Capítulo 7

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Sebastian aparcó y Narumi se bajó prácticamente de un salto. Vio a Dayna en un banco junto a sus amigas y corrió hasta allí. Annabelle estaba abrazando a la chica que había dejado hacía poco de llorar. Sebastian saludó a los chicos y miró las miró con una triste curiosidad. Cheryl, Layna y Tanisha estaban susurrando algo que nadie llegaba a oír. Elisabeth apretaba con fuerza la mano de su amiga.

-¿Qué ha pasado? – susurró Sebastian.

Neizan se encogió de hombros.

-¿No creéis que sobramos? – preguntó Thomas.

Annabelle elevó la cabeza.

-Chicos, no pretendo echaros, pero sería mejor que os fueseis – dijo con voz calmada y amable -. Cher, Lay, Tani...

-Nosotras también nos iremos – asintió Layna.

Sus amigas fruncieron el ceño. Querían enterarse de qué había ocurrido. Ella suspiró y tiró de ellas, distanciándose lejos del banco. Los chicos asintieron y se despidieron.

-Bien, Dayna, cuéntanos qué ha pasado – dijo Narumi.

Dayna elevó la cabeza. El rímel se le había corrido. Annabelle sacó una toallita de su bolso y le lavó la cara con cuidado con expresión maternal. Dayna le dedicó una sonrisa que trataba de ser tierna.

-He visto a Elliot besando a alguien, en primera plana, delante de mí, sabía que yo estaba allí.

Sus amigas tardaron en reaccionar.

-¿Elliot? Pero, ¿qué tienes que ver tú con Elliot? – preguntó Elisabeth -. Se suponía que lo odiabas, Dayna.

-Lo odio – admitió ella -. Pero también me gusta, ¡no lo entiendo! Se pasa el día fastidiándome, no sé cómo sabía que eso también me iba a fastidiar.

Annabelle sonrió con dulzura.

-Ese chiquillo quiere llamar tu atención desesperadamente – comentó -. Se está comportando un niño – rió -. Bueno, es que es un niño.

-Lo que no entiendo es qué chica se dejaría besar por Elliot – dijo Elisabeth, encogiéndose de hombros.

-Ese es el mayor problema – replicó Dayna.

-¿Que tú te dejarías besar por él? – preguntó Narumi arqueando las cejas.

-¡No! Bueno, igual, pero no es eso. No estaba besando a una chica, sino a un chico.

-¿¡Qué!? – gritaron a la vez Narumi y Elisabeth.

Annabelle se quedó inmóvil y, segundos después, comenzó a reír. Sus amigas la miraron con el ceño fruncido.

-Vale, quizás no era que trataba de llamar tu atención – dijo mientras reía -. Pero no me digáis que esto no es divertidísimo. Es como en la lagartija, era incapaz de shippearlo con una chica y en cambio con un chico era fácil.

Dayna suspiró.

-Es un caso perdido – masculló -. Ya no puedo ni intentar nada, ¡no soy un chico!

Narumi le revolvió el pelo con cariño.

-Tranquila, Day, hay más peces en el mar. Y mucho mejores que ese pequeño besugo.

-Ahora hay que averiguar quién era el otro chico... - susurró Annabelle para ella misma.

Las tres hicieron como si no la hubiesen escuchado.

-Bueno, creo que es hora de irse a casa. Nosotras acompañamos a Dayna, no te preocupes, Ann – dijo Narumi.

La mayor asintió y se despidió de ellas. Comenzó a caminar lejos del banco en dirección a su casa y miró el móvil. Tenía tres llamadas perdidas de Aureth. La cuarta no llegó a sonar, la cogió antes de que el sonido se activase.

Enlazados por una lagartijaWhere stories live. Discover now