Capítulo 2

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Narumi entró tranquilamente en el hangar. Llegaba pronto, como siempre, así que no tenía ninguna prisa. Se dirigió al fondo, se sentó en el banco y comenzó a desatar sus zapatillas para cambiarlas por las chanclas. Aquel día hacía bastante frío y había tenido que ponerse dos térmicas y un gorro.
-Buenos días, Naru – saludó alegremente una voz dulce.
Elevó la cabeza para ver a Annabelle acompañada de Neizan caminar hasta el banco y dejar sus mochilas allí. Arqueó las cejas, ¿venían juntos?
-Buenos días. ¿Ha pasado algo? – susurró.
Annabelle negó con la cabeza y ella esperó a que Neizan entrase en los vestuarios para preguntar.
-¿Y cómo es que venís juntos?
-Nos hemos encontrado de camino – respondió ella con tranquilidad.
-Pareces contenta por ello.
-Lo estoy – asintió Annabelle.
La mayor sonrió y se dirigió a su barco para poner el reloj. Narumi guardó las deportivas en su mochila y la cerró. Cuando fue a levantarse, algo le quitó el gorro y miró hacia arriba, enfadada, para encontrarse con unos hermosos y divertidos ojos azules mirándola fijamente.
-Sebastian, devuélvemelo.
-¿Eso es una orden? Ofréceme algo a cambio.
Estiró el brazo de forma que Narumi no llegase ni saltando. Ella suspiró.
-¿Qué quieres? – se resignó.
Sebastian sonrió con picardía mientras miles de ideas atravesaban su mente. Narumi comenzó a arrepentirse de sus palabras aunque aún podía negarse. Nada que él pensase podía ser bueno.
-Una cita – dijo él, sorprendiéndola -. Prométeme una cita y te devuelvo el gorro.
-¿Es una broma?
Sebastian dejó de sonreír y trató de mostrarse serio. Sabía que no lo creería si seguía con una expresión pícara y bromista.
-No, lo digo totalmente en serio.
Narumi dudó. No sabía si creerle pero, ¿perder aquella oportunidad de poder observarlo de cerca? Debía arriesgarse, ¿no?
-¿Te vale este viernes? – preguntó.
Sebastian le mostró una enorme sonrisa. Parecía realmente feliz. Narumi se sintió conmovida, en aquel momento él resplandecía más que nunca. Su expresión era hermosa. Le devolvió el gorro.
-Después de entrenar te doy mi número y acordamos hora y lugar – dijo él alegremente antes de entrar en el vestuario.
Narumi se puso el gorro pero no se levantó. Trataba de asimilar lo que acababa de pasar.
Estaba mirando distraída hacia delante cuando Ethan entró en el hangar y saludó a Annabelle. Ésta lo ignoró y se fue lejos de él con expresión enfadada. Narumi frunció el ceño, confusa. ¿Desde cuándo ella se comportaba así con Ethan?
-A ver, ¿qué has hecho? – le preguntó cuando estuvo cerca.
-¿Qué dices?
-¿Qué has hecho para que Ann se enfade contigo? Ha debido de ser algo grave.
Ethan suspiró.
-La he decepcionado.
-Oh, eso es malo.
-Y le he hecho daño cuando trataba de evitar que se lo hiciesen.
-Bueno, pues pídele perdón. Ya sabes, Ann es muy blanda con estas cosas. Las disculpas siempre las acepta.
-Sí, pero sería negar lo que dije. Y lo sigo pensando.
Narumi puso los ojos en blanco.
-¿Qué es?
-Que Neizan le hará daño, no debería fiarse de él.
Narumi frunció el ceño. Después, sonrió.
-Tú lo que estás es celoso.
-¿¡Qué!? ¡No! Soy su amigo, me preocupo por ella.
-Se te confesó, la rechazaste. Ella tiene derecho a seguir adelante y fijarse en otros.
-¡Que no es eso!
-Lo que tú digas – Narumi no le creía pero no quería discutir con él -. Eres una persona importante para ella. Si tanto te preocupa, trágate el orgullo y pídele perdón, ¿vale?
Se levantó del banco y se acercó a Annabelle. Ethan las observó. Su compañera tenía razón. Si quería evitar que hiciesen daño a Annabelle no podía ser causante de parte de éste, era absurdo. Después de entrenar hablaría con ella.
El entrenador salió de los vestuarios, seguido de Neizan y Sebastian, que hablaban alegremente. Parecían de muy buen humor.
-Hoy tenemos un entrenamiento interesante a la par que divertido – dijo casi gritando.
Todos pusieron cara de pocos amigos. Cada vez que decía eso significaba que el infierno los estaba esperando. Él sonrió, cogió su barco y la pala y fue el primero en salir del hangar.
-Diez minutos a R4, ¿qué os apostáis? – dijo Elliot.
