Capítulo 4.
El pueblo que había a una hora de la casa de la madre de Alex era muy bonito. Me explicó que Sebby había declarado que Venus estaba enfermo hace unas semanas, y las ideas de Laura se le metieron en la cabeza. Me echó toda a culpa a mi, con la excusa de que yo lo maté porque estaba resentida con su reino, por haberse unido a Fauno y no sé que más. Una total bobada, después de todo, si yo no los hubiera Influenciado, ellos estarían encerrados en la Dimensión Terminal.
Las hermanas de Alex, me ayudaron a “camuflarme”, me hicieron dos trenzas en a cada lado y me prestaron un vestido sencillo, blanco y que me llegaba a los tobillos. Seguía sin entender porque se vestían así, hasta que Luz, la madre de Alex, me lo dijo:
-Hace mucho tiempo, mi esposo fue un gran guerrero de las filas de tu padre...-Dice con melancolía. Su rostro, amable y hermoso como muñeca de porcelana, estaba bajo la sombra de los recuerdos. Y me siento culpable, triste por aquella mujer y furiosa con Fauno...- Siempre decía que las maravillosas ideas revolucionarias que el general Fauno tenía nos salvarían, que viviríamos mejor... pero, aveces, mejor no siempre es bueno.- Alzó la vista hacia mi. Estábamos solas en su cocina, y de pronto temí que me pudiera recriminar algo. Pero no lo hizo, sólo sonrió. Cargada de dolor. Se giró y miró hacia afuera por una ventana encima del lavado; sus hijas estaban jugando con Alex. Me imaginé a una muchacha hermosa, fuerte y de gran corazón, junto con un hombre valiente y bueno... Mi corazón se encogió. Y su voz resonó en la habitación. -La noche en la que se desató la batalla por el Trono de Plata... creímos que nada podía ser tan malo como enfrentarse a las fuerzas de El Consejo; pero nos equivocamos. Aún así, el Máximo Señor en ese momento, dio benevolencia hacia las familias de los rebeldes. Nosotros incluidos.- Susurró. No tengo ni idea de quién era ése máximo señor, pero no parecía tan malo. -Este bucle esta echo para exiliarnos en esta época, pero estamos bien. Sólo algunos tienen las posibilidades para salir de aquí. -Se giró y me miró con una sonrisa. ¿Porqué?.- Alexander lo logró gracias a ti. Y espero que mis hijas logren ser buenas sacerdotisas y ganen la libertad que se merecen.-Dijo. Y lo dijo como si fuese algo... como... no había palabras para explicar aquello, pero la entendía.
Sentía esperanzas; para sus hijos. Y eso me reconfortó. Saber que podía hacer algo. Se lo tuve que decir.
-Luz...-Llamé. Ella se volteó como cuando la vi esta mañana: radiante, feliz y con una bondad ilimitada. Me acerqué a ella y la miré a los ojos. -Cuando...-Me aclaré la garganta. No sabía que reacción podría tener, pero su mirada amorosa me dio fuerzas. Tomé aire.-Cuando todo esto se resuelva, te prometo que haré que ellas salgan, como sacerdotisas, doncellas o como sea. Y tu también. -Añadí. Su rostro no mostró emoción alguna por unos segundos, parecía petrificada; y luego lanzó un grito de alegría y me abrazó repitiendo <<Gracias, gracias, gracias>>
Tres cabezas rubias se asomaron por la puerta de la cocina, preocupadas y sorprendidas.
-¿Mamá?.-Preguntó la cabeza más pequeña. Nos separamos y compartimos una sonrisa cómplice; luego se giró como si no hubiera recibido una noticia que les brindaría una vida a sus tesoros, una vida mejor. Y esta vez, me aseguraría de que mejor sí fuera bueno.
-No pasa nada cielo.- Dice Luz, y se acerca a sus hijos y los abraza a todos. Bruk, la mayor, me mira sonriendo, yo le sonrío en respuesta.
En fin, después de esa escena llena de emociones y sentimientos, Alex me llevó a un pueblo cerca de allí, a caballo. Casi me da un ataque cuando se fue a galope tendido por el campo que rodeaba la casa de aquellas preciosas personas. Gracias a su ayuda, ni yo me reconocía. Estaba demasiado bonita, y ancestral, como para ver a la antigua freak de la clase. Sonreí, pero cerré los ojos todo el camino por la marcha del caballo.
Para mi sorpresa, había mucha gente. Exiliados, me recordé.
Habían tiendas de todo tipo de cosas en todo tipo de lugares, los gritos de los vendedores llenaba el lugar. Era como volver en el tiempo tres o cuatro siglos. Era agradable, hasta que pasamos por un puesto de mujeres. No entendí bien si era de prostitutas o si las mujeres estaban ahí como esclavas. Me sentí horrible por tener que mirar y no hacer nada; pero perturbador momento pasó, ya que mi Guardián me llevó a un... Un....
