Narrador omnisciente.
El chico suspiro y escondió su rostro entre sus piernas, las cueles abrazaba pegado a la pared.
No lo entendía, ¿por qué la gente se empeñaba tanto en destruir lo que es diferente?, si la mayoría de la gente dice que algo esta mal, ¿de verdad lo esta? ¿Por qué todo lo que no va en los estereotipos es considerado "raro"?
—Hey... ¿estás bien? —una mano se poso en su hombro, levanto la cabeza, y ahí estaba.
Ese era su ángel.
Se perdió en los ojos bicolor del chico, asintiendo de manera lenta.
El desconocido sonrió de manera dulce.
—Me alegro... Aunque no lo pareces, ven, te invito un helado. —se levantó y le tendió una mano, el mayor copió su acción y se levantó, aceptando la ayuda.
Fueron a la heladería más cercana y hablaron un rato, con la mirada extrañada de algunos al verlos comer helado en invierno, nuestro protagonista descubrió que el chico se llamaba Loon, era japonés y que amaba el helado de piña.
—Y... ¿por qué estabas ahí? —preguntó cauteloso el castaño.
—Pues... No era nada, solo quería estar sólo. —mintió, no le iba a hablar de los malos tratos que recibía.
El de ojos bicolor lo miro fijamente, y el azabache le aguanto la mirada, tragando duro.
Finalmente el chico suspiro y cerro sus ojos.
—No te creo, pero no te obligare a decírmelo. —sonrió de manera dulce al chico—. Bueno, es hora de que me vaya, nos vemos. —se levanto, dejo un beso en la mejilla del de mirada vacía y se fue.
Fred se quedo viendo como el chico se iba, suspiro mientras tocaba su mejilla.
—Sin duda... Es mi ángel. —murmuró, levantándose también, yendo a su hogar.
Mientras el castaño volvía a su pobre cuarto, en una casa donde sus padres no lo quieren.
Se dirigió a su baño y saco una navaja, se sentó en el inodoro con la tapa abajo, mirando fijamente la afilada hoja, sonriendo y golpeándola contra su rodilla sin hacer daños.
—Hoy no... —guardo la navaja en su lugar, apretando sus mangas largas en sus puños, las cuales cubrían todos los cortes hechos anteriormente.
~Continuará~.