viví estas horas de tus galletas de avena y miel y unas botellas de agua mineral q tenías en un cajón.

Durmiendo con el enemigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora