"Bienvenido"

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El sol comenzó a lastimar mis ojos, algo más lastimaba mi garganta, el blanco de la habitación podía significar que todo había estado marchando de acuerdo al plan.

Intenté incorporarme, pero los tubos de suero me  impidieron continuar con mi tarea, suspiré buscando el control para llamar a la enfermera o el doctor, pero una mujer de uniforme blanco se adelantó. Comenzó a retirar los los tubos con tranquilidad iniciando por el de mi garganta.

–Debe mantenerse tranquilo señor, por favor.

No me sentía desesperado, en realidad no sentía absolutamente nada. Escuchaba un golpe desesperado en mi pecho propinado por mi ritmo cardíaco, los oídos me estaban zumbando, no estaba del todo consciente de mis acciones.

Necesitaba ver a mis hijos, a mi madre, necesitaba volver a mi vida y luego desaparecer sin dejar rastro. Me sentía terriblemente agobiado por no tener la noción del tiempo, pero al fin podría tener una vida, una con mis hijos y salir a la calle, ir al centro comercial con gente normal.

– ¿Señor Jackson? Señor, respiré con tranquilidad por favor–una voz más gruesa me llamo–. Necesito que se aferré al recuerdo más cercano que tenga.

Respire hondo, o al menos eso intenté. Mi recuerdo más cercano, mi recuerdo....

.  .  .

Todo está en el testamento, tines que seguir las instrucciones al pie de la letra, ¿de acuerdo?

–Michael, por favor no lo hagas.

–Es necesario, no puedo dar marcha atrás ahora.

–Pero es muy peligroso.

–Y por eso no puede haber más implicados, por favor no le digas a nadie o eso puede arruinar todo.

–No quiero perderte.

–Eso no sucederá. No mientras todas las instrucciones se sigan al pie de la letra.

Me miraba con los ojos llorosos, quizá me veía de la misma manera, no quería llorar, alguno de los dos debía ser fuerte. En esos instantes estuve completamente seguro del amor de mi madre quién se estaba convirtiendo en mi amiga.

– ¿Y si él no hace exactamente lo que planeas?

Suspiré con la tranquilidad abandonando mi cuerpo. Un plan tan jodido y estructurado no tenía rango de error, no había de ser alterado por nadie.

–Todo va a suceder de acuerdo al plan y estaré de vuelta antes de lo planeado.

– ¿Lo prometes?

No debí mentir.

–Lo prometo.

Me abrazó con fuerza, el último abrazo antes del show.

–Tengo miedo.

–Nada malo va a suceder.

–Estás planeando tu muerte. Perdona si no soy la clase de madre que se mantiene tranquila mientras ve un plan bien elaborado de cómo será la muerte de su hijo.

Su sarcasmo era una de las señales más claras de su preocupación.

–Es necesario.

–Puedes enfrentarlos de otra manera.

–Ellos quieren matarme de una manera u otra, no van a detenerse hasta lograrlo. También estoy asustado, pero he decido dejar mi vida en manos de quiénes confío.

– ¿Y los niños? ¿Sabes cuánto les dolerá perderte?

–Tanto como a mí y ellos serán la clave principal del funcionamiento.

Dejame decirle a alguien...

–No, necesito toda esa tristeza, el dolor de quiénes me aman quitarán toda sospecha del engaño.

– ¿Y si no despiertas? –la voz le tembló, me abrazó con fuerza como si de pronto fuera a desvanecerme.

–Si pasa más de un año pide que me desconecten.

–Michael –gimió.

–No quiero ser un vegetal, no quiero dar falsas esperanzas de volver.

–Me prometiste estar bien, me prometiste regresar.

Bajé la mirada sin poder aceptar la verdadera responsabilidad por mi vida.

–Mamá, quiero volver como alguien nuevo, lejos de todo y con la tranquilidad de poder caminar por las calles, tener un nombre limpio, no sé si sea posible, pero quiero intentarlo.

– ¿Sabes a cuántas personas les dolerá la noticia?

»Por favor, piénsalo de nuevo. No quiero perderte.

La aferré más a mí, evite soltar alguna lágrima para no transmitir mi miedo.
.   .   .

Aquello parecía un simple sueño de cristal, me sentí flotar en paz. Ya había vuelto a nacer.

El cuerpo me continuaba pesando, intentaba centrarme en el presente sin tener mucho éxito en ello, todo me parecía vagamente lejano, el sueño me aprisionaba a cada segundo, estaba cansado.

–Duerme –susurro una voz conocida, una tan dulce que me pareció extraño haber pensado en ella justo cuando estaba renaciendo.

Los músculos de mi rostro se extendieron, era una sonrisa, una provocada por sus ojos claros. La vista se me nublo, había personas a mi alrededor quizá un par de enfermeras o doctores, no estaba seguro, no quería concentrarme en presente, deseaba visualizar la vida perfecta.

El negro cubrió mi entendimiento, por unos minutos u horas. La cama se hundió bajo el peso de alguien más, abrí los ojos para saber quién era y la luz impactada contra mis pupilas me hizo parpadear un par de veces antes de vislumbrar a quien se encontraba junto a mí en esa habitación.

–Hola –tuve ganas de llorar viéndola ahí.

–Hola, cariño –se levantó para acercarse hasta acariciar mi mejilla.

Le tomé la mano por unos segundos y acto seguido le besé los nudillos, nadie como mi madre para recibirme en aquel renacimiento. Soltó un par de lágrimas antes de sonreír.

–He vuelvo, volví. Volví, mamá.

Me incorporé para poder abrazarla, no logré contener el llanto una vez entre sus brazos, esos en los que tantas veces me había refugiado en el pasado eran los mismos en los cuales me acunaba ahora. No tarde mucho en notar que ella también estaba llorando. Nos quedamos así, ella me acariciaba el cabello, la sensibilidad regresaba poco a poco, aún estaba cansado, todavía me pesaba el cuerpo, sin embargo, ya estaba mejor, era necesario levantarme de esa cama para poder volver con mis hijos, para llenarlos de todo ese amor acumulado en esa cama de hospital.

–Debo asumir que se siente mejor, ¿cierto? –el doctor se quedó mirando desde el umbral de la puerta.

–Sí, gracias –me seque la cara con las palmas de ambas manos–. ¿Cuándo podré irme a casa?

–Estamos terminando de hacer un par de exámenes para estar seguros de su estado, pero con seguridad podrá irse en un par de días.

Asentí. Se dió la vuelta y a mitad de su caminar me miro por encima de su hombro.

–Por cierto. Bienvenido, señor Jackson.

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