"Vivo"

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–No puedo hablar, lo siento.

Un nudo enorme se formó en mi garganta, no estaba en condiciones para complicarme la vida, quería olvidarme de haber estado en Los Ángeles, y faltando mi promesa, también me olvidaría de los chicos por mi propio bien.

Por favor, no cuelgues el teléfono. Necesitamos hablar y...

Tuvimos toda una vida para poder hablar, ahora no quiero volver a escucharte.

Esa es una mentira, y lo sabes.

–Ya no quiero complicarme la vida contigo, ya no quiero verte porque siempre me haces perder el control, no puedo destruir otra familia sin importar que tanto deseé estar contigo.

No vas a destruir nada.

–Si fuera así entonces no estarías hablando conmigo.

–Te quiero a mi lado, eso no es una sorpresa.

– ¿Por qué quieres estar conmigo únicamente cuando estoy casada?

Me había preguntado eso durante años, podíamos pasar meses molestos y cuando alguien se acercaba a mí entonces el buscaba la manera de hacerme olvidar mi descontento.

Toda nuestra historia había sido como una novela dramática, una de Shakespeare y ahora él ya había muerto, ¿sería mi turno?

Ya había perdido la razón, sin embargo, en lugar de morir por amor quizá me suicidaría después de no entender como funcionaba nuestra relación, habían pasado al menos nueve años terminando y regresando con él, había pasado dos años casada y los demás intentando adivinar como nos tratariamos al día siguiente, detestaba no tener nada en concreto, odiaba poder haber dormido en su cama una semana y a la otra tener que esperar por una llamada, lo odiaba porque había logrado que lo amara como una maldita desquiciada, pero sin importar cuanto clamará mi odio... aún lo amaba. No tenía una razón para quedarme, podía decirle adiós en cualquier momento, pero continuaba respondiendo cada llamada, continuaba cenando con él y aceptando sus regalos. Dios, lo amaba tanto, realmente lo amaba cuando debería odiarlo por todo cuanto habíamos  pasado, por todas esas veces en que terminamos de una mala manera, no obstante, lo amaba y lo seguía amando sin importar nada.

–Me haces sentir como un juguete, no te intereso mientras esté en tu bello aparador, pero si alguien más se atreve a tocarme entonces es cuando quieres reclamarme como tuya de nuevo, ¿es eso?

–Eres mía.

–No soy un propiedad, soy una persona. No me compraste, no puedes proclamarme como tuya porque las cosas no son así.

–Yo te amo más que a nada en esta vida y si leíste mis cartas entonces lo sabes.

–Las leí, y también fue parte de todo el drama, pasé por eso sin escribir cartas e intentando explicarle a mis hijos porque su padrastro ya no vivía con nosotros pero seguía tratando a su madre como siempre, no le haré eso a mis hijas ahora que tengo la oportunidad de remediarlo.

Tú ni siquiera amas a Lockwood, dime,lo elegiste porque puedes llamarlo Michael sin que sospeche a quien estás llamando verdaderamente.

–Cállate –apreté las mandíbulas con coraje después de su terrible comentario–. No se te ocurra volver a mencionarlo nunca. 

Podría estar escuchando, tienes razón.

Me atreví a soltar un gemido de dolor desgarrando un poco mi garganta, las lágrimas me rodaron por las mejillas, me seque con brusquedad tallando mis ojos con molestia.

VuelveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora