Slide Away ; VerKwan.

• E x t r a ; Meanie

"3, 2, 1."

Un bullicio enorme fue lo que surgió al final del conteo, seguido por una ola de sombreros negros, alcanzando tanta altura como fuera posible, intentando volver después con su respectivo dueño.

Kim Mingyu se encontraba en los asientos asignados para los chicos de su curso, unos metros alejados de los mayores, quienes festejaban entre risas y lágrimas el fin de su último ciclo de Instituto.

Era una tradición del colegio el hacer una ceremonia para los graduados, un día entero que dedicaban únicamente para ello; todos los alumnos debían asistir, sin excepción, incluso tomaban asistencia, algo bastante absurdo, considerando la cantidad de jóvenes que, después de ser nombrados y asegurarse que su presencia fue evidenciada por el profesor a cargo, salían de la sala despreocupadamente.

Mingyu había hecho planes con su amigo americano, pretendiendo usar el mismo método para escabullirse. El problema fue que el susodicho no apareció. Los alumnos y el personal en general habían sido citados en el auditorio escolar a las ocho cuarenta de la mañana, para iniciar con la ceremonia en cuestión a las nueve, puntualmente.

Y así fue, dos minutos pasados de la hora acordada, el personal directivo del colegio se presentó, comenzando con el largo discurso de cada año. Mingyu tuvo la ciega esperanza de que en algún punto, su castaño amigo llegase, algo que jamás sucedió.

El chico alto tuvo que sentarse durante dos horas enteras junto a un chico de mejillas regordetas y estatura demasiado baja para alguien de su edad quien mantenía una expresión de fastidio, y junto a un extraño chico que emanaba un dulce olor a canela, bastante delgado y pálido, con el rostro ligeramente cubierto por su cabellera azabache.

Recordaba a aquél último; era uno de los chicos que ocupaban los asientos del centro. Alguien bastante callado pero según información divulgada por distintas personas dentro de su misma aula, bastante listo con un puesto en el top de notas más altas dentro de la clase. Recordaba haberle visto con algunas -pocas- personas, Mingyu creía que podía contar aquéllas simplemente con los dedos de su mano derecha.

Nunca antes había hablado con él y pensó que aquélla sería una buena oportunidad de hacerlo. Después de todo su amigo parecía no tener intenciones de llegar.

Un poco tímido al inicio y con la voz baja, se decidió por comenzar una charla.

[ ... ]

Resultó que su mejor amigo había estado ocupado con labores familiares, causantes de su ausencia durante el día de clausura. Se disculpó con el moreno, alegando que surgió sin más.

El mayor lo dejo pasar, restándole importancia, después de todo aquél día no lo había pasado en soledad, cosa que disminuyó la gravedad del asunto.

Acordaron encontrarse más tarde ese mismo día para pasearse por el centro comercial. Pasar tiempo sin más, como cualquier par de amigos.

Mingyu no sabía si debía contarle de la repentina cercanía que adquirió con el chico azabache que se había sentado a su lado el día de graduación. Si bien, sólo habían hablado de cosas triviales, el alto se sintió extrañamente cómodo estando con el chico azabache, tanto que había pensado en incluirlo en su pequeño círculo de amigos cercanos. Aunque aquella idea le parecía un poco apresurada, pensó que comenzar a familiarizar a Hansol con su nuevo amigo azabache era lo más factible por el momento.

Estaban cerca de la zona de comida rápida, mientras charlaban. La atmósfera se sentía extrañamente calmada, algo realmente inusual. De no ser porque ambos chicos estaban demasiado concentrados en sus propios pensamientos, estarían haciendo bromas, molestando a las personas a su alrededor por el bullicio, en cambio de hablar amenamente sobre temas poco comunes entre ellos dos –tal como hacían en esos momentos–, además de responder con monosílabos la mayoría de las veces. Ninguno de los dos notaba el poco interés del contrario hasta que Mingyu se decidió por liberar lo que tanto le angustiaba.