"No te vayas"

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Inquieta, continuaba caminando mientras tambaleaba su pequeño cuerpo de un lado a otro, se veía adorable recorriendo el jardín, me recordaba a mi hermano menor, ahora era mayor y papá ya no estaba.

–Tengo que irme.

Apenas pudimos notar cuando tomo a ambas niñas entre sus brazos, aquello siempre me pareció una proeza, prácticamente corrió hasta llegar a la puerta trasera de la casa, todos corrimos tras ella para saber cuál era la razón de su repentina partida.

–¡Lisa, Lisa, por favor espera!

Había escuchado esa voz, me frené en seco sin estar segura de Haber estado alucinando, ese debía ser mi padre, su voz resonaba entre las paredes vacías de nuestro hogar, corría tras Lisa para no dejarla ir y nosotros continuamos corriendo tras él.

– ¿Papá? –gritó mi hermanito intentando alcanzarnos.

–¡Hey, Lisa! ¡Lisa! ¡Lisa, vuelve! –Continúo gritando cuando ella había atravesado el portón principal.

No podía creerlo, estaba frente a nosotros, era él, era su voz, su cuerpo, era él.

– ¿Papá? –no había tiempo de un reencuentro, al menos no de uno verdadero, ella podía irse en cualquier momento y entonces todo sería una tragedia–Ve tras ella.

– ¿A dónde voy?

–Es la casa de enfrente –con la palma de la mano extendida le indiqué la salida ansiosa por verle correr tras Lisa.

–No la dejes ir –agregó Prince.

–No, nunca más , pero por ahora necesita pensar. Necesita asimilar la realidad. He pasado mucho tiempo sin ustedes. Vengan aquí –nos abrazo como en los viejos tiempos, como si ese año no hubiese existido nunca.

– ¿No eres un sueño? –preguntó Blanket con inocencia.

–No, amiguito. Soy realidad.

Estábamos entre sus brazos, su cuerpo era delgado, frágil, como si pudiera romperse de un momento a otro. Estaba feliz, me sentía feliz de tenerle de nuevo, sin embargo, había una duda asechando mi mente "¿Por qué? ¿Por qué irse por un año sin dejarnos verlo? ¿Por qué hacernos llorar todo el tiempo?".

¿Estás bien Princesa?

Ese no era el momento para asecharlo con preguntas, quería disfrutar de su compañía.

–Sí, pero estaré mejor cuando Lisa esté aquí de nuevo.

Bajó la mirada, sabía exactamente cual era la razón de ese ademán.

–Debe volver –le suplique.

–Cariño, las cosas son muy complicadas ahora. Entre menos personas estén al tanto de que aún estoy vivo es mejor.

– ¿Ya no la amas?

La pregunta lo tomó por sorpresa, de sus ojos surgió un destello de culpa o algo parecido.
–Ella... ella debe estar con su familia ahora, debe estar buscando la manera de regresar a su casa quizá esta misma noche, y yo no tengo los recursos suficientes para poder detenerla, necesito estar oculto, nadie puede verme diambulando por las calles.

–Debe haber alguna forma, ella ya es parte de mi vida.

Mis hermanos estaban callados mientras continuaba buscando alguna manera de hacerla rectificar su ida, no podía volver a Londres sin antes hablar con mi padre. Miré toda la habitación vacía, cada rincón de esta iluminado por la luz tenue de su lámpara de noche y ahí, reposando en tranquilidad bajo la lámpara emitiendo sus destellos amarillentos estaba la caja de música. Había olvidado la caja de música.

–Hay que dársela –estire la mano intentando llegar hasta ella, papá me ayudó tomándola entre sus manos.

Acarició la cobertura con cuidado, abrió la caja y una dulce melodía desconocida se dejó escuchar. No recordaba haber visto esa caja antes, sin embargo papá la miraba con mucho aprecio.

– ¿Quién le dió la caja?

–Nosotros –respondió Prince–. Tía Janet dijo que era un regalo y no había podido ser entregado.

–Sí.

Carraspeó y se levantó de la cama para ir directo a la ventana, abrió las cortinas discretamente, y le sonrió quizá a la nada, puso ambas manos en el cristal, casi pude ver sus ganas de salir corriendo hasta la casa de enfrente.

–Vamos por ella, niños.

Con la caja de música entre las manos salió de la habitación dando largas zancadas. Prince Se quedó cuidando al pequeño quien se había quedado dormido. Papá había llegado hasta el portón sin dar un paso afuera, miró con pánico el exterior.

–Cariño, por favor llama a la puerta –me tomó por los hombros–. Dale la caja a Lisa, únicamente a Lisa y cuando la veas has lo posible por traerla a casa o acercarla a la puerta, yo podré encargarme de lo demás.

Asentí con tranquilidad, caminé con cuidado al otro lado de la calle sintiendo la mirada fija de mi padre en la espalda, toqué a la puerta y espere un par de minutos para poder tocar de nuevo, no podía percibir alguna señal de ellos, estaba a punto de tocar de nuevo cuando ese hombre ligeramente alto de cabellos rubios apareció en una ranura de la puerta.

– ¿Sí?

Las palabras se me escaparon de la mente, lo miré ahí con un semblante enrojecido, probablemente por mí presencia, pues al parecer mi familia no era de su agrado.

–Necesito hablar con Lisa –casi susurré un tanto intimidada por su tono de voz.

–Está dormida y para ser sincero no la creo capaz de hablar contigo.

–Eso no puedes decidirlo tú.

–Escúchame niña, he tratado de mantenerme al margen de la situación, he intentando apoyar a Lisa en su travesía al dolor voluntario, pero no voy a permitirles más. La amo, la con todo mi maldito corazón y no voy a permitir que tú, tanto como el resto de tu familia continúen separándome de mi esposa. Ya fue suficiente, ya sufrió suficiente a causa de tu padre, no les permitiré más.

–Necesito hablar con Lisa –repetí haciendo caso omiso a todas sus palabras.

–Entonces te tocará ir a buscarla hasta Londres –acto seguido me cerró la puerta en la cara.

Estaba molesta, las lágrimas saltaban de mi rostro con rabia, desde un principio él había sido un manipulador, siempre buscaba hacerse la víctima, Lisa estaba atrapada entre sus garras, en una jaula forjada por sus ilusiones y anhelos de no volver a sufrir. En un arranque frenético por hacerla salir comencé a golpear la puerta de una manera incontrolable, no podía detenerme hasta verla de nuevo y hablar con ella, no podía irse a Londres, no podía irse al otro lado del mundo con ese hombre a quien realmente no podría amar como a mi padre.

–Paris, hey, Paris, tranquila –me abrazo atrapando mis puños para evitar que continuará golpeando–. Princesa, tranquila.

Las lágrimas continuaron saliendo, y él comenzó a secarlas con cuidado.

–No importa, vamos a buscar la manera de tenerla con nosotros de nuevo, ¿de acuerdo? –camino abrazado de mí hasta entrar a nuestra casa–. Paris, mírame.

Me vi reflejada de nuevo en el marrón de sus ojos.

–Va a volver –me aseguró–. No voy a perderla de nuevo, ella volverá.

–Pero él la obligará a ir de nuevo a Londres.

–Entonces nosotros también iremos a Londres.

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