Clavel granate

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Adherido a los huesos

El clavel (dianthus caryophyllus) es una planta herbácea perteneciente a la familia de las Caryophyllaceae, difundida en las regiones mediterráneas. Es espontánea en la flora de la península ibérica. También conocida como "flor de dios", simboliza un amor puro e inevitable, destinado a ser.

Poco a poco había ido llenando sus estantes de plantas: una flor por aquí, otra por allá, un cactus al lado de estos libros, un ramo al lado de estos otros. Para cuando quiso darse cuenta, tenía la casa llena de vegetación desperdigada. Suspiró, con una sonrisa; tal vez la cosa se le había ido un poco de las manos, al fin y al cabo. Lo peor (o mejor) de todo es que todo lo verde se había acabado convirtiendo en un recordatorio constante de Sherlock. Le veía en todas las esquinas, le sentía por todos los recovecos de su casa. Mary había insinuado un par de veces que podrían mudarse juntos y de hecho pasaba numerosas noches en su piso, pero John no se veía preparado en absoluto para dar ese paso. Su apartamento era demasiado pequeño para convivir los dos, y había demasiado de él en su casa como para dejarlo atrás y empezar esa nueva etapa de su vida. No aún, en todo caso.

Además, últimamente le gustaba el doble. Al estar todo lleno de verde cuando entraba el sol matutino por la ventana la estancia se inundaba de una luz cálida, acogedora, que en cierto modo le recordaba al ambiente de la floristería. Y entonces se sentaba, desayunando en silencio, con una taza de té caliente entre las manos, y no podía desear nada más porque en esos momentos se encontraba en la paz más absoluta. Y hoy era una de esas mañanas. Sonrió, llevándose la taza a los labios y suspirando del gusto, cobijado en su jersey favorito, una talla demasiado grande.

Se entretuvo regando sus flores, canturreando en voz baja alguna melodía desentonada. Era feliz.

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-Dos cafés, uno solo y otro con azúcar, por favor.

Salió de la cafetería con las bebidas calentándole las manos y cruzó la calle, adentrándose en la ya familiar tienda.

-¡Te he traído café!

Sherlock apareció ipso facto, surgiendo por detrás de la cortina misteriosa. Sonrió al verle, apoyándose en el mostrador mientras cogía su vaso. Después frunció levemente el ceño, aun sin borrar su sonrisa.

-¿Qué te sucede hoy? Te veo más contento de lo habitual. Y me has traído café, cosa que es la primera vez que haces.

John se encogió de hombros.

-No lo sé. Soy feliz.

El florista se esforzó en comprenderlo, entrecerrando los ojos, mirándole concentrado. Estuvo así dos minutos de reloj. Pero no lo entendía. John estaba como siempre, no le había sucedido nada fuera de lo común y sin embargo parecía exultante sin motivo aparente.

-No; no lo entiendo.

-No hay nada que entender, Sherlock. Me he despertado esta mañana, y mientras me tomaba mi té, rodeado de plantas, me he dado cuenta de que no tengo nada que echar en falta. ¿No te pasa, levantarte un día y sentirte... completo?

Se quedó un rato mirándole, dubitativo.

-Pues no, la verdad es que no.

John no pudo evitar que brotase una sonrisa de su boca porque qué esperaba, esto es típico de Sherlock.

-¿Te puedo pedir una cosa?

El florista asintió, dándole un sorbo a su café.

-¿Podrías... -John se puso un poco rojo y lo justificó con lo caliente que estaba su bebida, que hacía que se le subiesen los colores- podrías tocar el violín para mí?

Flores que merece la pena conocerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora