El vapor del té se manifestaba de diferentes formas en la cocina, de una manera se impregnaba en las ventanas y de la otra, el olor a manzanilla y hierbabuena reconfortaba el cuerpo ya ebrio de Akane. Después de juntarse y dirigiéndose a la isla Gyojin decidieron hacer una fiesta-banquete, nadie sospechaba que duraría unos tres días, ya era el tercer día a las doce horas de la madrugada, Sanji estaba tan ocupado haciendo comida entre otras cosas -sin echarle al menos un ojo al cuerpo de su novia, si, tan ocupado estaba.- que cuando ya todos dormían y este se preparaba para acabar su día, su último viaje iba ser para el acuario iba a ver cuál pez se veía más jugoso para el probablemente banquete de ese día más tarde. Bajó las escaleras para encontrarse una sorpresa, no era un pez o un jugoso pulpo el que encontró sino una azabache jugando con sus manos.
—¿Akane-san? —está volteó con cara adormilada. —Creí que ya te habías ido a dormir ¿Qué haces?
—Mira mis manos tienen salchichas delgadas los llamaré dedos. —dijo sonriendo, Sanji efectivamente supo que estaba ebria.
—Sí, que buena idea... ¿Porqué no vienes a mi cocina? —dijo tomándola de la mano y apoyándola en este. —Te dará una resaca.
La azabache no dijo nada, sólo disfruto del olor y su estancia en el pecho del rubio. Y aquí estábamos, en la cocina con Sanji preparando un té algo fuerte para al menos disminuir la futura resaca. Estaba de espaldas a la rubia que se encontraba desparramada por la barra de tórax a cabeza.
—¿Siempre has tenido un trasero sexy? —dijo de improvisto, el rubio se detuvo para asimilar lo que le había dicho y un sonrojo apareció en la cara de este, una sonrisa se formó, algo tímida y en parte nerviosa.
—¿Disculpa? —dijo este volteándose tratando de no mostrar interés pero, bueno... dos años teniendo semejante mujer a su lado y no haberla sucumbido ante él era algo muy deprimente.
—Nada, olvídalo. —dijo está para después cerrar los ojos, Sanji sonrió pues era algo que la Akane cuerda jamás le hubiera dicho, así que su mente estaba en dos lados, uno con el té para su dama y por el otro lado estaba concentrado en pensamientos algo íntimos.
—¿Recuerdas cuando jugamos a las preguntas? —soltó de pronto, Sanji tapó su boca antes de poder carcajearse con un gran gran sonrojo, era adorable verlo así, agradeció que nadie lo observaba. —Fue una graaaan noche. —dijo a lo que Sanji intentaba ahogar unas risas.
—S-sabes, ya está el té. —dijo aún sonrojado y riendo. —Akane sonrió, definitivamente tenía que dibujarlo. —Así que... ¿Te gustó esa noche? —dijo con una trompita formada por sus labios sonrientes.
—No hay mejor noche. —dijo acabando su té. —Me siento mejor, ¡Bye! —dijo y al pararse tropezó con unas sillas, después de todo seguía ebria.
—Te llevaré a tu habitación. —dijo yendo hacia esta y acurrucándola en su pecho para manejarla mejor. —Estás tan ebria que no puedes ni sostenerte.
La chica se quedó callada, el rubio la guiaba por el comedor, el pasillo hasta llegar a la puerta de las chicas, giró la perilla y tomó de la cintura en su novia y después la colocó en su cama, Akane no tenía más que una blusa de tirantes con un suéter y un short de mezclilla, el rubio le colocó un beso en la frente y se dispuso a irse pero la ya decaída Akane lo sostuvo de la muñeca y lo observó con los ojos resplandeciendo, Sanji aún inconsciente de sus actos pero dispuesto a saber que quería se agachó.
—¿Qué sucede? —preguntó acercándose a el rostro de la joven. Está se acercó también y dijo en voz baja.
—Vamos a dormir ambos juntooos. —dijo con un sonrojo pero en ebriedad aún. Sanji se puso de color y su cuerpo decía "vamos vamos vamos" pero su mente decía "está ebria por dios" pero su corazón decía "vamos vamos vamos"