Capítulo 1

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Aunque Narumi soportaba bien el frío del invierno, sus dos mejores amigas lo odiaban. Siempre tenía que obligarlas a salir y, a pesar de conseguirlo, acababan en alguna casa, resguardadas del viento que estropeaba el peinado de Elisabeth y Dayna. Narumi no tenía problema con ello: su pelo era corto, no se revolvía con tanta facilidad.

El último día de las vacaciones de Navidad, Narumi alejó a sus amigas de sus casas para evitar acabar de nuevo en ellas y pasearon por el centro de la pequeña ciudad. No había mucha gente en la calle, la temperatura había bajado demasiado como para que los habitantes se interesasen en salir. Además, el cielo nuboso no daba ninguna buena señal.

-Dinos, Eli, ¿Gautier te ha vuelto a hablar? - preguntó Dayna con curiosidad.

Las mejillas de Elisabeth se volvieron rojizas y asintió. Gautier era dos años mayor que ella, un chico divertido y amable del club de Narumi, que había conocido en los cursillos de verano. Su amiga se había encargado de que el número de teléfono de Elisabeth acabase en las manos del chico y, desde ese momento, ambos hablaban cada día. Dayna parecía decepcionada, llevaban meses hablando y ninguno había dado ninguna clase de paso hacia una relación. Parecían buenos amigos pero... ¿podía haber algo más? Elisabeth no estaba segura de ello y no quería arriesgarse.

-Gau me invitó a salir a correr con él - comentó.

-¡Genial! - exclamó Dayna.

-¡No es genial! - replicó ella -. Haría el ridículo. Él corre todos los días, mi resistencia no existe. No sé cómo, pero conseguí apartar el tema sin rechazarlo directamente.

Narumi puso los ojos en blanco.

-Deberías decirle la verdad y, a cambio, invitarle a ir al cine. No sé, avanzar un poco. Es obvio que está interesado en ti.

-No lo creo - negó Elisabeth.

-Tú sigue perdiendo oportunidades - dijo Dayna - y luego te arrepentirás.

Ella agachó la cabeza.

-No la deprimas - la regañó Narumi -. Vamos al Charlotte, seguro que comer unas tortitas nos alegrará el día.

Sus amigas aceptaron encantadas: al fin un plan en un sitio caliente y con comida. No era su casa, pero el Charlotte era un café perfecto para pasar lo que les quedaba de tarde. Narumi sabía que si seguían por la calle acabarían quejándose hasta hacerle perder los nervios.

Al llegar, se sentaron en un rincón sobre unos cómodos sillones y esperaron a que uno de los camareros viniesen a tomarles nota.

-Eli, en serio, deberías dar un paso. No pierdes nada por intentarlo - comentó Narumi.

Elisabeth miró a su amiga con el ceño fruncido.

-No eres quién para hablar - replicó.

-¡Sebastian no...! - Narumi se dio cuenta de que había elevado la voz y la volvió a bajar -. Sebastian no me gusta.

-¿Y por qué sabías que me refería a él? - preguntó Elisabeth, arqueando las cejas con una sonrisa.

-Porque siempre te refieres a él - dijo Narumi poniendo los ojos en blanco.

Sus amigas rieron. Por mucho que tratase de negarlo, ambas sabían que estaba interesada en aquel egocéntrico y arrogante chico un año mayor.

Poco después uno de los camareros se acercó a su mesa y se giraron para pedir. Elisabeth y Dayna se miraron con una sonrisa y Narumi se quedó unos segundos sin decir palabra ni moverse, mirando sorprendida a Sebastian.

-Buenas tardes, ¿qué queréis? - preguntó alegremente, observando fijamente a Narumi.

-¿Para qué el plural? Parece que sólo le está hablando a ella - le susurró Dayna divertida a Elisabeth.

Enlazados por una lagartijaWhere stories live. Discover now