REFLEXIONO

47 2 0
                                    

... Y no me refiero precisamente a tus agravios cada vez que hablo, no es que no seas importante, es que en ocasiones me doy cuenta de que es incorrecto culparte de todo..

Pero, ¿Es muy extraño acaso que no quiera aceptar mis culpas? ¿Soy acaso demasiado diferente de cualquier otra persona?

¡Bah! Debo aceptarlo: Jamás te atreverás a aceptar tus culpas, pero tampoco aceptaré yo las mías.

Dime, ¿Sientes eso?
¿Puedes oírlo?
Pues claro que no, no puedes oírlo porque no planeo permitirte oírlo jamás.

Lamento no lamentar el hecho de que jamás me parecerás suficiente como para oír que me arrepiento.
Lamento que mi imagen de fuerte sea mucho más grande que mi fuerza real, pero si no tengo eso entonces seré débil tanto para ti como para mí.
Lamento tener tal maestría en no ser tu mayor fuente de felicidad y buen ánimo, pero tampoco eres tú la mía todo el tiempo.
Lamento esperar de tu parte, como mínimo, el buen trato, la dedicación y los sentimientos que yo te dedico.

¡Ja! ¿Fuiste capaz de creer semejante mentira? Pues qué bien.

Claramente no lamento nada de eso.

Obviamente no lamento mostrarme fuerte, si tienes tal valor y facilidad para golpearme, aún con mi imagen actual; mucho más fácil sería causarme daño si me ves más débil.

¿Lamentar no ser tu mayor fuente de felicidad? Lo que lamento es tener la terquedad suficiente para no soltarte conociendo esta situación. Qué patético es esto.

Y jamás lamentaria esperar de ti lo que se supone que debes dar, pero acepto que quizás doy más de lo que deseas recibir.

¿Que por qué lo hago?
Respuesta fácil: porque cuando se quiere se entrega todo lo que se pueda entregar.
Respuesta real (y dolorosa en mayoría de casos): soy egoísta, soy extremadamente egoísta y eres mi capricho. Soy egoísta al punto en que siento que tengo el derecho de exigirte al mismo nivel que te doy. Mi obsesión, mi egoísmo, mi capricho; me han hecho creer que quizás si logro hacerte reconocer todo lo que te doy.. Quizás así decidas entregar algo tú también.

Sé que juré y perjuré que no aceptaría mi culpa, pero.. ¡¿Qué más da?!
No es como que reconociendo mi culpa consiga que tú hagas lo mismo.
No es como que planee dejarte leer mi carta...

¿por qué la escribo entonces?
Por la misma razón por la que te acepto cada escalon de la eterna escalera de tus desprecios:
Porque quiero.

¿Te comento algo que odio?
¿Quieres?
¡Bah! Es igual, no es como que planee dejarte saberlo.

Bueno ahí te va:
Odio saber que hago mal al quejarme de tus actos, pues al final de todo soy yo quien trae la culpa en su espalda.

Soy yo quien cada vez que haces daño perdona.
Quien cree cada falsedad.
Quien sigue respondiendo a tus provocaciones.

¿Cuantas veces debo chocar con la misma piedra y caer, para saber que cometí un error?
Te comento que lo sé desde la primera vez que caí, pero eres la roca por la cuál me gusta caer.

Dedico muchas quejas a ti, pero hasta hoy acepto que es mi culpa.
"Un error una vez es un error, dos veces es una elección, tres veces es estupidez".. ¿Sabes acaso cuantas veces hemos errado.. he errado?

Y, como en el teatro antiguo, la máscara es distinta, el intérprete es el mismo.. El error es el mismo.

Pero luego de todas las quejas me toca aceptarlo: volveré a errar mañana.

¿Mi estupidez es grande? Sí, pero es un placer que mis heridas ardan cuando es tu mano la que pone la sal.

Soy culpable de que tú seas culpable de las culpas que no sientes.

Y me rindo ante la guillotina de tu siguiente agravio porque no hay amargura más dulce que la que me das tú.

Atentamente
Un inocente culpable

Cartas de ira a un incógnito receptorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora