"Ayuda"

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¿Hola?

–Hola, ¿Riley Keough?

–Sí, ella habla.

–Hola, soy Paris Jackson, nos conocimos en Los Ángeles.

Oh, sí, la chica de los ojos verdes.

–Sí.

¿Puedo ayudarte en algo?

Las manos me sudaban de una manera extraña mientras mis piernas estaban a punto de doblarse, ¿cómo lograría explicar lo sucedido en menos de un mes? 

Los días de octubre llegaban uno a uno apenas sumando 4, y todo había cambiado en menos de un parpadeo, Papá regreso, pero Lisa se fue y ahora la misión era hacerla volver.

–Te necesito.

–Paris necesitas ser más clara.

–Estoy en Londres –dije como introducción a toda la historia que continuaría.

– ¿En Londres? ¿Qué haces en Londres?

–Necesito convencer a Lisa de volver a Los Ángeles.

– ¿Mi madre está en Londres?

Sí, y depende de nosotras devolverle la felicidad.

– ¿Cómo puedo ayudarte?

–Antes de su regreso a Londres hable con su marido, él no me dejara acercarme de nuevo.

Se escucho el silencio al otro lado de la bocina.

–Al parecer el señor Lockwood no sabe cómo mantener a mi mamá cautiva. Probablemente no pueda viajar de inmediato a Londres, pero sé quien irá sin objeción alguna.

Continuamos hablando durante varias horas, ella me preguntaba por la razón por la cual su madre salió repentinamente a refugiarse en Londres y en realidad me quedé petrificada, no sabía era una buena idea contarle lo sucedido, papá no quería informarle a todo el mundo de su gran engaño.

– ¿Paris? ¿Sabes algo sobre eso?

–Yo... yo no estoy segura.

– ¿Sucedió algo en tu casa cuando se estaban despidiendo?

El corazón se me estaba saliendo del pecho, no sabía cómo responderle, al parecer Lisa no le había mencionado nada de haber dejado el continente o tal vez ni siquiera habían hablado desde hace un par de meses, no podía hablarle con la verdad porque no sabía si todo eso era un sueño o era la realidad.

– ¿Paris? ¿Con quién hablas, cariño?

La voz de mi padre se escuchó a mis espaldas en la entrada.

– ¿Paris, quién es?

Miré el teléfono para luego centrarme en sus ojos marrones.

–Riley –dije sin saber realmente a quien me estaba refiriendo.

Él se acercó hasta el teléfono, presionó el botón del altavoz y habló.

–Hola, Riley.

Pude imaginarme su rostro inundado por el asombro luego de escucharlo hablar cuando debería estar muerto.

– ¿Michael?

Su voz tembló al pronunciar su nombre, sentí un destello desprenderse de mis ojos, al parecer era algo similar a la esperanza.

Me permití imaginar una vida en dónde estábamos todos juntos, Prince, Blanket, Riley, el hijo de Lisa, Harper, Finley, Lisa, mi padre y yo, todos sentados alrededor de una mesa, quizá a la hora de la cena, sonriendo mientras pasamos los platos o acomodando la mesa, Lisa no volvería a llorar, todos íbamos a vernos cada fin de semana y cuando el pequeño Blanket preguntara por su madre tendría a Lisa para responder.

–Sí, soy yo Riley.

– ¿Qué clase de broma es esta?

–No es un broma –aseguré casi susurrando.

–No estoy muerto Riley y me gustaría mucho poder darte un explicación, pero no tengo el tiempo suficiente, necesito tu ayuda de manera desesperada.

– ¿Mi madre está bien?

Mi padre se quedó en silencio durante unos instantes, intentó evadir el aparato y pasó una mano por su cabello.

–Ella lo sabe.

–Esa no fue mi pregunta. Ella ha llorado durante años por ti, ha estado contigo cuando todos te habían abandonado, y sin importar cuántas veces prefirió darte la espalda ahí estaba. Pasó ese 25 de junio deseando ser parte de una mentira, y realmente lo fue, te serviste de su dolor para darle un matiz creíble a tus mentiras.

–Las cosas no son como lo piensas.

– ¿En serio? Deberías darme una razón creíble por la cual debería alentar a mi madre a verte.

–Porque ella estuvo en mi funeral y tú la acompañaste, porque la convenciste de verme cuando ella menos lo deseaba. Has estado ahí para mí durante años, le pusiste ante los ojos una verdad desconocida y si no supieras que la amo con cada resquicio de mi alma entonces habrías colgado desde hace un par de minutos.

Suspiró con cansancio, parecía estar dándose por vencida, él había ganado con un argumento realmente convincente.

–Lo haré por ella.

Riley no estaba hablando de su madre, o al menos eso creí.

–Lisa merece ser feliz y yo soy quien para darle esa felicidad.

–Voy a creerte esta vez.

El tono de colgado inundó la estancia, papá puso sus manos sobre mis hombros, todo parecía estar a punto de mejorar, pero siempre estaba pensando en eso.

– ¿Tú la llamaste?

–Sí.

– ¿Cuándo la conociste?

–Hace un par de meses –no había hablado con él sobre mi relación con esa maravillosa mujer de ojos verdes–. Cuando la conocí mencionó algo parecido a un sueño.

– ¿Un sueño?

–Dijo haber soñado con ojos verdes, con unos muy claros... como los míos.

Me dió un beso en el cabello.

–Ella soñó con ojos verdes.

–Sé lo de el bebé, Papi.

Me abrazó. Siempre me habían gustado sus brazos envolventes, poder abrazarlo daba una sensación de paz infinita, y ahora, luego de haberlo perdido durante un año entero me sentía como en un sueño después de cada abrazo.

Las lágrimas volvieron a mis ojos empañando la visión, lo había extrañado mucho, no deseaba estar lejos de él nunca más, sin embargo, tampoco quería estar lejos de ella, no quería estar lejos de Lisa porque cuando no estaba él fue ella quién mantuvo mi cuerpo a una temperatura cálida, era ella me abrazó y me sentí completa de nuevo, ya no estaría rota... pero sin ella era como perder una parte de mí.

– ¿Ella te lo contó?

–Sí. Una perdida así no se supera nunca, ¿cierto?

–No.

En ese instante una pregunta surgió de entre una maraña de pensamientos atorados en mi mente, me sentí frágil por unos instantes como si de pronto pudiera romperme en millones de pedazos.

–Papi, ¿en dónde está mi madre?

–Ella está cerca, muy cerca. Tú eres justo como ella te imaginaba, eres preciosa, fuerte, sana y tienes esos hermosos ojos verdes con los que una vez soñó.

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