|| Quatre ||

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Narrador omnisciente.

El castaño volvió a su casa cerca de media noche encontrando a sus padres viendo televisión en la sala.

Los adultos ni se inmutaron con su llegada, es más, hasta podría decirse que se decepcionaron de verlo llegar.

Llego a su cuarto y tomo una tijera, separando su piel a medida que pasaba él filo por su ante brazo.

Unas lágrimas escaparon de sus ojos bicolor, pero no por el dolor, si no por el pensamiento que mantenía en un mente.

—No puedo ser el ángel que necesita... —susurró mientras veía la sangre correr por su muñeca hasta caer al suelo.

Su vista se quedo fija en el hilillo de sangre que bajaba por su brazo, perdido en sus pensamientos.

Su radiante sonrisa llego a su mente, iluminándola, cuando lo vio por primera vez, siendo molestado por unos bravucones, y él, tan cobarde, apareció cuando estos ya se habían ido.

Recordó el cálido sentimiento en su pecho al verlo a los ojos, al tomar su mano, al abrazarlo... Al besarlo.

Una sonrisa se coló por sus labios, dejando la tijera a un lado.

Se cambio de ropa, vendando su brazo, y salio por la ventana de su habitación como había hecho muchas veces antes.

Dejo su celular en su cama, solo se llevo una chaqueta y un poco de dinero.

Camino por las frías calles, pateando una piedrita, hasta llegar a su destino.

No podía ser el ángel que necesitaba, pero podía fingir serlo.

Tomo unas piedritas y comenzó a lanzarlas a la ventana de la habitación del azabache.

Fred abrió la ventana, viendo confundido y asombrado al chico quien estaba en su patio.

—Ángel... ¿qué haces aquí? —susurró lo suficientemente fuerte para que el chico lo oyera.

—Quería verte. —respondió de la misma manera.

—... —el de mirada vacía se sonrojo e hizo un ademán con su mano para que el castaño esperara, cerro la ventana y salió de su habitación para bajar las escaleras de su casa y salir para ir con el menor—. Es más de medi-...

No acabo la frase cuando el de pecas lo abrazo, refugiándose en sus brazos.

Entonces el azabache se preocupo.

—Ángel, ¿qué ocurre? —preguntó acariciando su cabello.

Loon levanto su cabeza con una radiante sonrisa.

—Quiero ver las estrellas contigo. —un sonrojo apareció en las mejillas del más alto, quien asintió.

No podía negarle nada a su ángel.

Fueron al patio trasero del mayor, acostándose en el pasto con la vista fija en el firmamento, en ese manto azul oscuro con aquellas pequeñas luces blancas, algunas titilaban, y la luna de color dorado las acompañaba.

Loon recosto su cabeza en el pecho del mayor, escuchando sus latidos, los cuales se aceleraban.

—Eres asombroso. —dijo el de mirada vacía maravillado, la noche era perfecta, a el nunca se le habría ocurrido ver las estrellas en su patio.

El de ojos bicolor soltó una risita.

—Las estrellas son como tú. —dijo de la nada, Fred iba a preguntar a que se refería cuando el de pecas volvió a hablar—. Perfectas.

El corazón del de tez gris se paro, para comenzar a latir de una manera acelerada.

Te amo. —susurró acurrucándose contra su pecho, más el mayor no lo escucho, y el japones agradeció eso.

~Continuará~.

Ángel [Fredoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora