Hechizos y maldiciones volaban por todo Hogwarts. Se podía sentir la adrenalina y la desesperación por ganar esa batalla. En el momento en que los mortífagos lograron traspasar las barreras para adentrarse en el castillo, todo se fue al carajo. Kira se encontraba preocupada, no solo por su colegio, al cual tomaba como hogar. Si no por sus amigos. No quería que nadie muera, y le preocupa el echo de que todavía no había visto a cierto mortífago rubio. Por su lado, Kira luchaba con un repugnante seguidor del señor tenebroso, esquivando sus maldiciones e intentando proteger a todos los que podía. No le daba miedo morir, si lo hacía, lo haría feliz. Moriría por su hogar, por su familia. Si moría, lo haría por Draco. Lo haría feliz.
Por otra parte del castillo, se encontraba el mortífago más miedoso en la escoba del mismísimo Harry Potter. Quién diría que algún día su peor enemigo le iba a salvar la vida. En el momento en el que Draco se encontraba rodeado por las llamas, pensó en una sola cosa. Kira. Su Kira. ¿Estará bien? ¿Estará herida? ¿Podrá cumplir lo que se prometió antes de empezar esta guerra? ¿Podrá volver con ella para amarla por el resto de sus vidas? Pero en ese momento todas sus dudas quedaron en un gran quizá. O eso fue hasta que el famoso niño que vivió lo rescató de ese infierno. Sin duda, le debía más que su vida.
Mientras Kira seguía enfrentándose contra todos los mortífagos que se cruzaban en su camino, el señor tenebroso pidió que sus tropas despejaran el lugar, pidiendo que solo Harry Potter se enfrente a él en el bosque prohibido. Tras la retirada de todos los seres malos que podían existir en ese momento, Kira empezó a correr para poder ver si sus amigos se encontraban bien. Corrió por todo el casillo, ya que estaba en uno de los pisos más altos, y justo antes de llegar al gran comedor, en donde las puertas estaban cerradas, una voz demasiado conocida la detuvo.
-Kira!- grito con todas sus fuerzas el rubio de Slytherin.
Kira quedó estática en su lugar, sin poder creer la persona que la llamaba. Se dio vuelta tan lentamente que daba desesperación. Y lo vio. A lo lejos, entre todos los escombros y suciedad estaba él. Draco. Su Draco. Con ojos llorosos empezó a dar pasos lentos, para luego ir aumentado su velocidad a la misma vez que Draco. Corrieron y corrieron hasta estrellarse en un abrazo tan necesitado por los dos. Lloraban de felicidad, tristeza, desesperación. Tenían miedo. Quizá ese era su último abrazo. Quizá no. No lo sabían, y tampoco deseaban hacerlo.
-Estas bien- le decía Draco mientras la apretaba más hacia él, como si no lo quisiera soltar nunca más-No lo dije de vuelta-le susurró a Kira despegándose lentamente de ella.
-No tienes que hacerlo- y en ese momento Kira agarró la cara de Draco y le planto un beso apasionado y necesitado por parte de los dos.
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