-¿Alex, que es esto? -Pregunto mirando el lugar rodeado por rejas. El ruido de metal contra metal resonó por el lugar y me giré de golpe hacia él; sólo me sonrió y golpeó una especie de contraseña contra el madera y metal de la puerta en la que estábamos. Un pensamiento se m cruzó por la cabeza, pero...
Un hombre en armadura de combate me miró con el ceño fruncido, pero una amplia sonrisa surcó su rostro al verlo a él. ¿Quién no?
-Alexander... Traes compañía? -Dice golpeando suavemente la espalda del muchachodíamo saludo de hombres.
Él asiente y ambos entramos. Abro los ojos a todo los que dan y una sonrisa inmediata apareció en mi rostro mientras seguía a ambos hombres hacia un lugar desconocido por un largo pasillo. Varios cuadros de personas que desconocía adornaban las paredes. Eran diferentes a los de los castillos reales y a los del Consejo Unido, éstos eran más... Eran de personas importantes sí, importantes para ellos. Y lo comprendí, eran personas recordadas después de fallecidas, cuyas vidas fueron devotas al pueblo, a los demás. El hombre que nos recibió se para en seco y abre una puerta con una gran llave. En el final del pasillo hay un cuadro muy grande, con adornos de flores, joyas y armas. Es un altar para un general.
Me acerco más mientras ellos salen por la puerta hasta el exterior, y la luz rebela el rostro del hombre al que pertenece este precioso y bien cuidado reconocimiento.
Fauno. La cara de fauno de más joven, sonriente y alegre, alejado de toda la oscuridad de la que estoy acostumbrada.
Ahí esta el rostro de mi padre. Una mano me agarra por el brazo y me saca hacia el exterior. Me tapó los ojos con la mano libre y enfoco la vista, ante mi hay un campo de entrenamiento. Alex no suelta mi brazo y me mira nervioso. Mi mente sigue bloqueada y no puedo expresar la alegría que sentiría si no hubiese visto a Fauno en este lugar; pero sé que en todo lugar maravilloso de día en la noche es todo lo opuesto. Así que decido sonreírle a Alex y disfrutar de estar en un lugar conocido.
-Un campo de entrenamiento. -Digo más para mi que para otra cosa.
Pongo ambas manos en mi cintura y observo el panorama: soldados pelean con espadas y dagas, todos con armaduras, otros con arcos, y otros se pelean mano a mano. El pasto verde cubre todo el suelo; para ser sincera, es algo que me gusta de estos lugares. El soldado vuelve con un equipo de entrenamiento con bordados dorados y una espada con empuñadura de plata, se apoya en una rodilla y me da las prendas y las armas.
-Alteza. -Dice. Yo miro alarmada a Alex, pero el me sonríe. -Me llamo Jhon, su alteza. Y no se preocupe por su identidad, nadie en este recinto conoce su identidad. -Dice para tranquilizarme. Asiento, con cautela. Yo agarro a toda prisa lo que me tiende y me voy a donde me dicen: un pequeño baño antiguo. Respiro hondo antes de entrar y resistio las arcadas. Las botas de cuero negro resultan más cómodas que las zapatillas de Bruk, y la camisa a juego con el pantalón de combate son mil veces más prácticos que el vestido de algodón de Luz.
Me desarmo las trenzas y me lo recojo mis rizos con la cinta dorada en una coleta alta.
Tengo que cortarlo. -Pienso para mi.
Salgo caminando segura y a gusto con todo. Habían pasado meses desde la última vez que había estado en entrenamiento de combate, y en esa ocasión Nick había estado conmigo, al igual que Alan... Borro todos los pensamiento tristes de mi mente y me dirijo hacia Alex y Jhon. Otros soldados están a su alrededor, todos parecen conocer a Alex y le tienen mucho aprecio.
Me cruzó de brazos a unos metros de ellos y sonrío con gracia. Reprimió las ganas de reír como loca.
-Vaya...-Digo en voz alta. Todas las cabezas se vuelven hacia mi. Mi mirada se dirige hacia Alex. -...jamás te había visto tan popular, eh?- Él me mira serio y yo río bajo. Me acerco y miro a todos los presentes, varios de ellos me miran con expresión perpleja. -¿Y bien? ¿Quien quiere pelear conmigo? -Pregunto, y la respuesta son carcajadas mal disimuladas. Frunzo el ceño y paso de ellos.
Tengo una idea.
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El Precio De La Corona
Science FictionMi vida cambió, yo cambié. Pero los peligros, las amenazas y los destinos son los mismos. Ocho meses es lo que me separa desde conocer mi identidad. Pero aún no sé quién soy, qué se supone que debo hacer ni a quién unirme. Tener a todo el mundo en...