-Escalera, seguro que hay escalera de R4 – discutió Onan.
-O control – añadió Cheryl.
-Calla, que tú eres gafe y capaz de que lo haya – masculló Layna.
* * *
Tras terminar el entrenamiento, de camino a los vestuarios, Luna miró de repente atrás y, asegurándose de que no había nadie, se acercó a Annabelle para susurrarle.
-¿Viste la foto?
La mayor asintió. Su amiga parecía algo deprimida y confusa así que la abrazó y le dedicó una sonrisa.
-Si tienes curiosidad pregúntale a Cheryl.
No hizo falta que Luna se armase de valor, cuando entraron en el vestuario estaban intentando que la implicada hablase sobre lo que había pasado. Tanisha y Layna no se rendían ante el silencio de su compañera. Querían una explicación.
-Ni vais a conseguir nada así – comentó Narumi mientras se quitaba la ropa mojada.
Narumi se había caído al agua pero había decidido seguir remando. No se arrepentía de su decisión, pero estaba congelada, quería cambiarse lo más rápido posible.
-Dejad en paz a Cher – dijo Annabelle -. Ella dirá lo que quiera cuando quiera.
-¿Desde cuándo tú no tienes curiosidad? – replicó Layna.
Ella se encogió de hombros. Su amiga frunció el ceño.
-¡Tú sabes algo! – dijo Tanisha.
Annabelle sonrió, ni siquiera trató de negarlo. Cheryl la miró sorprendía y le guiñó un ojo.
-No abriré la boca – le prometió -. Onan me hizo jurar que no dijese nada.
Su amiga asintió, más tranquila, y metió la ropa mojada en una bolsa.
-Gracias.
-¡Es injusto! – protestó Tanisha.
-Si quieres algo con Onan deberías ser clara y decírselo, no andar con celos – dijo Narumi, que ya se había cambiado -. Y lo mismo digo con Azai. Si no te decides perderás cualquier oportunidad.
Dicho esto se fue con tranquilidad del vestuario, seguida de Annabelle. Cheryl salió poco después.
-Bueno, ¿y qué vas a hacer? – preguntó Layna.
-No lo sé – se lamentó su mejor amiga.
Luna suspiró y salió del vestuario. En la puerta le esperaba Aureth. Ambos se dirigieron juntos hacia el hangar.
-Aureth, ¿tú sabes algo sobre Onan y Cheryl?
Él negó con la cabeza.
-¿Preocupada?
-Un poco – admitió ella.
Aureth se acercó rápidamente a ella y le dio un beso en la mejilla. Luna lo miró sorprendida.
-Ese es tu castigo por prestarle más atención que a mí.
A Luna no le gustaban los besos en la mejilla. En cambio, adoraba los abrazos. Pensaba que era una buena forma de mostrar cariño. Pero las palabras de Aureth eran las que más le habían sorprendido.
Entraron al hangar en silencio. Tras ellos, Tyler contuvo el impulso de separar a los dos amigos. No le gustaba ver a los chicos tan cerca de su hermana pequeña.
Elisabeth y Dayna habían venido a buscar a Narumi, pero las tres estaban dispersadas por diferentes sitios del hangar. Narumi estaba apuntando el teléfono de Sebastian, Dayna discutía con Elliot y Elisabeth hablaba alegremente con Gautier.
-Lánzale un block de dibujo – gritó Neizan riendo.
Gautier lo miró enfadado.
-¿Qué significa eso? – preguntó ella.
-Nada, olvídalo, es imbécil.
-¡Te he oído!
Gautier puso los ojos en blanco y Elisabeth rió, divertida.
-Em… estaba pensando en ver una película de terror que estrenan en el cine este finde – dijo de repente, hablando rápido, nerviosa -. Y Dayna y Narumi no pueden venir conmigo. ¿Te importaría acompañarme?
Gautier se quedó unos segundos inmóvil, sorprendido y algo molesto por no dar él el primer paso. Le mostró una enorme sonrisa.
-Por supuesto que no me importará. Me encantan las películas de terror.
-¡Perfecto! Entonces ya arreglaremos los detalles.
-¡Vamos, Eli! – gritó Dayna -. ¡Nos cerrarán la librería!
-¡Voy!
Se despidió de Gautier y corrió hacia su amiga sin percatarse de que la mirada de esté la seguía, embobado.
-Estas chicas nos van a volver locos – comentó Sebastian cuando las tres estuvieron lo suficientemente lejos para no oírlos.
-La culpa es vuestra – comentó Layna a su espalda -. Que no sois nada directos. Chicos teníais que ser.
Sebastian arqueó las cejas.
-¿Y qué sabes tú?
Ella sonrió.
-Más que vosotros, al parecer.

Enlazados por una lagartijaWhere stories live. Discover now