Sebastian aparcó y Narumi se bajó prácticamente de un salto. Vio a Dayna en un banco junto a sus amigas y corrió hasta allí. Annabelle estaba abrazando a la chica que había dejado hacía poco de llorar. Sebastian saludó a los chicos y miró las miró con una triste curiosidad. Cheryl, Layna y Tanisha estaban susurrando algo que nadie llegaba a oír. Elisabeth apretaba con fuerza la mano de su amiga.
-¿Qué ha pasado? – susurró Sebastian.
Neizan se encogió de hombros.
-¿No creéis que sobramos? – preguntó Thomas.
Annabelle elevó la cabeza.
-Chicos, no pretendo echaros, pero sería mejor que os fueseis – dijo con voz calmada y amable -. Cher, Lay, Tani...
-Nosotras también nos iremos – asintió Layna.
Sus amigas fruncieron el ceño. Querían enterarse de qué había ocurrido. Ella suspiró y tiró de ellas, distanciándose lejos del banco. Los chicos asintieron y se despidieron.
-Bien, Dayna, cuéntanos qué ha pasado – dijo Narumi.
Dayna elevó la cabeza. El rímel se le había corrido. Annabelle sacó una toallita de su bolso y le lavó la cara con cuidado con expresión maternal. Dayna le dedicó una sonrisa que trataba de ser tierna.
-He visto a Elliot besando a alguien, en primera plana, delante de mí, sabía que yo estaba allí.
Sus amigas tardaron en reaccionar.
-¿Elliot? Pero, ¿qué tienes que ver tú con Elliot? – preguntó Elisabeth -. Se suponía que lo odiabas, Dayna.
-Lo odio – admitió ella -. Pero también me gusta, ¡no lo entiendo! Se pasa el día fastidiándome, no sé cómo sabía que eso también me iba a fastidiar.
Annabelle sonrió con dulzura.
-Ese chiquillo quiere llamar tu atención desesperadamente – comentó -. Se está comportando un niño – rió -. Bueno, es que es un niño.
-Lo que no entiendo es qué chica se dejaría besar por Elliot – dijo Elisabeth, encogiéndose de hombros.
-Ese es el mayor problema – replicó Dayna.
-¿Que tú te dejarías besar por él? – preguntó Narumi arqueando las cejas.
-¡No! Bueno, igual, pero no es eso. No estaba besando a una chica, sino a un chico.
-¿¡Qué!? – gritaron a la vez Narumi y Elisabeth.
Annabelle se quedó inmóvil y, segundos después, comenzó a reír. Sus amigas la miraron con el ceño fruncido.
-Vale, quizás no era que trataba de llamar tu atención – dijo mientras reía -. Pero no me digáis que esto no es divertidísimo. Es como en la lagartija, era incapaz de shippearlo con una chica y en cambio con un chico era fácil.
Dayna suspiró.
-Es un caso perdido – masculló -. Ya no puedo ni intentar nada, ¡no soy un chico!
Narumi le revolvió el pelo con cariño.
-Tranquila, Day, hay más peces en el mar. Y mucho mejores que ese pequeño besugo.
-Ahora hay que averiguar quién era el otro chico... - susurró Annabelle para ella misma.
Las tres hicieron como si no la hubiesen escuchado.
-Bueno, creo que es hora de irse a casa. Nosotras acompañamos a Dayna, no te preocupes, Ann – dijo Narumi.
La mayor asintió y se despidió de ellas. Comenzó a caminar lejos del banco en dirección a su casa y miró el móvil. Tenía tres llamadas perdidas de Aureth. La cuarta no llegó a sonar, la cogió antes de que el sonido se activase.
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Enlazados por una lagartija
RomanceEl roce crea el cariño. Al verse prácticamente todos los días de la semana es imposible que sus vidas no estén conectadas de alguna forma. Los lazos que se crean parecen imperceptibles y creen que carecen de importancia pero... hay algo más allá del...