EL AVION

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Una vez dentro del avión, después de las peleas y despedidas, llegaron las preguntas inquietantes, aunque las disputas tampoco cesaron.

–¿Cuánto falta? –pregunta mi mamá viendo el reloj.

–Amor, acabamos de subir al avión –responde mi padre muy calmadamente –, llegaremos en menos de lo que canta un gallo.

–¿Qué tal si al gallo se le averió en reloj? –pregunto yo, aun molesto por tener que despedirme de mis amigos.

–Hijo, no ayudes tanto –dice mi papá entre dientes de manera sarcástica –. Falta poco para llegar.

–¿No era que nos acabamos de montar? –pregunta mi mamá con sospechas.

–¡Bueno, no sé cuánto falta! –responde mi papá, ahora bastante alterado.

–Faltan 4 horas señor, por favor baje el tono de voz. –dice un completo extraño sentado detrás de nosotros.

–Está bien, gracias. –contesta mi papá avergonzado.

–Papá ¿Puedo ir al baño? –pregunto inocentemente –quiero desahogar mis penas haciendo del 2.

–Ok hijo, pero vuelve pronto. –contesta mi mamá.

Mientras camino por el pasillo, analizo a todos los pasajeros en busca de algún terrorista con una bomba para que destruya el avión al igual que a mí y a mis penas. Por desgracia no hay un estúpido terrorista cuando lo necesitas. Para colmo, aparte de que no hay terroristas, tampoco baños.

–Papá, gran avión que pagaste –digo sarcásticamente mientras regreso a mi asiento –. No hay ni un estúpido baño en todo el estúpido avión.

–Relájate hijo, solo faltan tres horas con cincuenta minutos para llegar. –Responde mi papá intentando calmarme.

–¿Y que se supone que voy a hacer durante ese tiempo en un avión que es probable que se caiga antes de siquiera salir que Venezuela? –Pregunto muy molesto.

–Calma hijo –dice papá en tono agradable –. Podemos hablar de tu intimidad.

–¿Dónde está la salida de emergencia? –pregunto tratando desesperadamente de evadir el tema –Me han dicho que el paracaidismo sin paracaídas es extremo, me encantaría intentarlo antes de hablar de mi intimidad.

–No me parece mala idea hablar de tu intimidad –dice mi madre –¿Qué tal si tu padre lo intenta primero?

–Uhm, mejor no –dice mi padre pensativo –, si Ronnie me hace algo no sé cómo sobrevivirán en Chile.

–Si la cosa es tan difícil en Chile... ¿Por qué nos llevas para allá? –pregunta molesta mi madre.

–Bueno, mejor intentamos dormir. –contesta mi papá ignorando la pregunta.

–No creo que logres dormir papa –digo –. Tomaste dos tazas de café antes de subir al avión y cuando subimos, bebiste otra.

–¿Entonces qué hacemos? –pregunta mi papá.

–Eso mismo me pregunto yo –respondo en tono cortante.

–¿Qué tal si hablamos de tu intimidad? –dice mi mamá.

–¡Mamá! –digo ya molesto de que insista tanto.

–Bueno, solo decía. –contesta mi madre.

–Pues... ¿Qué hacemos? Que nos sea hablar de mi intimidad –pregunto fulminando a mis padres con la mirada, ellos no se molestan en responder mi pregunta.

Ya no podía esperar para salir del avión, no era porque quería conocer el nuevo país, era porque sentía que, si estaba un segundo más dentro de ese avión, moriría o terminaría como mis padres: aburrido y queriendo hablar de la intimidad. Pienso que tal vez, solo tal vez, si salto del avión ahora será mejor, porque si caigo en la selva del Amazonas no podrán encontrar mi cadáver y al fin descasare en paz, todo mi plan esta fríamente calculado.

Las horas pasaban y, mientras todavía pensaba en mi suicidio, escuche las palabras tan esperadas por mis oídos.

"Señores usuarios de nuestra aerolínea, le queremos informar que sólo faltan diez minutos para el aterrizaje, gracias por preferirnos".

–Gracias mi amor –digo dirigiéndome a la corneta sobre mi asiento de dónde salió la voz –, me alegraste el día.

En serio ya pensaba en hacer paracaidismo sin paracaídas, esta aburrido y mis padres estaban poco soportables. En fin, cuando por fin el avión empezó a descender, todos mis órganos internos empezaron a subir (nunca me había montado en un avión y la sensación fue un poco extraña). Pero ignorando todo lo malo, yo solo pude sobrevivir cuatro horas en un avión con mis padres y eso fue toda una hazaña.

Mientras bajábamos del avión sentía que un coro desde el cielo cantaba "¡ALELUYA! ¡ALELUYA! ¡ALELUYA!"

Al salir del aeropuerto me di cuenta de que no todo mi sufrimiento había concluido, sólo se había terminado mi terrible vuelo.


Cuando los pacmans conquisten el mundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora