|| Un ||

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Narrador omnisciente.

El azabache caminaba por los pasillos de su escuela, como siempre, iba solo.

—¡Fred! —se volteó extrañado por aquel llamado, siendo tirado al suelo con un peso sobre el—. Ay... —abrió sus ojos para ver al castaño sobre el, sobando su cabeza, aunque no se haya golpeado ahí.

—¿Loon? —preguntó, aunque ya sabia la respuesta, su mirada se cruzo con la bicolor del menor, sonrojándose por tal acto.

Holi. —saludó con una sonrisa que enterneció al de tez grisácea.

El de pecas se levanto y le tendió su mano al mayor, quien la tomo y se levanto.

—¿Por qué el apuro? —preguntó limpiando sus pantalones y acomodando su ropa, ambos comenzaron a caminar sin importarles los murmullos que hacían los demás alumnos por aquel accidente.

—Bueno... En realidad no corría, solo tropecé. —el chico volvió a sonreír como si aquello fuera normal.

—Pues eres muy torpe. —soltó Fred, aguantando las risas que querían salir.

—Ya lo sé. —exhaló dejando caer sus hombros, encorvándose un poco, en un gesto exagerado.

El azabache sonrió con ternura por aquello, el chico era muy infantil.

Ambos entraron al mismo salón.

—¿Estás en mi clase? —preguntó confundido el de mirada vacía.

El más bajo levanto la cabeza para verlo a los ojos y asintió, sin cortar la conexión de miradas.

Sin duda un hábito que ponía nervioso al más alto.

El de tez grisácea aparto la mirada, con sus mejillas sonrojadas y un mohín en sus labios.

Loon sonrió por aquel gesto, y tomo la mano del chico, guiándolo a los últimos puestos, donde el puso su mochila sobre el banco compartido, dándole a entender que se sentara con el.

Ambos se miraron con una leve sonrisa, cuando el maestro llego.

El de pecas atendía la clase, anotando cosas que decía el profesor o las cosas de la pizarra, mientras el de mirada vacía lo miraba embobado.

~Continuará~.

Ángel [Fredoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora