Capítulo IV

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Impaciente se encontraba en uno de los asientos que ofrecían aquel lugar del consultorio, afuera se hallaban unas bancas de madera muy cómodas con cojines muy coloridos, esperaba a que Peter terminara de darle los apuntes a Ester, la psicóloga.

Pero para su mala suerte estaba tardando más de lo normal ¿que le estaría diciendo? Ni siquiera hablaba mucho y si lo hacia pues, decía unas cuantas palabras y eso era todo. Después de todo el era callado.

Cruzado de brazos recostado en uno de esos cómodos lugares con la mirada clavada en la reja blanca, oyó el rechinar de una puerta de madera con una fina capa protectora que la hacía más brillante y tono elegante, Peter salió de ahí y el menor se levantó cerrando la puerta detrás de él y Peter, por consecuente, esperaba afuera.

La habitación o consultorio no era tan grande, era lo suficiente como para tener una mesa de vidrio a un costado de la pared del lado derecho, un armario de madera grande al fondo este casi llegando al techo y dos sofás.
Ella se encontraba en un sofá de color café —al igual que el otro— pero en el que estaba ella atrás estaba una ventana de forma cuadrada y corrediza era la única ventana del cuarto y, entrado al lugar se ponía observar el sofá del lado izquierdo.

Tomó asiento en lado contrario de esta, la otra por su parte, sentada con normalidad mirándolo.

— Hola Simon— comenzó a decir— Peter me comentó que fueron a tomar un café ¿me quieres hablar de ello? — sonreía. Ester era una mujer de 25 años no tan delgada pero sí con curvatura, su cabello suelto abarcaba un poco más abajo que sus hombros era negro.

El chico recordó haber pedido un café, solo eso, dirigiéndole la palabra a un extraño. Pero si no lo hacía se vería como idiota estar allí adentro en una cafetería sin haber pedido nada.

El otro ni se movió, la habitación de color blanca quedo en silencio.

—de acuerdo. Que tal de.. ¿la librería? ¿te intereso algún libro?— preguntó. Esta no se daría por vencida. Tantos años con diferentes pacientes, diferentes trastornos y él era... Distinto.

Simon trato de mantener su postura, pero era imposible. Con la mirada abajo y su respiración agitada no podía simplemente buscar una respuesta lógica o formal para decir que su comportamiento era por otro chico.

Conserva la calma— pensó Simon. Pero para estas alturas ya le era difícil sostener el aliento.

—¿Simon? ¿te encuentras bien?— habló Ester. Su cara de preocupación se le notaba ¿¡Y como no!? Si nunca se había comportado así.

Los mechones cubrían su rostro haciendo que Ester ya no lograra descifrar la emoción que emitía a través de esos lentes que muestran unos hermosos ojos azules. Ester no encontró respuesta para tal motivo que era desconocido. Ahora bien, solo dependía de él.

Simon trato que todas las neuronas que poseía y las que tenía de más, se rea-comondarán y lo hicieran pensar como el chico genio que era. Ya luego de un par de minutos alzó la vista hacia ella.

— Simon... — Ester ya no sabía ni como expresarse ante el menor.—

El rostro con el que había visto así durante casi un año había cambiado por completo. No sabia si, ¿se trataba de... tristeza? No. ¿Tal vez angustia? ¿preocupación? No lo sabía.

Simon asintió con la cabeza. Fue lo único que pensó. Y para ser sinceros deseaba volver a verlo.

—¿ de que se trata? — preguntó ella.

El sabía que de una respuesta, se formulaba una pregunta. Así funcionaba el mundo de la psicología.

El negó con la cabeza era más que suficiente saber el hecho que le interesaba el lugar.

Lector© (Yaoi/Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora